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Un buen Valencia y un mal árbitro frenan la racha ganadora del Barcelona
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rodrigo y jordi alba marcaron los goles

Un buen Valencia y un mal árbitro frenan la racha ganadora del Barcelona

El equipo de Marcelino demostró su seriedad y se postuló como aspirante para la Liga, pero también se aprovechó de un fallo enorme en un gol fantasma que Álvarez Izquierdo no vio

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Era una tarde grande, porque el Valencia de Marcelino lo es. El equipo ché puede ser grande o no dependiendo de las circunstancias. Hay temporadas que solo es un mar de necesidades, en las que se habla de deudas, de duelos y lamentaciones. Otras, como esta, son un equipo competitivo, de los que miran a los ojos al rival y no se consideran menos fuertes que nadie. El entrenador asturiano ha devuelto esa sangra noble a su equipo, que es segundo en Liga, que rascó un meritorio empate al líder, el Barcelona. Siguiendo el ejemplo del Atlético del Cholo, de eso no hace tanto tiempo, ¿qué les impide soñar con un título liguero?

Fue el de Valencia un partido igualado, uno con dos tiempos bien diferenciados. En la primera parte parecía irremediable una victoria del Barcelona. Los ché salieron con un planteamiento algo medroso, defendiendo en su campo, esperando solo que el tiempo pasase lo más rápidamente posible. Era imposible resistir así un partido entero, pero quizá media parte... así fue. Más o menos.

Foto: Josep Maria Bartomeu y Leo Messi, en el acto de renovación del argentino con el Barça hasta 2021. (Reuters) Opinión

Más o menos, claro, porque el Barcelona tiene un motivo claro de queja. Un tiro de Messi desde lejos, en teoría sin peligro, terminó siendo una feria en manos de Neto, el portero del Valencia, que se empeñó en meter el balón en su propia portería. Entró, muy claramente, pero el árbitro, horrible durante todo el partido, consideró que no podía castigar a ese portero con un gol, que tenía más que suficiente oprobio con tener las manos mantequillosas. Se equivocó claro, porque sí era gol. Y se equivoca la Liga española al decirse tan buena si es incapaz de resolver una cosa tan obvia en pleno 2017.

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GRAF1617. VALENCIA, 26 11 2017.- Los jugadores del FC Barcelona, (i-d) el argentino Leo Messi, el brasileño Paulinho, Jordi Alba y el uruguayo Luis Suárez, celebran el primer gol del equipo blaugrana durante el encuentro correspondiente a la decimotercera jornada de primera división que disputan esta noche en el estadio de Mestalla, en Valencia. EFE Manuel Bruque.

El despertar del Valencia

Fuera de esa jugada, clara, la primera parte no tuvo mucho fútbol. Está saliendo un campeonato de partidos aburridos, muy intensos, muy rectos, sí, algo envarados, sin magia. Ni siquiera el recién renovado Leo Messi, de quien todo se puede esperar, encontraba la manera de meterle mano a la estructura defensiva del Valencia. El partido era, para que mentir, un buen tostón. En la segunda parte mejoró algo, pero tampoco para volverse loco.

El caso es que el Valencia perdió algunos de sus complejos y empezó a buscarle las cosquillas al Barcelona. Tiene pocas, ya se sabe, el equipo de Valverde no es exactamente bonito, pero sí muy eficiente. En una de esas Gayá, que en la primera parte no había cruzado la medular, se internó en la banda izquierda. Retó a Semedo y ganó, porque igual el portugués ataca muy bien, pero en defensa tiene lagunas. Y de ahí a Rodrigo, que realizó una de las funciones más complicadas del mundo actual, que no es otra que marcarle un gol a Marc André Ter-Stegen. Un un bonito gesto, el hispanbrasileño se puso una peluca naranja para homenajear al fallecido presidente Jaume Ortí. Amarilla, se supone. Pero no, con Álvarez Izquierdo el 'show' no termina nunca.

Sabemos que no se enteró de nada porque, un rato más tarde, Rodrigo hizo una tarjeta de amarilla y el árbitro, esta vez sí, se la enseñó. Había mostrado una en la celebración del gol, pero es difícil saber a quién. lo suyo era que fuese a Rodrigo, lo que todo el mundo creía era que se la había enseñado a Rodrigo. Pero o bien la había olvidado o bien no se había dado cuenta de que era el mismo jugador el de un sitio y otro. Total, que no expulsó a quien tuvo que ser expulsado.

Así que el Valencia se plantó en el último tercio del encuentro con el partido en la mano. Ahí reaccionó algo el Barcelona, a la manera de este equipo, diésel, sin acelerones. El balón lo llevaba Messi, miró al frente y nadie sabe más del horizonte que él. Encontró a Jordi Alba, le dio el pase perfecto y el lateral remató a placer para empatar el partido y poner unas tablas que sonaban a justas a tenor de lo visto durante el partido. Porque los equipos no mostraron un brillo monumental, aunque sí fue divertido por intenso. El fútbol no fue tremendo y, quizá por eso, lo más justo es un empate.

Era una tarde grande, porque el Valencia de Marcelino lo es. El equipo ché puede ser grande o no dependiendo de las circunstancias. Hay temporadas que solo es un mar de necesidades, en las que se habla de deudas, de duelos y lamentaciones. Otras, como esta, son un equipo competitivo, de los que miran a los ojos al rival y no se consideran menos fuertes que nadie. El entrenador asturiano ha devuelto esa sangra noble a su equipo, que es segundo en Liga, que rascó un meritorio empate al líder, el Barcelona. Siguiendo el ejemplo del Atlético del Cholo, de eso no hace tanto tiempo, ¿qué les impide soñar con un título liguero?

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