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Dembélé se queda fuera de la lista y se le empieza a poner cara de Robinho
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Dembélé se queda fuera de la lista y se le empieza a poner cara de Robinho

Valverde no quiso explicitar el castigo, pero lo dejará en la grada después de haberse saltado un entrenamiento esta semana. El runrún con él habla de poca atención por su trabajo

Foto: Dembélé, contra el Inter. (EFE)
Dembélé, contra el Inter. (EFE)

A Ousmane Dembélé se le está poniendo poco a poco cara de Robinho. De fichaje carísimo, con ciertas cualidades y más problemas que soluciones. Ernesto Valverde, que es el que tiene que lidiar con la compleja situación, le ha dejado esta semana en la grada para que reflexione. No irá convocado, probablemente porque el jueves el francés ni se pasó por el entrenamiento. No es que no hubiese, o que no fuese obligatorio, simplemente se lo saltó. El entrenador, con lógica, ha actuado en consecuencia, esta semana no habrá fútbol para él.

Valverde, con su calma habitual, ha querido vender que el castigo no es un castigo. "No es un castigo. Cada uno puede interpretarlo como quiera", explicaba el entrenador, al que tampoco le supone un drama futbolístico que no esté Dembélé, mucho más si se tiene en cuenta que Messi, después de su lesión, vuelve a la lista, y con él de por medio el resto de atacantes pierden relevancia. Además, tampoco es que el extremo esté siendo decisivo con su equipo. A ratos, en el mejor de los casos.

Foto: Ousmane Dembélé, en León. (EFE) Opinión

"A veces unos van convocados y a veces van otros. Y lo que intento es hacer lo mejor para mi equipo y para mi club", reflexionaba más tarde el técnico. Y, sin quererlo -o quizá sí- dejó una pincelada más de lo que con Dembélé es un problema mayúsculo, y es que los intereses del club y del equipo no siempre son coincidentes. La institución, por descontado, siempre quiere que el equipo gane, pero no todos los caminos hasta ahí son igual de convenientes.

El Barcelona puso 105 millones de golpe al Borussia Dortmund para llevarse a Dembélé a su club. Adicionalmente, puso cláusulas en el contrato para llegar a 145 si era preciso. Estos anexos no suelen recoger espectaculares desempeños para alcanzarlos, son más bien un modo de aplazar un pago y de vender al mundo que la directiva no ha enloquecido totalmente. Cuando un club invierte esa cantidad de dinero en un activo lo convierte en algo más que un jugador, es una inversión.

Es cierto, en el caso de Dembélé -como con Coutinho- hubo la típica sobrerreacción de club herido. Se acababa de marchar Neymar, había dinero en caja y un vacío más emocional que futbolístico, a decir verdad. Es típico de estos escenarios, el Barcelona es un equipo enorme que se vio ultrajado por el nuevo rico que les había sustraído una estrella, necesitaba un golpe en la mesa en forma de gastos importantes. Y en esa toma de decisiones, en las que las tripas y el corazón tiene tanto como la cabeza, se calculan peor los riesgos.

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La vida disoluta

Una inversión loca no asegura resultados, aunque tampoco los descarta, como algunos pretenden hacer ver. Cuando Florentino Pérez recuperó la presidencia del Real Madrid, contrató de golpe a Cristiano Ronaldo y a Kaká. Los dos fueron carisímos pero el primero, más costoso, demostró con el paso del tiempo que el precio pagado se satisfacía con su fútbol. El brasileño no rentó ni una pequeña porción de lo invertido por él. No al menos en el campo de juego.

Aunque hay un dato en Dembélé que resulta más inquietante todavía: su actitud. No se suele hablar demasiado de lo que los jugadores hacen o deshacen fuera de su vida profesional. Se cuentan con sordina, pero ahí está, el chico no parece implicado, y esa palabra, implicado, es un cajón de sastre en el que caben muchas cosas, pero rara vez son positivas. Desde despiste a desidia, a cada cual peor. Tampoco parece ser el jugador más querido, de él se habla mucho y nadie parece controlar la información que le señala. Incluso ha sido señalado públicamente por algún compañero, como hizo Rakitic en Sevilla. Se puede terminar dando lo que el Barcelona intenta evitar por todos los medios, que Dembélé se convierta en Robinho.

Foto: Ousmane Dembélé. (Reuters)

Por si no se recuerda, los paralelismos son varios. Fichaje de campanillas, caro para la época, regateador, encarador, de esos que quedan maravillosamente en un vídeo de 40 segundos con recortes y autopases. Jugadores con cualidades evidentes, de los que hay pocos, pero que tienen problemas para entender el juego. Son más deportistas que futbolistas, como si pudiesen hacer muchas cosas con el balón pero no tuviesen realmente claro las cosas que necesitan para llegar a buen cuerpo. Robinho no triunfó en el Madrid y fue vendido, por el camino dejó un dinero válido y temporadas de sinsabores.

Ese horizonte no es descartable para Dembélé. Ya se habla de un posible traspaso que sirva para recuperar al menos una buena parte de lo invertido. Quizá la mejor manera de que este naufragio no sea completo, aunque el día que se le fichó no se le vio como tal sino como uno de los cimientos del futuro Barcelona. A veces no sale, y esta puede ser una de esas, si el francés encuentra su fútbol puede llegar a ser parte de eso, pero hoy en día está más cerca de ser castigado que de contar con él para grandes cosas. Igual en Inglaterra llegan a cien millones de euros, el fútbol enloqueció hace tiempo.

A Ousmane Dembélé se le está poniendo poco a poco cara de Robinho. De fichaje carísimo, con ciertas cualidades y más problemas que soluciones. Ernesto Valverde, que es el que tiene que lidiar con la compleja situación, le ha dejado esta semana en la grada para que reflexione. No irá convocado, probablemente porque el jueves el francés ni se pasó por el entrenamiento. No es que no hubiese, o que no fuese obligatorio, simplemente se lo saltó. El entrenador, con lógica, ha actuado en consecuencia, esta semana no habrá fútbol para él.

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