Abel Resino: "Cuando le paré el penalti a Míchel, fue como sentir un orgasmo"
A los 22 años, lo fichó el Atleti, pero para jugar en el filial. Cuatro primaveras más tarde, debutó en Primera y se convirtió en el portero del equipo rojiblanco durante una década
Si Abel Resino (Velada, Toledo, 1960) hubiera sido piloto, su futuro estaba encaminado a circular en exclusiva por carreteras secundarias. Hasta los 22 años, jugó en el fútbol modesto. Su situación tardó en cambiar.
El Zaragoza intentó ficharlo, pero él eligió finalmente al Atlético de Madrid. En el Manzanares, tuvo que esperar cuatro años para debutar en Primera, a los 26. Desde entonces, fue el portero del equipo durante una década. Allí ganó una Supercopa de España, dos Copas del Rey y un Zamora.
Abel se retiró en el Rayo y también fue entrenador. De hecho, fue el antepenúltimo técnico del Atleti antes de que llegara Diego Pablo Simeone. Su última experiencia en los banquillos fue en Granada, en 2014. Ahora espera una nueva oportunidad como técnico.
PREGUNTA. ¿A qué se dedica ahora Abel Resino?
RESPUESTA. Estoy a la espera de alguna oportunidad. Llevo varios años sin entrenar y, si sales de la cuerda, es más difícil. Eso sí, estoy abierto a cualquier posibilidad, también en el extranjero. Además de ver fútbol, me dedico a mis negocios.
P. ¿Cómo recuerda su infancia en Toledo?
R. Igual que la de cualquier niño de la época. Antes teníamos mucho menos y nos divertíamos de una manera muy diferente. En la calle, jugábamos tres o cuatro partidos al día. En ese tiempo, no había máquinas de videojuegos ni nada; lo máximo eran los billares.
"El billar era un 'hobby' y el fútbol, lo máximo"
P. ¿Eclipsaban en algún momento al fútbol?
R. No, nunca. El billar era un 'hobby', pero el fútbol era lo máximo. Cuando se jugaban los partidos, los domingos por la tarde, siempre los escuchaba por la radio. Y veíamos los pocos que se emitían en televisión. Ahora, puedes ver un partido de cualquier lugar del mundo.
P. Cuando se juega en la calle, nadie quiere ser portero. ¿Cómo acabó usted en esa posición?
R. Yo alternaba la portería con otras posiciones cuando jugaba de portero. No obstante, en el primer equipo en el que jugué federado, tomé la decisión de ser portero porque la gente me veía bien en ese lugar, aunque hubiera tenido opciones como jugador.
P. ¿En qué otras posiciones jugaba?
R. De todoterreno, un jugador que aporta al equipo en términos de participación. Y en los ratos que pasa corriendo. En ese aspecto, yo tenía bastante liderazgo. Normalmente, siempre era uno de los capitanes cuando jugábamos en la calle con dos piedras como porterías. En el colegio, solo había un juego, que era el fútbol.
P. ¿Qué aprendió usted del fútbol callejero?
R. Muchísimas cosas. A mí me gustaba mucho imitar lo que veía en televisión. En la calle, sin embargo, el fútbol era una diversión. Como no había ninguna otra distracción que nos hiciera perder la pasión por el fútbol, aprendíamos continuamente. Siempre había algo, como superar a un rival, que aprendías cuando jugabas con los amigos.
P. Ha hablado antes del liderazgo. ¿El líder nace o se hace?
R. El líder tiene que ser vocacional; tiene que ser de fábrica. Lógicamente, luego cada liderazgo tiene su impronta. Eso te hace más fuerte y te da capacidad para trabajar. Todos los entrenadores queremos tener presencia en el campo a través de un jugador. Lo ideal es tener un jugador con capacidad de liderazgo por línea; no hay que tener espectadores en el campo.
P. Usted llegó al filial del Atleti con 22 años. ¿Tenía un plan B?
R. No, porque mi vida era el fútbol. Cuando llegué al Atleti, tomé noción de esa faceta. Actualmente, es más fácil que un chico joven desarrolle otras inquietudes al margen del fútbol porque maneja más información. Nosotros no teníamos internet, ni ordenadores ni móviles. Yo me la jugué con el fútbol y tuve la fortuna de ser profesional. Primero como jugador y luego como entrenador.
P. Usted pasó por el Toledo y el Ciempozuelos antes de llegar al Atleti. ¿Qué enseñanzas le dejó el fútbol modesto que no aprendió en la élite?
R. Especialmente, el papel de los veteranos. Entonces, los mayores del vestuario tenían 28 o 29 años. Además, era habitual que a esa edad los jugadores tuvieran experiencia y hubieran pasado por muchos equipos. Recuerdo que con mi entrenador en Toledo, Emilio, iba por la mañana al gimnasio y luego por la tarde entrenaba con el equipo. Mi preparación era buena porque yo también me ejercitaba por la mañana. Mis compañeros, sin embargo, trabajaban a esas horas. A esa edad, te aguantas todo ese tipo de cosas. Lo que todavía recuerdo son las enseñanzas de los veteranos, que me contaban cómo llegaban cansados a entrenar después del día de trabajo. Pero lo hacían porque les apasionaba el fútbol.
