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Las buenas maneras de Valverde no dan buen juego, pero sí eficacia y resultados
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Las buenas maneras de Valverde no dan buen juego, pero sí eficacia y resultados

El técnico ha tenido que afrontar grandes problemas y los ha solventado todos con mano izquierda. Contrasta con su antecesor, Luis Enrique, que vivía en una guerra continua con el mundo

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Ernesto Valverde siempre lleva el mismo rictus, con una sonrisa clara pero no rebosante, como si hubiese en él algo de escepticismo. Las cosas marchan, aunque los meses que lleva en el Barcelona le han dado para saber que es un destino muy diferente a los demás. Nunca estará más cerca de los títulos, entiéndase estos como el cielo, pero tampoco tendrá otro lugar -salvo, por supuesto, el eterno rival- en el que se le escrute con tanto esmero y se le busquen tanto las cosquillas. Él va ganando partidos y mientras los resultados lleguen las posibles críticas serán con sordina.

Llegarán algunas, eso sí, porque el equipo no rompe a jugar bonito. Y en un club que presume de excelencia, casi de haber inventado el fútbol estético, eso es un hecho que grava un poco el análisis. No, este Barcelona no es brillante, no es lujoso o divertido. Los partidos, como el último contra el Villarreal, no son precisamente un jolgorio, más bien al contrario, son como ver una centrifugadora funcionar, dar vueltas y vueltas. Pero la rueda sale que gana, partido a partido, con pocos tropiezos, con un portero excelso, Messi y una enorme eficacia. La fórmula de la receta no es nueva, se puede ganar jugando muy bonito, pero no es el único modo de hacerlo.

Foto: Valverde sonríe en un entrenamiento. (EFE)

No es tampoco un equipo defensivo al uso, pero sí uno extremadamente controlador. Se queda con el balón y lo mueve con poca velocidad y nulo riesgo. El rival se desespera un poco, porque es complicado agarrarle la pelota a un conjunto que tiene tanta calidad técnica. Si se tiene el balón y se distribuye con cuidado es improbable que el rival tenga muchas ocasiones de hacer daño. Y con un guardameta como Ter Stegen no suele dar con una o dos balas, tiene muchas más vidas.

Valverde, desde el banquillo, juega con su media sonrisa. Es un tipo muy querido, de esos que ha entrado con buen pie desde el primer día porque sus sonrisas son reales y no se toma el mundo con mucha intensidad. Valverde, como le pasa a Zidane, es un hombre que sabe aceptar la crítica, que no tiene problema en controlar a los medios incluso en relacionarse con ellos con naturalidad y no como si fuesen el enemigo. Ya tenía cierto contacto con los habituales, pues jugó en Barcelona unos años y nunca ha dejado del todo de estar fuera del radar. Pero no es una cuestión de conocimiento de tiempo sino de carácter.

Más que nada porque su predecesor, Luis Enrique, también tenía una prolija historia en la casa y, a pesar de los años de convivencia, nunca fue capaz de sacar más que los dientes en su relación con todo lo que tenía a su alrededor. El asturiano tiene un ciclo exitoso en el club, con un triplete incluido, pero el tema del cariño y del consenso nunca fue lo suyo. Ni con la prensa, ni con su equipo ni con prácticamente nadie. A Luis Enrique le esperaban muchos porque lo suyo era sembrar cizaña. Y cuando se torcieron las cosas el ambiente terminó casi con un aroma bélico.

No es necesario ser alguien educado para ser un buen técnico pero, en contra de lo que piensan algunos, se puede ser educado y buen entrenador

Podría parece que lo primero que miró Bartomeu -y su larguísimo 'staff' técnico- fue el carácter. La clave era no repetir el repertorio de minas del saliente y encontrar un candidato que tuviese experiencia y oficio, pero no solo para alinear jugadores, también para conseguir algo parecido a un consenso social, si es que eso es posible en una posición como el banquillo del Barcelona. El más cercano a eso es Valverde, aunque también a él le esperan con la guadaña los más acérrimos defensores del guardiolismo por aquello de no guardar convenientemente las esencias del juego de toque. "Si hasta pone a Paulinho", se dirá indignado algún purista. Se puede pensar que esto es una cuestión menor, que a un entrenador se le pide la última genialidad táctica, ser capaz de poner a un lateral de mediocentro y acertar. Pero, al final, el resultado es el juez y si se llega solo con normalidad y buenas palabras vale lo mismo.

