Zidane exorciza el Calderón y ya no recuerda el último partido que perdió
El Madrid llevaba sin ganar en el coliseo rojiblanco desde Mourinho y su vigesimonovena jornada sin perder coloca a los blancos en una posición envidiable en su gran objetivo
Y la Liga de Zidane, de repente, cogió buen color. Decía el técnico francés al principio de año que el objetivo prioritario era este torneo, pues el Real Madrid no puede permitirse tanto tiempo de sequía en la competición doméstica. En esas está su equipo, que recibe críticas regulares, que nunca parece despegar completamente, pero al que los resultados le van saliendo mejor que bien. En esta temporada aún no ha perdido y son ya cuatro los puntos que le lleva al Barcelona y nueve al Atlético de Madrid. Nada definitivo, pero ilusionante para una afición necesitada de esta alegría más que de ninguna otra.
El reto para el Madrid era grande, pues el runrún decía que aún no se había enfrentado a nadie relevante en este campeonato. Lo más parecido a una prueba de riesgo fue el partido de Dortmund, donde sacó un empate valioso que pudo ser más. Varios partidos resueltos por calidad más que por colectivo generaban dudas en el entorno del equipo, cierto vértigo antes de la llegada de los días grandes. Pues bien, el primero no solo lo aprobó, sino que lo sacó con sobresaliente. Aún quedan muchos días grandes, pero la moral de la tropa debe estar por las nubes con lo que está ocurriendo.
No debe extrañar que una de las mejores plantillas del mundo dé el do de pecho en los partidos cruciales. El Madrid salió al Calderón con la tensión de las grandes citas, sabedor de que enfrente había un miura y no había espacio para el temblor. Además, llegaba con la plantilla plagada de bajas, algunas de relumbrón, y con varios jugadores a medio hacer que Zidane, con juicio, prefirió dejar de inicio en el banquillo. Ramos y Benzema no forzaron, esperaron su momento en el banquillo porque, como pensaban en el Atlético, su presencia a medias era menos conveniente para el Real Madrid que sacar a los once con el físico a tope. Y se notó.
El técnico francés hizo la alineación que pudo más que la que quiso, porque las circunstancias son así. Y a veces eso es mejor que otra cosa, pues le quedó un equipo más equilibrado y solidario. No estaba Casemiro, uno de los jugadores sobre los que Zidane estructura el equipo, pero la bravura que despliega el brasileño se sustituyó con el control de balón que aseguran Isco, Kovacic y Modric. Cuando tres buenos, con sentido colectivo y técnica elevada, se juntan, el fútbol es un espacio más sencillo. "La batalla del medio del campo siempre es importante para cualquier equipo, y con ellos tres tenemos mucho control", afirmaba el francés tras el partido. Los blancos pasaron buena parte del inicio de la Liga encajando goles, un problema que parecía endémico para el club pero que tal como llegó se fue. Contra el Leganés fue un 3-0, en el Calderón un 0-3.
Ya son 29 partidos sin perder
Aunque no le dé mucha importancia, él mismo lo afirmó así, el equipo notó un esquema equilibrado con un 4-4-2 en el que incluso Bale se unió, solidario, al trabajo defensivo. El Madrid no se partió en ningún momento y, cuando el Atlético atosigó, supo defenderse. "Lo importante no es el esquema, es lo que ponen los jugadores", comentó Zidane, que sabe que llegarán días en los que la plantilla esté completa y las dudas entre lo que es más conveniente y la necesidad de contentar a todos volverán a aparecer. Hay una cosa que el entrenador dice con frecuencia, y que se ha repetido esta vez: para jugar con él hay que estar a tope. En la Supercopa de Europa no estuvo Bale por ese motivo, Cristiano se ha perdido partidos por eso, y ahora le ha pasado a Sergio Ramos. "Hablé con él y estaba decidido de antes que si no estaba a tope no iba a jugar. No vamos a arriesgar ni con él ni con nadie", explicaba al final del partido.
Zidane puede generar dudas, pero parece acompañado de la suerte que atesoraron los entrenadores más exitosos de la historia del club. Con solo unos meses en el banquillo, tirando de su estilo pausado y una buena relación con los jugadores, logró una Champions. Ahora lleva sin perder desde que el Wolfsburgo les pusiese contra la espada y la pared en los cuartos de final de esa competición. Son muchos meses, no siempre brillantes, pero sin duda efectivos. Y, de algún modo, ha entrado en la historia una vez más. Es la cuarta vez que el Madrid logra encadenar 29 partidos seguidos sin caer, y eso, en un club con 114 años de historia, es mucho decir. Aún queda lejos el récord de 34, conseguido con Leo Beenhakker en el banquillo, un reto complicado, pues en medio quedan partidos tan duros como el del Barcelona, pero que a buen seguro acercarían mucho al equipo a su objetivo final, que no es otro que llevarse esta Liga a sus vitrinas.
Exorcismo a Simeone
La victoria del Real Madrid tiene también algo de exorcismo. Se pasó el equipo más de una década dominando al Atlético, muy superior en el enfrentamiento. Eran los días en los que en el fondo del Bernabéu sacaban tifos en los que pedían rival digno para el derbi madrileño, pero todo cambió cuando llegó el Cholo Simeone. Sí, es cierto que en este tiempo hay dos finales de Champions ganadas por los blancos, ambas en el alambre, alegrías enormes para la institución que dejan la sensación de haber equilibrado esta partida de ajedrez. Y también hay otra eliminatoria vencida en esa competición, en ese caso en cuartos de final. La sensación general, sin embargo, es que el entrenador argentino había logrado dominar la cuestión, que el Real Madrid no sabía cómo hacer daño a la tan valorada pizarra de Simeone. Por el camino quedan, incluso, humillaciones como aquel 4-0 que terminó en cisco blanco y canciones de Kevin Roldán. Los blancos no ganaban en el Calderón desde que se sentaba Mourinho en el banquillo, y eso es ya parte de la memoria lejana del madridismo. Esta vez, además, ganó también la partida del esquema. Zidane puede decir que leyó mejor el partido que su homólogo rojiblanco.
Necesitaban los blancos que refrescar la memoria de lo que era vencer en el Calderón, un campo que, en realidad, se le ha dado siempre bastante bien. Lo lograron, en la última vez –si las obras lo permiten– que se jugará un derbi en ese estadio. En los 49 años de historia del coliseo Atlético el balance ha dado 28 triunfos blancos por solo 16 del Atlético. Un derbi muy sentido en el que el Madrid siempre parece llevarse la mejor parte. Un derbi que a Zidane le da alas porque las dudas que hay se disipan mucho más rápido con los grandes resultados. Y nadie osaría a dudar que este es uno de esos.
Y la Liga de Zidane, de repente, cogió buen color. Decía el técnico francés al principio de año que el objetivo prioritario era este torneo, pues el Real Madrid no puede permitirse tanto tiempo de sequía en la competición doméstica. En esas está su equipo, que recibe críticas regulares, que nunca parece despegar completamente, pero al que los resultados le van saliendo mejor que bien. En esta temporada aún no ha perdido y son ya cuatro los puntos que le lleva al Barcelona y nueve al Atlético de Madrid. Nada definitivo, pero ilusionante para una afición necesitada de esta alegría más que de ninguna otra.