Zakaria Bakkali, el niño rebelde de la calle que el Atlético de Madrid quiere reconducir

El año de Mundial, lo ocurrido en los meses anteriores a semejante acontecimiento pasa inevitablemente a un segundo plano olvidadizo. Las estrellas que uno recuerda en agosto son las que brillaron con luz propia en junio y julio, no aquellas cuyo brillo de septiembre apenas sí llega ahora a nuestros ojos. Todos nos acordamos de Keylor Navas, de Divock Origi, de James Rodríguez y Daley Blind, pero pocos son los que todavía traen a su memoria el hat-trick con el que se presentó al mundo del fútbol Zakaria Bakkali allá por agosto. De hecho, casi no se acuerdan ya ni los propios seguidores del PSV Eindhoven, que lo ven a sus 18 años como una ‘manzana podrida’.

Fue sin duda alguna la aparición más espectacular y prometedora de los últimos tiempos, pero a partir de ahí, Bakkali no ha continuado la estela de éxito que se le presuponía tan apresuradamente. Es muy propio que cuando un jugador explota esporádicamente, aunque sólo tenga un rendimiento fuera de lo común en un par de partidos, se tienda a etiquetarlo y a esperar de él mucho más de lo que la lógica permite pensar. Zakaria no ha cumplido las tempranas expectativas que se le impusieron, y Philip Cocu, su entrenador, fue más cauto que nadie y antes de que se le torciese, lo hizo regresar al filial. De ahí lo quiere sacar el Atlético de Madrid.

Y el club colchonero está muy cerca de contratarlo también porque Bakkali se ha negado a renovar su contrato con el PSV, que finaliza en junio de 2015. Muchos ojeadores avispados sí tienen todavía frescos los tres goles con los que debutó en la Eredivisie y sabiendo la próxima finalización de su contrato y, por tanto, la obligación del club de Eindhoven de traspasarlo para no dejarlo ir gratis, lo han embaucado con cantos de sirena que harán al jovencísimo extremo abandonar la que ha sido su casa desde los 12 años.

La cantera de Eindhoven lo acogió cuando empezaba a hacerse notar en las categorías inferiores del Standard de Lieja. Zakaria es uno más de los niños de la calle de origen extranjero (en su caso, marroquí) en los que se ha confiado para reflotar el perdido y trasnochado fútbol belga, como también lo son Witsel, Lukaku o Hazard. Jugadores que apenas tenían para subsistir pero que pasaban sus horas muertas en los suburbios de Lieja y otras ciudades de Bélgica jugando a darle patadas a una pelota y que poco a poco fueron adquiriendo unas capacidades físicas y técnicas soberbias, que le sirvieron para hacerse un hueco en el panorama profesional.

En realidad, Bakkali no es uno más, sino que es de los más precoces de su generación. Poco antes de jugar su primer partido liguero con los mayores del PSV, Marc Wilmots rompió moldes al convocarlo para un partido de los Diablos Rojos contra Francia. No llegó a debutar por una pequeña lesión, pero quitó la razón a aquéllos que criticaban la decisión del seleccionador por ser apresurada, cuando en el primer partido que jugaba en el Philips Stadium volvió locos a los defensas del NECNijmegen y anotó tres goles. Un espectáculo de regates, de apariciones por todos los lados, de atrevimiento y originalidad; de descaro y agresividad. De diamante en bruto, en definitiva.

Sin embargo, la exhibición tan temprana de Bakkali no prosiguió. Se perdió los playoffs de la Champions League contra el Milanpor aquella lesión y aunque volvió a participar en el primer equipo, nunca alcanzó de nuevo cotas tan altas. De hecho, Cocu hizo que Bakkali alternara el primer equipo con el filial. Esa situación hizo al jugador plantearse su futuro y creer que su entrenador lo infravaloraba. A partir de ahí, rechazó cualquier oferta de renovación que le llegaban desde las oficinas del PSV, despertando el interés de media Europa, pero más en particular del Atlético de Madrid, que está muy cerca de cerrar su fichaje por 2 millones. En el club colchonero confían en su futuro y confían en el Cholo Simeone para encauzar al jugador y hacerle ver qué es lo mejor para su progresión. Si lo consiguen, el Atleti se lleva a toda una joya.