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Xabi Alonso, el rey de las cosas sencillas
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Xabi Alonso, el rey de las cosas sencillas

A Xabi Alonso no le gustan los focos, ni el abrazo entusiasta de las multitudes, ni la piña de esponjas multicolores de los micrófonos, ni una

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Xabi Alonso, el rey de las cosas sencillas

A Xabi Alonso no le gustan los focos, ni el abrazo entusiasta de las multitudes, ni la piña de esponjas multicolores de los micrófonos, ni una congregación de periodistas dispuestos a regar su cabeza con mil y una cuestiones logísticas, casi rozando la cuadratura del círculo. Xabi lo ve todo más fácil: porque le basta con un plato de alubias, dos chistes de alguien de su cuadrilla, la sonrisa amiga de su mujer o la llamada cómplice de su hermano. Tan fácil como el fútbol, el suyo. Es el rey de las cosas sencillas.

En estos tiempos de desglose científico, cuando se mide la volumetría del balón y las pizarras imponen su dictadura, Xabi Alonso, ese maestro de esgrima, ha demostrado que es un tipo práctico en un mundo donde existe presión hasta para ir al baño. Cuando militaba en el Antiguoko, Xabi quería ser Zidane y lucía como un virtuoso en las explanadas de arena en marea baja de la playa Ondarreta. Frente a él, igual de majestuoso, otro de los niños ejercía de Del Piero. Era su amigo Mikel, Mikel Arteta. Este marchó a Barcelona y Xabi se quedó en Donostia, departiendo fútbol y haciendo grande durante un tiempo a la Real Sociedad.

Pero el fútbol de este príncipe sereno miraba más allá de los riscos del Igueldo y Rafa Benítez se lo llevó a Liverpool. Con los reds ha sido campeón de Europa. Con los rojos de España, campeón de Europa y del mundo.

Xabi Alonso es el futbolista que El Narigón Bilardo admiró  y uno de esos pupilos que al Flaco Menotti le gustaría tener, aunque sólo fuera una tarde en cualquier predio bonaerense.

 En el Real Madrid aterrizó en plena época de urgencias. Con un Barcelona de toque, mágica y dinamita, el Real ponía una constelación de estrellas condenadas al fracaso. Florentino Pérez se trajo a Mourinho para desactivar la tiranía futbolística del Barcelona, o al menos intentarlo. Y  el portugués, tan lenguaraz como aguililla, no tardó en echarle el ojo a Xabi, al que le prestó la vara de mando en la cancha.

Con Mou, el tolosarra ha aprendido numerosos conceptos futbolísticos; ya no es el virtuoso que piensa, sino que a esas portentosas dotes le ha sumado un martillo pilón: Xabi maquina, reparte y destruye. Es el futbolista total. Es el hombre tranquilo, el compañero que escucha, alienta y distribuye. Y ambiciona. El tipo de pocas palabras y gestos certeros. Alguien que habla y hace que Cristiano Ronaldo escuche con ojos abiertos como platos. Un líder indiscutible y activo de máxima seguridad, que Mourinho mima en su acecho a la Décima. Al menos intentarlo.

A Xabi Alonso no le gustan los focos, ni el abrazo entusiasta de las multitudes, ni la piña de esponjas multicolores de los micrófonos, ni una congregación de periodistas dispuestos a regar su cabeza con mil y una cuestiones logísticas, casi rozando la cuadratura del círculo. Xabi lo ve todo más fácil: porque le basta con un plato de alubias, dos chistes de alguien de su cuadrilla, la sonrisa amiga de su mujer o la llamada cómplice de su hermano. Tan fácil como el fútbol, el suyo. Es el rey de las cosas sencillas.

Xabi Alonso