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Palizas, escupitajos y ultras: Bruno de Carvalho, el volcán del fútbol portugués
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solía pasar los partidos en el banquillo

Palizas, escupitajos y ultras: Bruno de Carvalho, el volcán del fútbol portugués

El expresidente del Sporting de Portugal ha sido acusado de más de 50 delitos, incluyendo secuestro y terrorismo, por confabularse con un líder ultra para amedrentar a sus jugadores

Foto: Bruno de Carvalho, expresidente del Sporting. (Reuters)
Bruno de Carvalho, expresidente del Sporting. (Reuters)

"Es el peor momento de mi vida". Ojeroso, cariacontecido, Bruno de Carvalho habla por fin a las puertas de su casa a la nube de periodistas que le ha seguido –en una retransmisión en directo por la circunvalación de la ciudad– desde los juzgados de Barreiro, en LisboaLisboa, donde se ha decidido que no irá a prisión preventiva por presuntamente haber planeado una paliza a los jugadores de su club, el Sporting de Portugal, el pasado marzo en su ciudad deportiva. "Soy una persona diferente", agregó, y explicó que “solo quien pasa por esta situación entiende cuán diferente es un ser humano cuando se le priva de cosas tan sencillas como un cuarto de baño o querer ir al baño”. Es el resumen de sus cuatro días en el calabozo, que le han cambiado para siempre: “Es un Bruno diferente el que sale de aquí, no sé si mejor, si peor, tanto a nivel personal como profesional”.

Pocos le creen, pese a la magnitud del golpe encajado ahora. El volcán del fútbol portugués, criado entre safaris en Mozambique, donde nació en 1972, cuando aún era colonia portuguesa, ha tenido que pagar 70.000 euros de fianza y deberá ir diariamente a comisaría, idénticas medidas a las decretadas por el juez para el otro “autor moral” de la brutal agresión, según la Fiscalía lusa: Nuno Mendes, conocido como “Mustafá” y líder del grupo ultra “Juventude Leonina”.

Foto: De Gea, tras un gol de Croacia. (Reuters)

Un viejo conocido de De Carvalho, con el que ha festejado a pie de campo las victorias de los verdiblancos y con quien, siempre según el Ministerio Público, planeó que medio centenar de ultras diesen un “escarmiento” a los chicos por haber perdido en la Liga Europa ante el Atlético de Madrid el pasado abril y después varias veces en la Liga lusa. La Fiscalía acusa al exdirigente de la friolera de 56 delitos, entre ellos “secuestro” y “terrorismo”. Esta vez el escándalo es más grande que la potencia que despliega De Carvalho, un nombre imprescindible en las polémicas de los últimos cinco años del fútbol portugués.

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GRA585. LISBOA (PORTUGAL), 16 09 2017.- Fotografía facilitada por el Sporting de Portugal del futbolista Cristiano Ronaldo visitando hoy el Estadio José Alvalade de Lisboa para ver el partido liguero del Sporting de Portugal. En la foto, entre el director deportivo del Sporting, André Geraldes (i), y el presidente del club, Bruno de Carvalho (dcha). EFE ---SOLO USO EDITORIAL---

“Me basto para hacer saltar el vestuario por los aires”

“Si quisiera enfrentar al equipo no necesito 50 tipos con capucha, me basto yo para que el vestuario salte por los aires”, dijo el pasado octubre sobre el ataque de la ciudad deportiva de Alcochete. Para entonces ya nadie en Portugal se escandalizaba con su tono, porque con Bruno de Carvalho, lo saben los jugadores y la afición, siempre se llega a los extremos. El luso, que estudió gestión y tiene un master especializado en gestión deportiva, llegó en 2013 a la dirección del club teniendo como primera gran medida la incorporación en 2015 al banquillo de Jorge Jesús, hasta entonces entrenador estrella del Benfica. La rivalidad entre los clubes de Lisboa aumentó considerablemente no solo por la considerada traición, sino por las formas despectivas de De Carvalho, quien desplegó un tono diáfano y cercano que cameló a los aficionados, a los que periódicamente hacía promesas fantásticas, como un eventual regreso de Cristiano Ronaldo.

Alérgico manifiesto al palco de autoridades, veía los partidos en el banquillo, donde asistía con gesto serio a las órdenes que a escasos centímetros transmitía el técnico. Los jugadores, cohibidos al principio, limitaron gestos de frustración, que recuperaron al ver que era su propio presidente quien los expresaba cuando consideraba oportuno, a veces incluso ante Jorge Jesús. Bruno de Carvalho no necesitaba ver la prensa deportiva al día siguiente para confirmar las presuntas crisis internas, y si hacía falta mantenía charlas en el vestuario al término del partido; también peleas.