P. Si el fútbol de Primera, con cámaras, era duro, no me quiero imaginar el modesto.
R. En los 80, había muchísimas operaciones de quirófano por lesiones en la rodilla. Y eran operaciones complicadas porque la cirugía no era la misma que ahora. Actualmente, hay muy pocos jugadores que se tengan que operar como consecuencia de una entrada muy dura. Antes, le pasaba como mínimo a cuatro jugadores por equipo.
"Luis me convenció para jugar en el filial y así tener minutos"
P. ¿Cómo se produjo su fichaje por el Atlético de Madrid?
R. Yo hice una buena temporada en el Ciempozuelos. Rodrigo era el secretario técnico del Atleti y tenía buena relación con nuestro entrenador, que le comentó que debía ficharme. En aquella época, también me quería el Zaragoza, que estaba en Primera, pero yo elegí a los colchoneros. La condición que puse fue que me hicieran ficha en el primer equipo. Luego conocí a Luis Aragonés y me dijo que era mejor que tuviera ficha del filial para tener minutos.
P. Usted debutó en Primera a los 26. ¿Pensó que se le había pasado el arroz?
R. Los porteros éramos más longevos en aquella época. Cuanta más experiencia tuvieras, mejor eras. Normalmente, los cancerberos se consagraban a partir de los 29 o 30 años. Ahora los porteros empiezan mucho más jóvenes.
P. ¿Hasta qué edad es posible esperar a un futbolista?
R. Nunca se sabe. Actualmente, hay mucha información y cualquier chaval que esté en la base ya está controlado. En mi época, no había esa facilidad para llegar a las canteras de los grandes equipos. A los 16 años hay chavales que debutan, pero antes igual encontrabas a uno, como es mi caso, que debutaba a los 26.
"Faltó un mayor reconocimiento a Luis Aragonés durante su vida"
P. Ha citado antes a Luis Aragonés. ¿Qué recuerdos tiene de él?
R. Grandísimos recuerdos. Lo más importante en un entrenador es que sea un líder. Y él lo era porque los jugadores creíamos en él. No importa que el técnico tenga una idea equivocada, lo más importante, decía, era la confianza del grupo. Él fue a muerte con esa idea porque pensaba que era la mejor forma de sacarle rendimiento a los futbolistas. Él era el máximo defensor del jugador y eso lo valorábamos.
P. ¿Está Luis infravalorado en el fútbol español?
R. Se le ha dado valor a su obra a título póstumo. En la Selección, recuerdo que lo pasó muy mal por toda la campaña que organizó la prensa para que llevara a Raúl. Sin embargo, él notó un cambio generacional y optó por otros jugadores. Se la jugó y ganó la Eurocopa. Tendría que haber continuada en la Selección porque estaba muy bien. En los homenajes que se le han hecho, los jugadores siempre han hablado bien de él. Vicente del Bosque, un hombre muy lúcido y buen tipo, continuó con aquello y es un personaje muy querido. A Luis le faltó un reconocimiento mayor durante su vida.
P. ¿Quién tuvo más mérito, Aragonés o Del Bosque?
R. Ambos. Luis se aventuró a crear un estilo de juego muy propio para España y Vicente acertó al continuar con esa forma de jugar, la que pregonaba el Barcelona. Los dos tuvieron una relevancia muy grande en esos éxitos.
P. En 1987, llegó Jesús Gil a la presidencia del Atleti. ¿Cómo fue aquella irrupción?
R. Fue algo traumático porque Gil era la antítesis de lo que estábamos acostumbrados con Vicente Calderón. Ahora los dirigentes son más tranquilos, pero los de aquella época… Él llegó con la idea de cambiar cosas del fútbol, de profesionalizar el deporte… Entró de forma alocada en el club y tuvo poca paciencia; siempre teníamos muchos cambios de entrenador.
P. ¿Por qué esa impaciencia?
R. Hubo un año en el que tuvimos seis o siete entrenadores y fue bastante complicado. Cada vez que llegaba alguien nuevo, era empezar de cero porque venía con sus ideas. Eso a los jugadores nos costaba porque no era habitual que hubiera tantas modificaciones en un año.
P. El primer fichaje de Gil fue Paulo Futre. ¿Les impresionó?
R. Sí, era un jugador brutal y que había destacado en el Oporto. Si Gil hubiera mantenido la calma, aquel equipo hubiera hecho grandes cosas. Había un equipazo, pero los cambios siempre lo precipitaban todo.
P. Su entrenador fue César Luis Menotti, que siempre defendió el achique de espacios.
R. Jugando así le ganamos 0-4 al Madrid y también vencimos al Barcelona. Ese estilo, con la defensa adelantada, a mí no me molestaba porque yo era rápido y no me daba miedo salir. Fuimos líderes durante buena parte del campeonato, pero Gil se impacientó. En aquel vestuario había grandes jugadores como Futre, Alemao, Salinas, Uralde…
"En aquel vestuario hablábamos de todo menos de fútbol..."
