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Esto es todo lo que pierde el Barça sin Leo Messi y lo que gana el PSG con su fichaje
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Se abre un universo desconocido

Esto es todo lo que pierde el Barça sin Leo Messi y lo que gana el PSG con su fichaje

El club azulgrana pierde a su mayor fuente goleadora, desequilibrante y creativa. La individualidad del argentino ya no tapará más desastres económicos ni deportivos

Foto: Leo Messi en uno de sus últimos partidos con el Barça. (EFE)
Leo Messi en uno de sus últimos partidos con el Barça. (EFE)

Por primera vez en más de una década, el Barça se adentra en un terreno desconocido. El vacío que deja tras de sí la marcha de Leo Messi se asemeja más bien a un agujero negro. Un páramo desierto emocional, futbolístico e identificativo. Un boquete irreparable para un club que se había acostumbrado a que las proezas del astro argentino sobre el césped del Camp Nou sirviesen de pararrayos, tapasen fugas y enmascarasen problemas estructurales. Los económicos, por parte de una directiva cuyo modelo de crecimiento estaba abocado al fracaso, y los deportivos, cuyos secretarios y responsables técnicos podían sobrevivir más tiempo en el cargo a pesar de fallar sistemáticamente en las últimas temporadas al sobrepagar por jugadores de rendimiento fantasmagórico.

Foto: Leo Messi celebra un tanto con la afición del Camp Nou. (Reuters)

El coloso que reinó en el Camp Nou hasta tiranizar LaLiga (ha levantado 10 títulos nacionales de los 15 que ha disputado donde ha completado más de 2.000 minutos), se va y con él lo hace la manera en la que el club, entrenador, jugadores y rivales comprendieron este deporte. El valor competitivo y ganador más irrebatible. La certeza de que lo que era una quimera podía suceder. "Ya nada volverá a ser lo mismo. Ni el Camp Nou, ni la ciudad de Barcelona, ni nosotros mismos", confesaba Gerard Piqué. El culé moderno no encontrará tanta tristeza en el calendario como esta semana.

Ya no existirá la opción de zanjar un partido anodino con tan solo pasársela a Messi. Ni de inclinar situaciones desfavorables a través del talento poliédrico del albiceleste. Ni Wembley ni Roma. Se acaba el comodín y el atajo hacia la victoria. El que elimina toneladas de responsabilidad a los gestores de equipos y compañeros en diferentes escenarios. Se acaba, en otras palabras, aquello que decía el pensador y escritor inglés, Aldous Huxley, de que “el hábito convierte los placeres suntuosos en necesidades cotidianas”.

El sistema nervioso culé

El argentino ha sido el mejor extremo desequilibrante, el goleador más letal y puntual, el mediapunta más certero y el centrocampista organizador más dominador que uno pueda imaginar. Messi no era una posición, sino un arsenal de soluciones futbolísticas. Lo hacía andando y acelerando cuando él lo decidía. Aunque su equipo sufriese para controlar el encuentro, porque, como decía el exseleccionador de Argentina en la final del Mundial de 2010, “Messi no está, pero está”. Durante los últimos años, sin importar apenas el entrenador, el Barça únicamente se nutrió de los goles, la creatividad, los pases milimétricos y el desborde de Leo Messi. Lo exprimió al máximo mientras la calidad de su plantilla se descapitalizaba sin poder destruir la perversa narrativa de que quien tuviese al '10' estaba mucho más cerca de ganar en un deporte colectivo.

placeholder Leo Messi rodeado de jugadores del Celta de Vigo durante su último partido como azulgrana. (EFE)
Leo Messi rodeado de jugadores del Celta de Vigo durante su último partido como azulgrana. (EFE)

Asimismo, cuanto más envejecía, mayor era la dependencia del colectivo azulgrana hacia la estrella. En el universo Messi él era el principio y el final de todo. Del mismo modo, Leo creaba una realidad paralela en la mente del aficionado, engañando así al máximo de espectadores. Su actuación personal dejaba en un segundo plano las dificultades colectivas y maquillaba momentos de zozobra hasta girar el partido a su favor. Una individualidad tan determinante que condicionaba el devenir del choque en todos sus aspectos.

El inevitable fallo en el sistema. O tal y como explicaba el histórico defensor italiano, Giorgio Chiellini, en una entrevista concedida a Eurosport sobre lo importante que es para un defensor conocer las características del rival: "El conocimiento del oponente es esencial, incluso de forma individual. Te permite entender la mayoría de sus características. A Cristiano Ronaldo le marcas tratando de no caer por la derecha. Y con Messi... te santiguas". Un hecho que el entrenador que mejor ha sabido limitar su inabarcable talento, José Mourinho, expresaría de la siguiente manera hace un lustro: "La gente piensa de forma incorrecta. Una cosa es un equipo y otra cosa muy diferente es un equipo con Messi. Este chico marca la diferencia por sí mismo y hace que todo sea diferente".

