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El Real Madrid se acomoda en el paraíso, pero el infierno está a un pequeño paso
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"aún no hemos ganado nada", repite zidane

El Real Madrid se acomoda en el paraíso, pero el infierno está a un pequeño paso

Tras cada victoria importante de su equipo, Zidane ha repetido una frase: "Aún no hemos ganado nada". Solo la consecución de la Liga y la Champions confirmará el magnífico año merengue

Foto: El Madrid quiere seguir celebrando, pero con títulos de por medio. (EFE)
El Madrid quiere seguir celebrando, pero con títulos de por medio. (EFE)

No hay que fiarse de las apariencias, dicen los sabios. Si nos fijamos en los rostros de los madridistas, ya sean miembros y trabajadores del club, ya sean aficionados a lo largo y ancho del planeta, todos lucen unas sonrisas perennes más difíciles de sacar que una mancha de cereza en una camiseta merengue. No es para menos, tienen todo el derecho del mundo a sentir una felicidad inmensa. Quedan cuatro partidos para que acabe su temporada y si ganan tres y empatan uno (como mínimo), habrán ganado la Liga y la Champions League. ¿Quién no estaría contentísimo? Zidane. Zidane no lo está. No es que esté cabreado, en absoluto. Es cauto por una razón muy simple que no para de repetir: "Aún no hemos ganado nada".

Foto: Eliminar a tres rivales en un palmo, por Karim Benzema. (EFE)

El Madrid se encuentra ahora mismo en las puertas del paraíso. Hace unas semanas se topó con la serpiente (el Barça) y la picadura casi los manda al abismo, pero se reencontraron gracias al antídoto que todo lo cura, el Atlético en Champions. El Clásico sentó mal, pero la mejor noticia que le quedó al club de Chamartín era que pese a la derrota, seguían dependiendo de sí mismos gracias a esa bala guardada en la recámara que es el partido de Balaídos aplazado por el temporal en Galicia allá por febrero. No hay nervios por ello, hay tensión.

En la era moderna el Madrid no acostumbra a ganar dobletes. No se suele ver a un capitán levantando dos copas. El último que lo hizo fue Iker Casillas con la Copa y la Champions de 2014, antes lo hizo Manolo Sanchís en 1989 con la Liga y la Copa. De ahí que esta temporada esté cerca de ser una de las mejores de la historia blanca. Quién lo iba a decir. El Madrid siempre ha estado ahí arriba en la clasificación, pero dudaba en la Champions. Ganó solo tres partidos de la fase de grupos, cabe recordar. Pero si algo ha impregnado Zidane en este Madrid es la competitividad. El Madrid la había perdido. Renunciaba con facilidad a títulos, se dejaba ir en Liga, caía pronto en la Copa, su límite eran los octavos de la Champions. Solo con Ancelotti y Zidane ha estado tan cerca de ganar Liga y Champions a la vez.

Foto: (Reuters)

El único problema ante el que se encuentra es que ninguno de los dos trofeos está todavía en las vitrinas del Bernabéu. No los de este año, que esas mismas copas rebosan ya en el museo. De las puertas del paraíso a las del infierno solo hay un pequeño empujoncito. El Madrid está en un momento de forma tan espléndido que parece improbable que pueda perder alguno de los tres partidos que le quedan por delante para cantar el alirón, pero la opción está ahí, latente, presente. El Barça, tan inestable durante todo el año, está acabando bien, ganando sin problemas a todos sus rivales y los dos partidos que le quedan son asequibles. Es decir, la pelota y la presión están en el tejado blanco. Luego la final es a cara o cruz, el espacio para la especulación es inexistente.

Si el madridismo se atiene al pasado más reciente, no hay nada de qué preocuparse. ¿Recuerdan cómo acabó la Liga 15-16 el Madrid de Zidane? Mejor, imposible. Bueno, sí, podía ganar el título, pero eso ya no dependió de ellos mismos. Ganaron los doce últimos encuentros y pasaron de haber renunciado prematuramente a ganar la Liga en invierno a hacer sudar al Barça hasta la mismísima última jornada. El único partido en el que no consiguieron vencer fue en la final de Milán, pero la Copa de Europa acabó en casa. Con repetir solo una pequeña porción de ese final, la doble visita a la Cibeles está garantizada.

A Zidane la sonrisa le puede. Cuando cayó en el Clásico se asomó a la sala de prensa serio y taciturno, pero poco a poco se fue soltando y acabó sonriendo una vez más. Sin embargo, él es el más consciente de que a tres semanas de acabar la temporada, esta puede ser el mayor éxito madridista en medio siglo o quedarse como un año más sin títulos. Pese a que la costumbre reciente nos dice que es más habitual lo segundo que lo primero, ¿se podría llegar a considerar un fracaso quedarse un año en blanco después de todo lo conseguido hasta ahora? No, probablemente no. El Madrid está hecho para ganar y no sirven las medias tintas. Sería una decepción no ganar nada, lo cual aún puede pasar, pero la gloria de estar ahí para intentarlo no se debe de olvidar.

Todo es más fácil si un día puede aparecer como héroe Cristiano Ronaldo o Sergio Ramos, Isco o Benzema. Las opciones son tan amplias que resulta más que improbable que el madridismo acabe sin nada que llevarse a la boca. Juegue el 'equipo A' o la 'segunda línea', el éxito parece garantizado.

Alineaciones probables

Real Madrid: Keylor Navas; Danilo, Nacho, Sergio Ramos, Marcelo; Casemiro, Modric, Kroos; James, Cristiano Ronaldo y Benzema.

Sevilla FC: Sergio Rico; Mercado, Nico Pareja, Carriço, Lenglet; N'Zonzi, Kranevitter; Correa, Franco Vázquez, Vitolo; y Ben Yedder.

Árbitro: Undiano Mallenco (colegio navarro).

Estadio: Santiago Bernabéu.

Hora y TV: 20.00, 'Movistar Partidazo'.

No hay que fiarse de las apariencias, dicen los sabios. Si nos fijamos en los rostros de los madridistas, ya sean miembros y trabajadores del club, ya sean aficionados a lo largo y ancho del planeta, todos lucen unas sonrisas perennes más difíciles de sacar que una mancha de cereza en una camiseta merengue. No es para menos, tienen todo el derecho del mundo a sentir una felicidad inmensa. Quedan cuatro partidos para que acabe su temporada y si ganan tres y empatan uno (como mínimo), habrán ganado la Liga y la Champions League. ¿Quién no estaría contentísimo? Zidane. Zidane no lo está. No es que esté cabreado, en absoluto. Es cauto por una razón muy simple que no para de repetir: "Aún no hemos ganado nada".

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