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Un legendario Messi mantea al Sevilla
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Un legendario Messi mantea al Sevilla

Victoria con holgura el día que el astro argentino superó a Zarra (251) como máximo goleador histórico de la Liga (253). Neymar y Rakitic completaron la goledada

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“Si bien siempre dije que me gustaría quedarme siempre allá, a veces no todo se da como uno quiere”. Con las desconcertantes palabras que Leo Messi pronunció nada más pisar suelo argentino, el Barcelona encaraba una semana compleja en lo anímico. Al supuesto desencanto de Messi en el equipo de su vida y en la ciudad que le acogió con los brazos abiertos cuando apenas tenía 12 años, se unían las explícitas discrepancias entre el presidente, Josep María Bartomeu, y Luis Enrique, la obstinada cabeza que dirige al equipo azulgrana. Pero no hay mejor revulsivo que una victoria balsámica con la que amainar el temporal y acallar las viperinas lenguas que intentan desestabilizar los cimientos deportivos basándose en lo que acontece más allá del verde. Sobre él, el Barcelona recuperó de forma rotunda el brío que define su fútbol de toque ante un Sevilla diluido y desmejorado (5-1).

Lo hizo gracias a la mejor vesión de Messi, que a la cuarta y con un ‘hat-trick’ superó a lo grande los 251 goles de Telmo Zarra como máximo goleador histórico de la Liga. A ellos le secundaron los de Neymar y Rakitic. Enfrente, un Sevilla indolente y diluido, incapaz de lanzar entre los tres palos. Su honra la puso la falta de entendimiento de la defensa que provocó el autogol de Jordi Alba. Con la naturalidad que le define, Messi aceptó el reto. Héroe en las victorias y villano en las derrotas, el ‘10’ sabe que la presión va a recaer sobre sus hombros haga lo que haga.

Al margen de su mordaz mensaje e impulsivo mensaje, Emery es un entrenador vacío cuando se trata de afrontar partidos de relumbrón. Se agazapa y no ve más allá de un 0-0 que rara vez tiene se produce. Ocurrió con el Atlético de Madrid en el Calderón (4-0) y volvió a ocurrir este sábado en su visita al templo de Les Corts. Y si no, desmiéntemelo, que diría el extravagante François Gallardo en unade las estridentes tertulias nocturnas que pueblan la televisión patria. El hombre que en las ruedas de prensa se niega (con razón) a contestar a las preguntas que no incumban a su gente, regresa al barrio de Nervión sin poder ganar al Barcelona. Algo que se ha repetido en sus 18 enfrentamientos ante los culés (13 derrotas, 10 de ellas en la Ciudad Condal y cinco empates). Duelos que se han solventado con un triste balance de 31goles encajados durante su etapa en elAlmería, Valencia, Spartak de Moscú y Sevilla.

Una expeditiva entrada de Carriço sobre Leo fue una excusa perfecta para que la grada del Camp Nou enseñara sus uñas desde el principio y le diera el arropo necesario. Participativo y voluntarioso como en sus mejores días, fue la brújula que inspiró y guio al Barcelona a su mejor noche de la temporada. El esperado tanto que le pusiera a la altura de Telmo Zarra como máximo goleador de la historia de la Liga era cuestión de tiempo. ‘La Pulga’ no nos tiene acostumbrado a hacerse rogar, menos cuando se trata de meter goles. Desde el partido del Eibar (18 de octubre) Leo no mojaba. Ni Real Madrid, ni Celta de Vigo ni Almería pudieron verle celebrar un tanto. 307 minutos de intensa agonía que tocaron a su fin ante un público entregado a su causa.

Una ingenua falta en el balcón del área de Banega, ese díscolo talento con el que tan buena onda tiene el argentino, fue el encargado de provocar el histórico momento. Bastaron un poco de spray, Xavi como hombre de bulto para despistar y un magistral golpeo con el interior de su prodigiosa zurda. El balón describió una parábola de fábula para superar la barrera ojiplática barrera hispalense e introducirse directamente en la portería. Beto, incapaz de poner fin a la agonía, se tuvo que conformar con empotrarse con el poste derecho. Tiempo para los vítores, el erróneo ‘Messi supera a Zarra’ (lo iguala) en el electrónico y un ‘Felicitats Messi’. No hubo sitio para el regocijo exacerbado con el que todo buen culé soñaba hace menos de un mes en la víspera del Clásico en el Bernabéu. El cerco a la meta de un desesperado Beto no tenía fin. Primero fue una contra de Luis Suárez que no llegó a buen puerto. Luego Nico Pareja sacó el paso de la muerte de Jordi Alba en los morros de Luis Suárez a quien le es esquivo. Neymar remató fuera el carrusel de oportunidades de un camión que aplastó sin piedad la timidez del contrario.

A la vuelta de la caseta, con los mismos 22 protagonistas que acabaron el primer acto sobre el césped, el bullicio tornó en alaridos de lamento e incredulidad. Sin acreditar ningún mérito reseñable, el Sevilla se metía en el partido gracias a la falta de entendimiento entre Bravo y Mathieu. Ni el meta ni el central fueron capaces de alejar un incisivo envío desde la derecha de Vitolo. Jordi Alba, que esperaba la reacción de alguno de sus dos compañeros, introdujo el balón en su portería de forma involuntaria. Emery apretaba el puño y dejaba ver su sonrisa por primera vez en la velada. Le duró poco. Apenas dos minutos. Lo que tardó Neymar en conectar un severo cabezazo después de la precisa falta al corazón del área botada por Xavi Hernández. Undécimo tanto en Liga para el brasileño que volvió a traer la alegría con sus desvergonzadas danzas y su mordiente futbolera.

