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Cristiano sigue buscando gresca mientras inicia su lucha personal por la Bota de Oro
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vuelve a no aceptar las críticas de la afición

Cristiano sigue buscando gresca mientras inicia su lucha personal por la Bota de Oro

Por lo visto en el campo, era un día idóneo para sellar la paz globalmente, tanto con la grada como con los compañeros, pero el gesto del portugués a la afición lo empañó

Foto: El gesto de Cristiano a la grada tras su primer gol (Sonia Cañada/Cordon Press).
El gesto de Cristiano a la grada tras su primer gol (Sonia Cañada/Cordon Press).

Cristiano a veces es una persona endemoniada. En la Edad Media, si algún individuo de firmes creencias religiosas, relacionado con la Inquisición o que simplemente tuviese una mala relación con él lo podría haber denunciado y probablemente habría acabado en la hoguera, como tantos miles de inocentes. El demonio, traidor y mendaz, se muestra de mil y una formas para desconcertarnos. A veces, en Cristiano se manifiesta en forma de voraz goleador. En esos instantes, dentro de él surge una maldad para con el equipo contrario, al que desea marcarle todos los goles posibles, cuanta más sangre haga, más feliz se hará. Porque todo diablo tiene su parte buena, te hace mejor que nadie, te transforma en un ente superior a los demás. Y por ello, Cristiano es, entre otras cosas, el jugador con más Botas de Oro de la historia.

Esa fuerza interior le ha otorgado una capacidad sobrehumana para ser un realizador desmesurado incluso cuando está encarando los últimos años de su plenitud deportiva. En la temporada en la que está encontrando mayores dificultades físicas, técnicas y corales para ser el 'superjugador' determinante que ha sido desde 2009, sus diabluras le permiten liderar por primera vez este año la clasificación del mejor goleador de Europa y dominar sobradamente la misma lista de la Champions League. Él, el que está tan mal, acabado, más centrado en sus viajecitos y demás, lleva 39 goles en 35 partidos. Si eso no es sobrenatural, que venga Torquemada a juzgarlo.

Claro que la aportación diabólica al ser de Cristiano no podía ser exclusivamente positiva, porque el señor de las moscas no lo puede permitir. El día en que el madridismo se volvió a hundir, en una temporada más de una dureza inexplicable para la grandeza del club, Cristiano salió a hablar, algo que en los últimos tiempos ya no teme hacer, para decir que si todos estuvieran a su nivel, el Madrid sería líder. Aquello ya provocó un incendio mayor del que había, el fuego se extendió más allá del palco, foco principal, y empezó a abrasar al propio portugués, al que el dolor de la quemadura le dejó marca.

Ese resquemor le persiguió durante varios días, muchas largas horas pensando en cómo reaccionar ante lo que le estaba cayendo por decir lo que pensaba, y luego tratar de arreglarlo de aquella manera para que las llamas no llegaran a las cortinas y prendiese hasta el agua. El demonio le aconsejó que no escuchara lo que decían, que él seguía teniendo razón y que siguiera a lo suyo, que el resto podía opinar de él lo que fuera. Él sabe marcar goles, es el mejor en eso, así que a por ello, y ya habría oportunidad de mostrar su cabreo.

Tardó un rato en poder hacerlo, pero cuando lo hizo, se desató cual epidemia. El gesto sólo lo hizo una vez, pero el resto de goles (¡hasta uno de falta directa, rápido, pidan un deseo!), la ristra que cocinó sirven como parte de mensaje. 'No estoy en absoluto acabado, aquí estoy, marcando, como siempre', parecía decir con cada gol. No hacía falta que en todos se llevase la mano al oído para recordarle a la grada esos pitos que alguna vez le dedicaron, incluso en la misma tarde en la que volvió a hacer cuatro bajo el 'txirimiri' madrileño. Lo que su mensaje no decía es que su Liga va a ser otra a partir de ahora.

No hay título a conseguir, no al menos uno grupal, de esos que entrega Villar y todos los jugadores levantan al cielo. El trofeo que puede ganar es el que más veces ha ganado, y en el que sólo pondrá su nombre, no el de sus compañeros. Ha empezado la lucha por su quinta Bota de Oro. Para Cristiano, siempre hay algo que ganar. Lo habrá incluso cuando se vaya del Madrid, lo cual pasará algún día, y por lo todas las señales que está transmitiendo, todo indica que será más pronto que tarde.

Cristiano a veces es una persona endemoniada. En la Edad Media, si algún individuo de firmes creencias religiosas, relacionado con la Inquisición o que simplemente tuviese una mala relación con él lo podría haber denunciado y probablemente habría acabado en la hoguera, como tantos miles de inocentes. El demonio, traidor y mendaz, se muestra de mil y una formas para desconcertarnos. A veces, en Cristiano se manifiesta en forma de voraz goleador. En esos instantes, dentro de él surge una maldad para con el equipo contrario, al que desea marcarle todos los goles posibles, cuanta más sangre haga, más feliz se hará. Porque todo diablo tiene su parte buena, te hace mejor que nadie, te transforma en un ente superior a los demás. Y por ello, Cristiano es, entre otras cosas, el jugador con más Botas de Oro de la historia.

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