El Liverpool atraviesa la tormenta perfecta y aún debe recibir al Real Madrid

Una temporada después de ganar la primera Premier League en la historia del club (hacía tres décadas del último título liguero) y levantar la Copa de Europa hace dos, el Liverpool de Jürgen Klopp atraviesa su momento más complicado desde que el técnico alemán aterrizase en un Anfield hambriento de plata y necesitado de ídolos. Con un pie y medio fuera de la Copa de Europa tras el batacazo en Valdebebas (3-1) y quintos en la competición nacional, el conjunto 'red' está casi tan cerca del descenso (a 26 puntos) como del líder de la Premier, el Manchester City de Pep Guardiola (a 22 puntos). A pesar de la victoria en el último suspiro ante el Aston Villa por 2-1 en Anfield, el proyecto ha tocado techo y necesita un reinicio, porque el equipo ya presenta visos de agotamiento tras atravesar la época más gloriosa del club en décadas.

El entrenador alemán, con contrato hasta junio de 2024, ha observado cómo su conjunto ha perdido esta temporada algunas de las señas de identidad que otrora caracterizaban su fútbol abrasador. Desde la presión pos-pérdida, donde el cuadro ‘red’ ahogaba la salida de balón en menos de cinco segundos, hasta la capacidad para abrir en canal sistemas defensivos rivales. El Liverpool carece de la energía y electricidad de la que antes hacía gala y aunque Klopp se desgañite desde el banquillo (como ya sucediese en Valdebeas entre semana), el equipo no carbura. Una situación que ha llevado a los popes 'reds', como el exdefensa Jamie Carragher, a afirmar que el equipo ha pasado de tener "una mentalidad monstruosa" a padecer una "mentalidad de enanos".

Anfield ya no es un fortín

Es imposible calcular cuántas cosas 'intangibles' ha perdido el Liverpool con los partidos a puerta vacía en un estadio que empuja a los suyos hasta cotas inimaginables, pero lo que sí se puede afirmar con rotundidad es que la desaparición del público ha impactado directamente en la línea de flotación del equipo. Así lo respaldan los datos. Hasta ayer, el conjunto inglés sumaba ocho partidos de Premier League sin conocer el triunfo en Anfield en los cuales tan solo había anotado dos goles y había encajado nueve tantos, la peor estadística desde la temporada 1953-54, donde el equipo acabó descenciendo. En esta línea, no ganaba un encuentro en liga en casa desde el 16 de noviembre, ante el Tottenham de Mourinho (2-1). Lejos quedan ya aquellos 68 choques consecutivos sin caer como local.

Lo que antes significaba una visita al dentista en la que el rival se iba sin premolares, lleno de dentelladas y deseando no volver jamás, ahora es terreno fértil para las sorpresas adversarias. No hay una grada que se eche encima del jugador de banda, ni la explosión de júbilo con un córner a favor. Tampoco retumba un himno de sobras conocidos por todos que ya significa el 1-0, ni la inyección de adrenalina que insuflaba el público con sus cánticos. Este miércoles, el Real Madrid visitará un estadio temido por todos a causa de sus grandes remontadas en las noches europeas (que se lo pregunten al Barça de Ernesto Valverde), pero que ha perdido su pieza más indispensable: su gente.

Las lesiones han dinamitado la temporada

Se ha hablado largo y tendido de lo que ha afectado la baja de Virgil Van Dijk al sistema del Liverpool de Jürgen Klopp. Y aunque los problemas del conjunto inglés ya vienen de antes, suma 14 porterías a cero y ha encajado 34 goles sin el neerlandés mientras que con él acumulaba 17 encuentros sin conceder tantos y 43 goles en contra en los últimos 37 partidos (el tiempo que lleva fuera de combate); su lesión ha mermado por completo la solidez defensiva creando inseguridad en la zaga y en el portero, Alisson Becker. Su ausencia, de rebote, también ha reducido la determinación atacante.

Como ante el Real Madrid de Zinédine Zidane, el Everton de Carlo Ancelotti o el Chelsea de Thomas Tuchel, los rivales han encontrado fácilmente la espalda de los laterales y de los centrales y el ecosistema defensivo 'red' no ha podido competir con la velocidad de los delanteros. En otras palabras, la presión alta (sin él, sin Joe Gómez y sin Joel Matip por las lesiones de larga duración y con los fichajes invernales de Ozan Kabak y Nathaniel Phillips) ha permitido a los adversarios desactivarla con envíos directos a la espalda de la línea defensiva. Un mecanismo simple y añejo, pero efectivo y encargado de poner en jaque una de las principales cualidades de este equipo.

Despojado de la certeza que le otorgaba el dominio del área propia, la crisis en el eje de la zaga ha hecho que Klopp alternase el uso de Fabinho y Jordan Henderson como centrales, con el efecto derivado en el resto de líneas. Llegado febrero, Henderson cayó y el alemán perdió a su brazo ejecutor sobre el césped en la enésima lesión vivida en una temporada maldita.

Si a ello le sumamos la irregularidad de un Thiago Alcántara que no ha terminado de cuajar, un Trent Alexander-Arnold empequeñecido, un calendario saturado hasta la extenuación y la falta de acierto en el último tercio de Sadio Mané, Mohamed Salah y Roberto Firmino, encontraremos las causas del naufragio del Liverpool en la presente temporada. Con la Champions League como el último clavo ardiendo al que se puede agarrar el conjunto de Jürgen Klopp para salvar los muebles tras la decepción liguera, el Real Madrid visitará Anfield.