Con sus dos primeros cambios, Denis Suárez dejaba su sitio a Gameiro y Alex Vidal hacía lo propio con Deulofeu, Emery dio pie a que la grada rindiera pleitesía a dos de sus mirlos obligados a volar para crecer lejos de La Masía que les alumbró. Unas caras nuevas que no cambiaron la tiranía de los locales. Aunque se afanaban en disimular con buena percha su canguelo, el Barcelona supo encontrar con agudeza las grietas del equipo sevillano. Y lo hizo desde la línea defensiva. Allí, Piqué se disfrazó de Beckenbauer para meter un pase en profundidadcon precisiónde cirujano a Luis Suárez. Tras dejar correr el esférico casi en la línea de cal, la versión más dadivosa del delantero uruguayo se armó de sosiego para esperar la llegada en segunda línea de Rakitic, que cabeceó sin titubeos pese a los intentos de un defensa y Beto por evitar el gol. Por respeto al equipo que tanto le dio en los últimos años, en el momento de la celebración, el centrocampista croata prefirió echarse las manos a la cara que dar rienda suelta a su pasión.

El chorreo no tenía fin. Sin momento para darse un respiro, Messi estaba decidido a no dejar pasar la oportunidad de hacer historia. Comandó una contra de manual, abrió a Neymar a la izquierda y el brasileño la devolvió al centro con buen criterio. Suárez acechaba por si acaso se escapaba el balón, pero no hubo lugar. Ahora sí, en medio del festín goleador, hubo momento para el manteo de sus compañeros y una especial dedicatoria a su hijo Thiago. Iago Aspas se dejaba ver y daba minutos de respiro al colombiano Carlos Bacca. Luis Enrique, poco a poco menos amigo de las rotaciones tras el disgusto en Almería, consideró que era momento para agitar el cesto. Luis Suárez y Xavi, encantado con poder demostrar que todavía le queda fútbol antes de emigrar a ligas menores en busca de billetes y una plácida jubilación marchaban al banco (Pedro y Rafinha).

Y todavía faltaba lo mejor. Y en medio de la apatía hispalense, el hombre del partido aún le quedó apetito para seguir aumentando su leyenda. Leo logró su ‘hat-trick’ número 20 en Liga con una acción que el Camp Nou conoce al dedillo. Balón en el vértice del área, progresión con el cuero pegado a la bota, combinación con un compañero (en este caso Neymar fue el elegido) y disparo ajustado desde el punto de penalti. La imagen del Sevilla era indigna de un equipo supuestamente llamado a poner en duda el oligopolio Madrid-Barça-Atleti. Bravo todavía seguía preguntándose cómo había encajado sin un tiro a puerta del oponente. “Messi, Messi, Messi”, gritaba el eco del Camp Nou. Tras el pitido final de Clos Gómez, la fiesta culminó con un vídeo homenaje que recordó los mejores momentos del astro junto a los mensajes de sus compañeros. Manita, baño de multitudes y manteniendo las distancias con el Real Madrid. La mejor forma de acabar con el desagradable runrún que ha marcado la última semana en Can Barça.

Ficha técnica

5 - FC Barcelona: Bravo; Alves, Mathieu, Piqué, Alba (Adriano, min.81); Busquets, Xavi (Rafinha, min.77), Rakitic; Suárez (Pedro, min.74), Messi y Neymar.

1 - Sevilla FC: Beto; Coke, Pareja, Carriço, Fagueira; Banega, Krychowiak; Aleix Vidal (Deulofeu, min. 60), Denis (Gameiro, min.60), Vitolo; y Bacca (Iago Aspas, min. 74).

Goles: 1-0, min. 21: Messi. 1-1, min. 47: Alba, en propia puerta. 2-1, min. 49: Neymar. 3-1, min.66: Rakitic. 4-1, min.72: Messi. 5-1, min.78: Messi.

Árbitro: Martínez Munuera (comité valenciano). Mostró cartulina amarilla a Coke (min. 26), Pareja (min.48) y Mathieu (min.56).

Incidencias: 78.283 espectadores en partido correspondiente a la duodécima jornada disputado en el Camp Nou.

“Si bien siempre dije que me gustaría quedarme siempre allá, a veces no todo se da como uno quiere”. Con las desconcertantes palabras que Leo Messi pronunció nada más pisar suelo argentino, el Barcelona encaraba una semana compleja en lo anímico. Al supuesto desencanto de Messi en el equipo de su vida y en la ciudad que le acogió con los brazos abiertos cuando apenas tenía 12 años, se unían las explícitas discrepancias entre el presidente, Josep María Bartomeu, y Luis Enrique, la obstinada cabeza que dirige al equipo azulgrana. Pero no hay mejor revulsivo que una victoria balsámica con la que amainar el temporal y acallar las viperinas lenguas que intentan desestabilizar los cimientos deportivos basándose en lo que acontece más allá del verde. Sobre él, el Barcelona recuperó de forma rotunda el brío que define su fútbol de toque ante un Sevilla diluido y desmejorado (5-1).

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