Sin Messi y Suárez el Barcelona es más vulgar
El equipo azulgrana atacó con todo, pero fue incapaz de traducir su dominio en goles. El Málaga optó por la defensa como único argumento y consiguió sacarlo adelante gracias a Kameni
El Barcelona se dejó dos puntos en el Camp Nou en una tarde que tenían presupuestados tres puntos y ver cómo uno de sus rivales se dejaba parte de su crédito en el Calderón. La vida es lo que pasa mientras se hacen planes. En 10.000 partidos como este el equipo de Luis Enrique podría ganar el 98% de ellos, pues la diferencia de su equipo con el Málaga es colosal. A veces, simplemente, no salen las cosas, el tiempo corre y el fútbol no fluye, falta el gol y la tensión termina ahogando al equipo. También se nota cuando los mejores lo ven por la tele.
La principal razón de este tropiezo es la ausencia de dos jugadores, Messi y Luis Suárez. El Barça de Guardiola era un equipo de centrocampistas, pero eso quedó en el pasado. El centro de gravedad del Barcelona ha virado, ahora es un conjunto de delanteros, y cuando faltan los dos mejores se nota. Sin Messi cualquier equipo sufre, pero mucho más uno que ha entregado su identidad a sus estrellas. Una solución más sencilla que crear un conjunto completo.
El Barcelona fue mejor, tuvo incluso un asedio al final del que aún no se sabe bien cómo pudo sobrevivir el Málaga, pero el resultado marca la sentencia final siempre. Tuvo algunas notables ocasiones, ráfagas incluso de buen fútbol. Pero falto magia porque, por si alguien no lo había notado, Arda no es Messi y Alcácer no es Luis Suárez. Ni nada que se le parezca remotamente.
Juande Ramos, entrenador de los malagueños, planteó un partido muy de su gusto en el que un autobús aguardaba el paso del tiempo en el centro del área propia. No suele salir cuando enfrente hay tiburones. El Málaga era un equipo con mucho miedo, pero también con un esquema bien trabajado, extremadamente solidario, concienzudo y con la concentración en niveles máximos. Ni siquiera la expulsión de Llorente, por una entrada fuerte pero no criminal, les hizo bajar la intensidad y el buen hacer. A eso le sumaron un portero, Kameni, que salvó una vez más a su equipo. Sí, es cierto, tiene tardes tontas en las que todo es posible con él, es muy capaz de montar un circo, pero también de desesperar a la ofensiva rival. Los tiros del Barcelona murieron en sus increíbles reflejos.
El portero, incluso, le enseñó a sus jóvenes compañeros algunas lecciones del otro fútbol. En los últimos minutos, cuando el agobio barcelonista era extremo, él les enseñó que podían perder un poco de tiempo. Le dio un tirón, o algo así, empezó a lamentarse tan solo unos minutos antes de hacer una parada antológica en la que apareció para quitarle la miel de los labios a Neymar. Se le da bien el Barcelona al africano. El brasileño, que si estaba, fue más bonito que bueno, con fallos importantes y algunas fallas en su juego. Un mal día.
Mientras el Barcelona seguía y seguía atacando iban quedando claras algunas cosas que son bastante preocupantes. Tienen que ver con la confección de la plantilla, en la que este año se han gastado una millonada, y que sigue sin dar alternativas fiables a sus muy prestigiosos titulares. Los vómitos de Messi, que le dejaron fuera de juego, son un drama mayor cuando se tiene en cuenta que sus sustitutos no son capaces de estar a la altura. Arda, que parecía un primor en el Atlético, es más un hombre de banda de 'grunge' que de filarmónica. Le va la marcha pero desafina, y en este estilo se nota más. Andre Gomes, comprado a precio de oro este verano, tampoco se termina de entonar.
El drama de Alcácer
Y Paco Alcácer es un drama. El jugador, que en el Valencia era el núcleo de todo, en Barcelona aparece como un delantero menor, irrelevante, desconectado del fútbol y sin remate. La nada con sifón. Se estrelló contra el muro del Málaga, pero ni siquiera se le notaron unas ganas locas. Prácticamente no tuvo contacto con el balón, y viendo la zona en la que se jugó el partido, eso es un problema enorme para él.
Las compras de este verano no han evitado que Piqué termine estos partidos con aire de épica de delantero centro. Esta semana, cuando se supo que ha ejercido de comercial para los azulgranas, surgió el chascarrillo de que en ese club podía hacer de todo: márketing, presidente, central... pues bien, una vez más demostró que lo que no puede ser en ninguna de las circunstancias es ariete. Lo han intentado docenas de veces, porque parece que tiene las herramientas. Es alto, con gol, remata bien y demás, pero claramente no es un delantero y las veces que allí ha terminado ha sido un fracaso. Entró más en juego que Alcácer, pero eso tampoco se puede considerar un mérito. Y tuvo tiempo de sobra, porque estuvo casi toda la segunda mitad por allí, ubicado en casa ajena. Y también porque el árbitro, que había decidido extender solo cuatro minutos, terminó haciendo del encuentro uno de 97. Pero ni por esas.
Con la ausencia de las estrellas también se vio que el centro del campo del Barcelona puede ser mejor que el que alineó. Rafinha y Denis serán en un futuro grandes jugadores, pero hoy en día están verdes y no aportan soluciones. No son Rakitic o Iniesta. El croata esperó en el banquillo mucho más de lo recomendable, es un futbolista muy completo que aporta al equipo también gol y remate, algo que, en ausencia de los genios, siempre se agradece. Luis Enrique, esto, tampoco lo vio. Incluso es achacable al técnico la suplencia de Jordi Alba, un jugador que ataca mucho mejor que Digne, también fichado este verano y que tampoco está a la altura de un club como el Barça.
Todos estos errores, las pequeñas cosas, hicieron de una victoria segura un doloroso empate. Este sábado estaba programado como alegría, pero empieza mal. No es aceptable para un equipo así empatar en casa contra un equipo cuya única propuesta es una defensa abundante y bien pertrechada y un portero en estado de gracia. Con Messi, con Suárez, el resultado hubiese sido otro. Sin ellos el Barcelona es un equipo más vulgar.
Ficha técnica
El Barcelona se dejó dos puntos en el Camp Nou en una tarde que tenían presupuestados tres puntos y ver cómo uno de sus rivales se dejaba parte de su crédito en el Calderón. La vida es lo que pasa mientras se hacen planes. En 10.000 partidos como este el equipo de Luis Enrique podría ganar el 98% de ellos, pues la diferencia de su equipo con el Málaga es colosal. A veces, simplemente, no salen las cosas, el tiempo corre y el fútbol no fluye, falta el gol y la tensión termina ahogando al equipo. También se nota cuando los mejores lo ven por la tele.