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En busca del derbi perdido
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el sevilla aplasta al betis en los últimos años

En busca del derbi perdido

El Betis sufre para alterar la tiranía que ha impuesto el Sevilla, y que condujo a Rami a calificar el partido como “de pretemporada”

Foto: Imagen del Betis-Sevilla de Copa del Rey disputado en enero de 2016 (EFE)
Imagen del Betis-Sevilla de Copa del Rey disputado en enero de 2016 (EFE)

Han pasado casi cuatro años, pero nadie de los que allí lo vivieron ha olvidado el último cataclismo que se produjo en el Sánchez Pizjuán. Fue algo asombro con consecuencias extraordinarias. Cualquier bético es capaz de precisar el ritual con el que Beñat Etxeberria preparó el tiro de falta en el minuto 92, su instante de pausa para confirmar el diabólico plan, el lanzamiento raso que superó a la saltarina barrera del Sevilla para alojarse mansamente en la portería de Varas. Aquel gol significó algunas cosas y presumió muchas otras. Fue el del último triunfo (trascendente) del Betis sobre el Sevilla y anticiparía la clasificación europea del equipo verde y la expulsión del rojo. Ahí acabaron las certezas. El preludio de un tiempo de vino y rosas bético y una inevitable travesía por el desierto sevillista no pudo resultar más errático. Lo que vendría después, de hecho, fue todo lo contrario.

Dos años después, el Sevilla ganaba la Europa League y el Betis descendía. No, no mentimos al decir que el equipo verdiblanco llegaría después a Europa y el Sevilla no. Sin embargo, los astros comenzaron a formar el mágico alineamiento que acompañaría en el retorno a los títulos al equipo de Nervión. Aquel verano de 2013, la UEFA descartó por sus deudas económicas al Málaga y al Rayo, equipos que habían precedido al Sevilla en la Liga, y devolvió a Europa al conjunto de Emery, que había terminado en una aparentemente inútil novena plaza el campeonato. El resto es historia. Y, dentro de ella, la masacre de costumbre en que los blancos convirtieron el derbi, y que ha llegado hasta hoy, al punto de empujar a Abdil Rami a asegurar que “ya no hay derbi porque el Betis no es rival”.

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El defensa francés se disculpó un día después por su barrabasada en Instagram. Pero no la rectificó. De hecho, ese pensamiento, la falta de derbi, no es original. En el club de Nervión ha calado hasta la médula, aunque las excelentes relaciones diplomáticas que existen en la actualidad les conduzcan con prudencia pública al respecto. En la hinchada, es un clamor. En la estadística, una realidad. Jamás ha habido en la historia de los derbis un dominio tan prolongado como el que ha ejecutado el Sevilla en estos cuatro años. El de este domingo hará el décimo derbi en ese tiempo. El Sevilla ganó tres y arrasó en otros tres (4-0, 4-0 y 5-1). Ha sumado 22 goles por 6 en contra. Lo más que ha podido el Betis es empatar, en dos ocasiones. En realidad, ganó una vez, en marzo de 2014, pero ese recuerdo se le hace incluso más triste. Fue en los octavos de final de la Europa League, aquel sorprendente 0-2 al que dio la vuelta el Sevilla en el Benito Villamarín. La eliminatoria concluyó en la tanda de penaltis a pies de Nono, cuyo patético tiro significaría el hundimiento de la prometedora carrera del entonces internacional sub’21. Hasta en la victoria, el Betis sólo ha encontrado dolor en los últimos derbis.

Defenestración del ‘loperismo’

Una tendencia que ha llevado a la conclusión general de Rami, que devaluó al histórico duelo fratricida hasta la consideración de “partido de pretemporada”. “En un choque tan emocional, la autoridad psicológica del Sevilla por lo que viene ocurriendo estos años les da ventaja”, sintetiza Antonio Álvarez, ex entrenador sevillista. “Se diga lo que se diga, vuelve a ser el claro favorito”. Lo que se dice es que el Sevilla llega mal y el Betis bien. Que al Sevilla le importa un rábano la Liga y que al Betis ya sólo le importa este partido en lo que resta de temporada. Todo eso parece cierto. Y en buena medida incrementa la presión sobre el equipo verdiblanco para recuperar de nuevo el orgullo y darle vuelo a un derbi monocolor. “Es que, si con todo esto tampoco ganan…”, sugiere Álvarez.