P. ¿Qué le faltó al Atleti de esos años para ganar una Liga o pelear por algún título europeo?
R. Tranquilidad. No podía ser que en el vestuario habláramos de todo menos de fútbol por los problemas que había. Lo normal, de año a año, es cambiar detalles y no casi todo, como hacía Gil. Es lo que está haciendo el actual Atleti, por eso es un equipo identificable, que sabes a lo que juega.
P. Usted logró el récord de imbatibilidad de la Liga. ¿Qué es más importante, la calidad del portero o una buena defensa?
R. Todo es una cadena. Conseguir algo así nunca es un objetivo, es algo que se da. Nos lo fuimos creyendo porque éramos muy metódicos y sabíamos qué teníamos que hacer cada uno. El entrenador, Tomislav Ivic, trabajaba muchísimo el bloque y el equipo. Estábamos siempre muy juntos y llevábamos muy buenos futbolistas.
P. Su presencia en la Selección, sin embargo, fue efímera, solo dos partidos. ¿Tuvo menos oportunidades de las que debería?
R. Sí, quizá merecía alguna oportunidad más. En aquel momento, el titular era Andoni Zubizarreta y me tapó las oportunidades. Siempre tuve la sensación de que merecí más, pero así es la vida.
P. ¿Echa de menos los derbis frente al Madrid?
R. Sí. Coincidíamos en los restaurantes y nos dábamos un abrazo, pero en el césped era como si no nos conociéramos. Además, el juego no llegaba a violento, pero era muy agresivo. La prensa también colaboraba mucho porque le daban mucho bombo durante la semana y había declaraciones explosivas. Ahora la cosa es más tranquila.
P. En esos años, ustedes ganaron la Copa del Rey, en 1991 y en 1992. ¿Cuántas veces ha visto la final del 92, la que le ganaron 2-0 al Madrid?
R. Tampoco tantas. Recientemente, la he visto de nuevo porque se cumplieron 30 años y me entrevistaron en el club.
P. Futre, autor del segundo gol, dijo que "nunca había sentido un orgasmo igual que lo que sintió en ese gol". ¿Le pasó a usted lo mismo?
R. Esas son las cosas de Paulo. Más que en el gol de Futre, yo lo sentí cuando le paré el penalti a Míchel. Además, fue una jugada clave porque ellos se hubieran colocado 2-1 y el partido hubiera cambiado completamente.
P. En aquel equipo también estaba Bernardo Schuster.
R. Un grandísimo jugador. Si no recuerdo mal, llegó al Barcelona en 1980 cuando ganó la Eurocopa con Alemania. Era un futbolista de mucho talento y con enormes virtudes. La gente pensaba que era lento, pero su visión de juego era tremenda. Cuando tú te preguntabas dónde podía ir el balón, él ya había elegido la mejor opción. Se anticipaba siempre a todos.
"La gente pensaba que Schuster era lento, pero su visión de juego era tremenda"
P. Usted acabó su carrera en el Rayo Vallecano. ¿Por qué los jugadores se impregnan tan rápido de la idiosincrasia del barrio?
R. Vallecas es un barrio especial y una afición especial. Un lugar en el sur de Madrid con el que te identificas con rapidez.
P. ¿Es bueno que se valore tanto el juego de pies en un portero?
R. Sí, muy bueno. Al final, depende de las características del equipo en el que juegues. Si tu equipo sale con el balón desde atrás, es fundamental porque le das una variante más. En cambio, si tu misión es meter un patadón, el juego de pies es irrelevante. Si el portero juega en un equipo que es dominado con frecuencia, tal vez es preferible que vaya bien por arriba o tenga un buen uno contra uno.
P. ¿Cuándo se decidió usted a ser entrenador?
R. Luis Aragonés siempre me dijo: "Usted puede ser un gran entrenador". Y siempre se lo agradecí, porque las palabras venían de un enorme técnico. Si no vuelvo a entrenar, mi carrera se quedaría muy corta.
P. ¿Se sufre más como jugador o como entrenador?
R. Como entrenador. Cuando eres jugador, tienes la confianza para saber que puedes cambiar la situación en cualquier momento y que dependes de ti mismo. En cambio, los entrenadores dependemos del rendimiento de los futbolistas. Puedes hacer un buen trabajo, pero luego dependes de muchos factores…
P. Usted entrenó al 'Kun' Agüero. ¿Cree que fue una de las mayores irrupciones en el fútbol español?
R. Sí, sí. En España tenía que haber tenido mucho más desarrollo, porque aguantaba muy bien el balón, era muy inteligente, iba bien al choque…
P. ¿Aún le recuerdan el récord de imbatibilidad cuando lo paran por la calle?
R. Sí (risas). Hace unos días, me pidieron una foto y me lo dijeron. La gente lo tiene todavía presente y me siento afortunado porque aún siento su cariño.
Si Abel Resino (Velada, Toledo, 1960) hubiera sido piloto, su futuro estaba encaminado a circular en exclusiva por carreteras secundarias. Hasta los 22 años, jugó en el fútbol modesto. Su situación tardó en cambiar.
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