Ahora el fútbol culé se volverá más lógico y racional tras la despedida de un jugador extraordinario.

placeholder José Mourinho y Leo Messi durante aquellos Real Madrid-Barça. (EFE)
José Mourinho y Leo Messi durante aquellos Real Madrid-Barça. (EFE)

El agente encargado de ligar el destino de Messi al club catalán a través de la servilleta más famosa de la historia en la cafetería del Club de Tennis Pompeia de la Ciudad Condal hace dos décadas, Josep Maria Minguella, analiza así la marcha del astro albiceleste: "El Barça va a tener que reconvertirse futbolísticamente y cambiar la forma de jugar al fútbol como venía haciendo hasta ahora. La influencia de Leo en el juego ha sido total hasta el punto de ser el eje de todo el juego, especialmente de ataque". Conductor del juego ofensivo, cerebro en el último tercio del campo y dinamizador del frente atacante por excelencia, el rosarino podía ganar solo el partido en un conjunto sin automatismos ni identidad. Ya lo advertía Pep Guardiola: “Hay que hacer que Messi esté contento y luego todo es más fácil”.

En este sentido, Minguella también subraya el efecto intimidatorio que produce el '10' en los adversarios: "Leo creaba temor futbolístico en los equipos de LaLiga. La máxima preocupación de los técnicos rivales era cómo frenar a Messi y los jugadores que se enfrentaban a él sabían que les podía volar por los aires el planteamiento en cualquier momento. Insisto en esto porque no es cuantificable, pero condicionaba los sistemas tácticos rivales y cambiaba los partidos. Esto ya no va a existir y el equipo deberá apoyarse en el colectivo".

Un depredador voraz

En la última década, Leo Messi pasó de ser un extremo endiablado que comprendía el juego como una aventura individual a un rodillo goleador y, después, a desarrollar un sentido organizador, coral y creativo del fútbol que previamente no poseía sumando así habilidades a borbotones. Sin embargo, además de ser el sistema nervioso del Barça, no ha habido ninguna característica que haya ido más íntimamente ligada a su figura que la inextinguible aptitud anotadora y su capacidad de ser decisivo frente al portero de forma sostenida y regular.

Messi es el jugador más completo que ha dado el fútbol desde el año 2000 y también el más mortífero, ya que posee la arista del deporte más determinante: la sabiduría del gol. Solo así se entiende que en 2013 consiguiese haber marcado los mismos goles que Maradona (345) en 223 partidos menos. Epicentro anotador, el Barça se despide de 670 goles en 774 partidos. Goles en jugadas elaboradas. Goles de vaselina. Goles desde la frontal. Goles desde el pico del área. Goles rematando en el interior de la misma. Goles de falta. Por la escuadra. Por debajo de la barrera. Al palo largo y al del portero. Goles de penalti. Con la derecha, la izquierda, de cabeza y sin coger carrerilla. Tantas formas de definir como uno se pueda imaginar.

"Ahora el Barça se queda sin un jugador que siempre ha ofrecido la fórmula del gol. El que ha frenado una caída lenta y progresiva y ha tapado como ha podido los fichajes decepcionantes a precios exagerados. Las estadísticas, las jugadas memorables..., pero, sobre todo, los goles.", apunta Minguella.

placeholder El argentino celebra un gol en el Camp Nou. (EFE)
El argentino celebra un gol en el Camp Nou. (EFE)

Pero su ausencia irá más allá de los tantos y las asistencias. Se va también un movimiento ganador sin parangón en España. Tras la salida de Neymar y las recurrentes lesiones de Ousmane Dembélé y hasta que Ronald Koeman se inventó al nuevo Frenkie de Jong, el Barça solo ha encontrado una forma consistente de atacar la profundidad. Con la catapulta de Leo Messi hacia Jordi Alba. El lateral izquierdo corría al espacio, Messi sacaba a relucir su privilegiada paleta de golpeos y hacía ganar metros a su equipo sin necesidad de plantarse en la frontal del área. Luego, Alba se la devolvía en el balcón del área entre un enjambre de piernas y Messi la colocaba al fondo de la red. Todos los equipos lo sabían, pero nadie lo podía evitar. Una y otra vez.

El Barça pierde a su mayor pilar competitivo y emocional. Minguella recalca su importancia dentro y fuera del campo: "Era el capitán a todos los efectos en el vestuario. Un jugador con el peso específico que ha tenido Leo... Él encontraba un grupo de veteranos con el que mantenía una excelente relación. Ayudaba a los jóvenes y a los recién llegados. Esto no lo puede hacer olvidar otro jugador ahora". Algo que respaldaba el propio Gerard Piqué en el Gamper al ser preguntado por su salida: "Es un golpe anímico, sobre todo para los que hemos compartido mucho tiempo con él. Sabemos que nos hace mal y a él también. Y futbolístico, es obvio".

Hasta este preciso instante, Messi concentraba los focos, las interminables horas de debate e imantaba la presión de la misma manera que aglutinaba contrarios a su alrededor. Pero eso ya se ha acabado y el Barça deberá reaprender a caminar despojado de quien ha calzado sus zapatos durante más de una década. Es el fundido a negro azulgrana.

Por primera vez en más de una década, el Barça se adentra en un terreno desconocido. El vacío que deja tras de sí la marcha de Leo Messi se asemeja más bien a un agujero negro. Un páramo desierto emocional, futbolístico e identificativo. Un boquete irreparable para un club que se había acostumbrado a que las proezas del astro argentino sobre el césped del Camp Nou sirviesen de pararrayos, tapasen fugas y enmascarasen problemas estructurales. Los económicos, por parte de una directiva cuyo modelo de crecimiento estaba abocado al fracaso, y los deportivos, cuyos secretarios y responsables técnicos podían sobrevivir más tiempo en el cargo a pesar de fallar sistemáticamente en las últimas temporadas al sobrepagar por jugadores de rendimiento fantasmagórico.

Leo Messi Joan Laporta