La más conocida fue en noviembre de 2016 contra el presidente del Arouca, con quien tuvo un enfrentamiento en los pasillos de Alvalade que las cámaras registraron y acabó siendo emitido en la televisión nacional. En medio de un forcejeo en el que tuvieron que intervenir terceras personas, De Carvalho lanza algo desde su boca a Carlos Pinho: saliva, según el dirigente del Arouca; humo de cigarrillo electrónico, según el líder de los “leones”.

“Nací en África, fui a algunos safaris y vi búfalos con una actitud más tranquila (que Pinho); ya tuve enfrente a uno y no sentí esa estupefacción”, agregó en una de las ruedas de prensa más tensas que se recuerdan en la prensa deportiva, apenas uno de los canales en los que ha volcado sus críticas. Hombre aficionado a las redes sociales, Bruno de Carvalho también usó este canal cuando consideró oportuno calificar al presidente del Sporting de Braga, António Salvador, como “paleto, inútil y estafador”, y también contra sus propios jugadores, a los que llamó “niños mimados” después de que estos se quejaran de su falta de apoyo tras perder ante el Atlético de Madrid. “Se ha agotado mi paciencia para quien cree que está por encima del club y de cualquier crítica”, agregó. Faltaban pocas semanas para que recibieran una paliza.

placeholder De Carvalho, con Villar. (EFE)
De Carvalho, con Villar. (EFE)

Un ataque calificado de “terrorismo”

La gran pregunta en Portugal es cómo cincuenta encapuchados, con antorchas en mano, entraron sin aparente resistencia en la ciudad deportiva de Alcochete. ¿Les dejaron pasar?¿Hubo una vigilancia negligente? Los radicales se dirigieron directamente al vestuario, donde encontraron a jugadores y cuerpo técnico sin tiempo para reaccionar.

“Preguntaron: ¿dónde están Acuña y Battaglia?”, dijo el colombiano Freddy Montero en su declaración a la policía, filtrada a la prensa. Montero se llevó una bofetada, pero otros tuvieron menos suerte: patadas, puñetazos, agresiones con una hebilla de cinturón que hicieron sangrar al holandés Bas Dost en la cabeza e incluso amenazas de muerte. A Battaglia, además, le tiraron un bidón de 25 litros de agua en la espalda.

Foto: Gareth Bale no termina de engancharse a la temporada. (Reuters) Opinión

“Tengo que repudiar estas situaciones”, dijo De Carvalho ese mismo día, en el que también dijo: “fue algo desafortunado y nos tenemos que acostumbrar a que el crimen forma parte del día a día”. Días después, empezó a calificar lo sucedido de “terrorismo” y a reiterar su condena, pero dejaron de escucharle. Los socios, hartos, votaron por mayoría su destitución en junio, el mismo mes en que Jorge Jesús anunciaba su marcha al Al-Hilal saudí y nueve jugadores rescindieron contrato aterrorizados, aunque después varios volvieron.

El contenido de sus cartas de salida, en las que cuentan cómo fueron aquellos días de violencia, y que también fueron filtradas a la prensa –como casi todo lo que sucede en el fútbol luso– cierra el dibujo de la personalidad de De Carvalho, cuya última fotografía tomada por los paparazzi le muestra con las manos unidas, en actitud de rezo, ante una ventana del juzgado: “Estaba visiblemente exaltado y con aires de dictador, alucinado y trastocado”.

"Es el peor momento de mi vida". Ojeroso, cariacontecido, Bruno de Carvalho habla por fin a las puertas de su casa a la nube de periodistas que le ha seguido –en una retransmisión en directo por la circunvalación de la ciudad– desde los juzgados de Barreiro, en LisboaLisboa, donde se ha decidido que no irá a prisión preventiva por presuntamente haber planeado una paliza a los jugadores de su club, el Sporting de Portugal, el pasado marzo en su ciudad deportiva. "Soy una persona diferente", agregó, y explicó que “solo quien pasa por esta situación entiende cuán diferente es un ser humano cuando se le priva de cosas tan sencillas como un cuarto de baño o querer ir al baño”. Es el resumen de sus cuatro días en el calabozo, que le han cambiado para siempre: “Es un Bruno diferente el que sale de aquí, no sé si mejor, si peor, tanto a nivel personal como profesional”.

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