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En cualquier caso, la majaretada de Rami (“Ha querido hacer un Piqué”, Adán ‘dixit’) ha calentado un duelo de baja intensidad. Indiscutiblemente, el partido parece tener más valor para el Betis, que podría dignificar su pobre temporada con un triunfo en campo enemigo. “Remite a tiempos de enorme mediocridad. El Sevilla ha sabido superarlos. El Betis, aún no”, diagnostica el extécnico verdiblanco Gabriel Humberto Calderón. Sin grandes alardes, el Betis se presenta con cierta energía. Ha sumado siete de los últimos nueve puntos y ha marcado una distancia más que tranquilizadora con el descenso. Juan Merino, el entrenador interino, ha hecho correctamente su trabajo, lo cual no le valdrá para continuar el año próximo, donde se aventura una nueva revolución. Se volverá a cambiar al entrenador, al director deportivo y a media plantilla, en un eterno retorno de un club obstinadamente lugareño, que no ha sabido sublimar la enorme ilusión generada tras la defenestración del ‘loperismo’.

Medir los riesgos

En el Sánchez Pizjuán, el Betis presenta la amenaza de Rubén Castro, que a sus 34 años está firmando una sensacional temporada con 17 tantos, el vértigo del joven Musonda y el arte, demasiado guadianesco durante el curso pero fértil en este recodo final, de Joaquín y Dani Ceballos. “Dar el cien por cien no nos basta, porque ellos son mejores. Para ganar este partido tendremos que dar más”, pide Merino. Sin presión clasificatoria, el equipo verde parece en disposición de asustar al Sevilla, que a duras penas disimula el estorbo que le supone el encuentro. Desinteresado por completo de la Liga, donde mora en la tierra de nadie de la séptima plaza, todas las miradas se concentran en la final de Copa contra el Barcelona y, antes y sobre todo, en la semifinal de Europa League del jueves contra el Shakthar.

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La posibilidad de títulos, la inaudita gloria de un pentacampeonato y el premio añadido de Champions han tenido el contrapunto en la Liga, donde el equipo se ha desinflado sin remisión. Viene de una serie sonrojante (1 punto de 15) que ha intensificado la crítica sobre Emery, a quien los éxitos no evitan el azote del sevillismo. La temporada, al fin, puede acabar tanto en todo como en nada. “Hay que medir riesgos”, subrayó Emery, que ve cómo el Sevilla alcanza casi sin aliento el tramo final, con jugadores vitales reventados (Vitolo, Rami) o en tenguerengue (Gameiro, Banega, Krhon-Dehli), pero también con esa salvaje competitividad que ha metabolizado el equipo blanco, con el afilado colmillo que luce en los partidos de verdad. La duda es si lo es este derbi.

Han pasado casi cuatro años, pero nadie de los que allí lo vivieron ha olvidado el último cataclismo que se produjo en el Sánchez Pizjuán. Fue algo asombro con consecuencias extraordinarias. Cualquier bético es capaz de precisar el ritual con el que Beñat Etxeberria preparó el tiro de falta en el minuto 92, su instante de pausa para confirmar el diabólico plan, el lanzamiento raso que superó a la saltarina barrera del Sevilla para alojarse mansamente en la portería de Varas. Aquel gol significó algunas cosas y presumió muchas otras. Fue el del último triunfo (trascendente) del Betis sobre el Sevilla y anticiparía la clasificación europea del equipo verde y la expulsión del rojo. Ahí acabaron las certezas. El preludio de un tiempo de vino y rosas bético y una inevitable travesía por el desierto sevillista no pudo resultar más errático. Lo que vendría después, de hecho, fue todo lo contrario.

Dos años después, el Sevilla ganaba la Europa League y el Betis descendía. No, no mentimos al decir que el equipo verdiblanco llegaría después a Europa y el Sevilla no. Sin embargo, los astros comenzaron a formar el mágico alineamiento que acompañaría en el retorno a los títulos al equipo de Nervión. Aquel verano de 2013, la UEFA descartó por sus deudas económicas al Málaga y al Rayo, equipos que habían precedido al Sevilla en la Liga, y devolvió a Europa al conjunto de Emery, que había terminado en una aparentemente inútil novena plaza el campeonato. El resto es historia. Y, dentro de ella, la masacre de costumbre en que los blancos convirtieron el derbi, y que ha llegado hasta hoy, al punto de empujar a Abdil Rami a asegurar que “ya no hay derbi porque el Betis no es rival”.

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