Clasificado primero en su grupo de Champions, algo nada sencillo, pues se cruzaba con el subcampeón continental. Primero también en Liga, con unos cómodos seis puntos sobre el Valencia, el inmediato perseguidor. Es cierto, unos cuantos de esos puntos han llegado sobre el reloj, con agobios, pidiéndole al árbitro con ansia que diese tres pitidos y mandase a casa a todos los allí presentes. Que todo eso sea cierto no quita que la aritmética esté a su favor y de un modo rotundo.

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GRAF3892. SANT JOAN D'ESPÍ (BARCELONA), 04 12 2017.- El entrenador del FC Barcelona, Ernesto Valverde, durante el entrenamiento del equipo azulgrana esta tarde en la ciudad deportiva Joan Gamper, para preparar el partido de Liga de Campeones que mañana disputarán ante el Sporting en el Camp Nou. EFE Alejandro García

Un equipo menos potente

Tampoco lo ha tenido todo tan sencillo, que las cosas había que hacerlas. El Barcelona es una de las grandes plantillas europeas, por supuesto, siempre lo es. Pero el equipo que el año pasado fue insuficiente para todas las competiciones importantes, que persiguió al Madrid sin éxito en la Liga y no llegó a semifinales de Champions, era incluso más potente del que hoy tiene entre manos el técnico extremeño. Porque se fue Neymar, que es uno de los mejores jugadores del mundo y al que sería imposible no echar de menos. Y a eso se le suma que su recambio, Dembele, se rompió al poco de llegar y no ha sido parte de la solución en ningún momento.

Así que ha tenido que tirar de Denis, de Alcacer, incluso de André Gomes, de gente que no está a ese nivel. Se ha encontrado, además, con que Luis Suárez, que sigue marcando goles, no está tan suelto como en otras temporadas. Tuvo una lesión que le rompió la planificación física y echa de menos a Neymar un socio de primer nivel que ahora ha perdido. Así que Valverde, que heredó un equipo de delanteros, porque eso era lo que proponía Luis Enrique, se ha tenido que inventar una fórmula para seguir siendo un equipo favorito a todo a pesar de esas eventualidades. Y en su caso ha sido un equipo controlado, pegajoso, eficiente y con Messi.

Foto: Deulofeu, durante un partido de esta temporada. (Reuters)

Por si fuese poco lo de gestionar una plantilla de cientos de millones de euros, con una directiva un poco peleada con las estrellas y manejar una ciudad entera que exige resultados, Valverde se ha visto también metido en el fuego político de Cataluña. Porque abstraerse de la situación, los últimos meses, ha sido imposible. Era algo que se preguntaba todo el mundo y el propio club se ha visto en ocasiones como sujeto en toda la batalla. Valverde, en su estilo, nunca dijo una palabra más alta que otra, se puso el traje de institución y defendió al club sobre todas las cosas, sin abrir heridas, sin hacer daño a nadie. Lo que se espera de un hombre inteligente y muy medido, como es el caso.

Las Ligas no se ganan en diciembre, pero sí se pueden perder en esta época del año. El Barcelona, por el momento, cumple con nota en la casilla de resultados. Valverde, por su parte, también lo hace en la de la cordialidad y las buenas maneras. No es necesario ser alguien educado y elegante para ser un buen entrenador pero, al contrario de lo que piensan algunos, se puede ser elegante y educado y, además, ser un entrenador de éxito.

Ernesto Valverde siempre lleva el mismo rictus, con una sonrisa clara pero no rebosante, como si hubiese en él algo de escepticismo. Las cosas marchan, aunque los meses que lleva en el Barcelona le han dado para saber que es un destino muy diferente a los demás. Nunca estará más cerca de los títulos, entiéndase estos como el cielo, pero tampoco tendrá otro lugar -salvo, por supuesto, el eterno rival- en el que se le escrute con tanto esmero y se le busquen tanto las cosquillas. Él va ganando partidos y mientras los resultados lleguen las posibles críticas serán con sordina.

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