Historia de una histeria: del baile de Vini a la bandera de Koke o Cristiano de colchonero

Llega el derbi en el Metropolitano entre Atleti y Real Madrid con el ambiente enrarecido por unas declaraciones de Koke, que advirtió que si Vinicius marca y lo celebra bailando "habrá lío". Unas palabras que han levantado una polvareda en la que nos y otros se han señalado.

Lo cierto es que las aguas atléticas parecen bajar revueltas y hay nervios como se pudo comprobar el día del partido ante el Villarreal, en el que el mesurado Oblak se encaró con Gerard Moreno, al malinterpretar el clásico gesto del delantero a la cámara tras marcar su gol y dedicárselo a sus hijas. Después llegó la bronca entre Mario Hermoso y la afición atlética, un feo enfrentamiento que denota la crispación existente entre la grada y los jugadores.

Habló Koke del hipotético baile de Vinícius con la jerarquía que le da ser el capitán atlético. Luce el canterano un merecido brazalete que se ha ganado en el campo con su despliegue futbolístico y con gestos con los que se ha ganado el corazón de los atléticos. Uno de ellos se produjo cuando clavó la bandera del Atlético en el césped del Bernabéu tras ganar en 2013 la final de Copa a los madridistas. Aquello escoció al vecino de la Castellana, que trató de vengarse en manos de Nacho, quien desplegó la bandera del Real Madrid en el césped del Vicente Calderón en el que fue el último partido de competiciones europeas en la ribera del Manzanares. Aquella semifinal de Champions ganada por los blancos tras una maniobra de escapismo de Benzema sobre la línea de fondo alimentó la rivalidad entre merengues y colchoneros.

Una rivalidad que llegó hasta Europa

Después se acrecentaron con las dos finales de Champions que se llevaron los blancos con el doloroso gol de Ramos y el penalti fallado por Griezmann. Pero la realidad es que se trata de una rivalidad centenaria. Los primeros precedentes datan de 1906, con un triple enfrentamientos entre los dos equipos que deparó dos victorias rojiblancas. Eran años de respeto e incluso complicidad, produciéndose la circunstancia de que el Atlético llegó a ceder a los blancos a Luis Belaúnde para jugar contra el Barcelona. El jugador asturiano entrenó por la mañana con uno y por la tarde o el otro. Sin embargo, con el paso de los años la rivalidad en el campo comenzó a levantar ampollas fuera de él. Se habló de un intento de absorción del Real Madrid y tras la Guerra Civil el Atlético se convirtió en el Atlético de Aviación.

La pelota siguió rodando y se normalizaron las relaciones. El trasvase de jugadores era habitual y se asumía con cierta naturalidad. La marcha de José Luis Pérez Payá del Atlético de Ben Barek al Bernabéu fue quizá de lo más destacado. De hecho, el Real Madrid reforzó al vecino con la cesión de Ramón Grosso, que fue clave para que el Atlético se mantuviese en una temporada complicada. Luego Grosso volvería a Chamartín y ganó la sexta Copa de Europa.

En realidad, Real Madrid y Atlético eran los dos grandes de la Liga por aquellos años, mitad del siglo pasado. "En mis tiempos, el rival era el Atlético. Era al que queríamos ganar a toda costa porque era el vecino. Y perder con el vecino significaba que al día siguiente en la oficina, en el bar, en la calle, sus aficionados se reían de los nuestros y, por tanto, de nosotros", apuntó Alfredo Di Stéfano, quien fuera del campo alternaba con varios futbolistas rojiblancos.

La marcha de Hugo Sánchez

Otro punto de inflexión en la rivalidad entre ambos fue la marcha de Hugo Sánchez del Calderón al Bernabéu, algo que la parroquia atlética no perdonó al mexicano. Pero el Macho se convirtió en el exterminador mientras convivía con la Quinta del Buitre. El siguiente goleador que hizo el trasvase fue un joven canterano de la Colonia Marconi que abandonó la ribera del Manzanares cuando Jesús Gil y Gil decidió cerrar la cantera atlético, motivo por el que Raúl González Blanco terminó aterrizando en el Bernabéu. Después se produjo una corriente en el camino inverso en el que aparecieron nombres propios como los de Paco Llorente o un Bernd Schuster que marcó un gol histórico en la final de Copa del Bernabéu en la que Futre y él se convirtieron en mitos rojiblancos.

Ahora llega un derbi en el que es curioso que todos, especialmente los atléticos, estén más pendientes de si Vinicius marca y lo celebra bailando que de Sergio Reguilón, su flamante refuerzo para el lateral izquierdo, un madridista de cuna que en su presentación como rojiblanco no dejó claro si celebraría un gol en el caso de marcarlo en el derbi ante el Real Madrid. Pero Reguilón no es el único salido de la cantera madridista porque Simeone cuenta que Álvaro Morata, Marcos Llorente o Mario Hermoso, tres futbolistas fabricados en La Fábrica madridista.

Este verano ha podido escribir un capítulo llamativo si Cristiano Ronaldo hubiese acabado vestido de rojiblanco en la Champions, como pretendía Jorge Mendes. Pero la operación se vino abajo debido el repudio de la parroquia atlética a asumir como propio a un delantero que tantos goles les ha metido y que siempre ha sido especialmente punzante con los rojiblancos. La presión superó en este caso a Miguel Ángel Gil y la situación financiera del club colchonero frenó una operación más bursátil que deportiva.

Este domingo Atlético y Real Madrid escribirán el próximo episodio de una interminable historia de rivalidad e histeria en la que hay cosas que no hace faltas explicarlas y cosas que son imposible de justificar. Baile o no Vinícius si marca, a los atléticos debería hacerle más daño el gol del brasileño que su movimiento de cadera. Porque la rivalidad entre rojiblancos y madridistas lleva más de 100 años alimentándose de lo que pasa en el campo. El resto le importa al aficionado entre poco y nada. Baile Vinícius o Griezmann.