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Weah acaricia la presidencia de Liberia junto a la exmujer de un criminal de guerra
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Weah acaricia la presidencia de Liberia junto a la exmujer de un criminal de guerra

El legendario jugador, ganador del Balón de Oro de 1995, es el candidato más votado en la primera vuelta de las elecciones de su país. Su vicepresidenta sería la exesposa de Charles Taylor

Foto: George Weah vota en las elecciones liberianas. (Reuters)
George Weah vota en las elecciones liberianas. (Reuters)

Los niños de la época recuerdan el gol de Weah como un gran suceso del que se hablaba en los colegios. Cuando se dice "el gol de Weah", de hecho, no hay que especificar mucho más, y eso que marcó cientos en su carrera, pues no en vano es uno de los mejores futbolistas africanos de todos los tiempos. Pero no, no hay duda, el gol es aquel que le marcó al Hellas Verona, ese en el que cogió el balón en su área y empezó a saltarse jugadores en carrera como si fuesen conos más que hombretones hechos y derechos vestidos de amarillo. Uno detrás de otro, todos ellos incapaces de detener a quien, en aquellos días, era el vigente Balón de Oro. No había parabólicos en aquel tiempo capaces de conocer hasta el último central de una remota liga nórdica, las imágenes de fueran llegaban con cuentagotas y solo unos pocos, muy pocos, conocían de verdad lo que pasaba fuera de la Liga. Pero el gol de Weah traspasó todo aquello, ver aquel eslalon más fuerte que fino, esa potencia descontrolada hasta el gol... Sí, ese hombre era especial.

Unos meses antes a Weah le habían ungido como el mejor jugador del mundo. En 1995 había fichado por el Milan después de años en Francia y ese cambio al mejor equipo del momento fue suficiente para que su valor subiese. Fue el primer Balón de Oro africano, técnicamente el primero no europeo, pues hasta ese momento la norma obligaba a dárselo a futbolistas del Viejo Continente. Es cierto, Di Stéfano lo ganó dos veces, pero siempre esgrimiendo su nacionalidad española. La regla cambió y por eso Weah lo logró. Para Liberia, su país natal, aquello fue la mejor noticia en varias décadas. Y si creen que es una exageración basta con recordar las palabras de François Massaquoi, ministro de Deportes de la época: "Lo único positivo que tenemos en nuestro país son Weah y el fútbol".

Y ahora George Weah quiere ser presidente de ese país que hace 20 años solo le tenía a él. Es más, ahora mismo lidera el conteo de papeletas y ve bastante cerca convertise en jefe de Estado, el primer deportista de alto nivel en lograr tan alto cargo. Liberia es, ante todo, un país muy complicado, un lugar donde las cicatrices de la guerra están muy presentes. Y donde los señores de la guerra se confunden con los cargos políticos hasta la extenuación.

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No es la primera vez que Weah se presenta a la máxima magistratura del país. Ya lo intentó en 2005, con la carrera deportiva recién terminada, pero no fue capaz de superar a Ellen Johnson Sirleaf, primera mujer elegida presidenta en África y, posteriormente, premio Nobel de la Paz por su labor reconstruyendo la paz en el país. Mientras Weah jugaba al fútbol en Europa, en el Mónaco, el PSG, el Milan o el Manchester City, su país vivía una guerra civil y luego la dictadura de Charles Taylor, posteriormente procesado y condenado en La Haya por crímenes de lesa humanidad. Su tremenda popularidad no le dio para ganar en 2005, tampoco en su siguiente intento, en la que buscó la vicepresidencia. Le lastraba, dicen, su falta de educación académica, algo que resolvió con un grado en una universidad estadounidense en 2011.

placeholder Un cartel del dúo Weah-Taylor. (EFE)
Un cartel del dúo Weah-Taylor. (EFE)

Los modales rudos en campaña

En ese tiempo en norteamérica, de hecho, nació su hijo Tim, que hoy es una de las grandes estrellas de la selección estadounidense sub-17 que está disputando en Mundial en India estos días con notable éxito. Y está siendo, también, uno de los problemas a los que se ha enfrentado Weah en esta campaña electoral. Le acusan de tener nacionalidad estadounidense; en prensa han llegado a salir fotos de un supuesto pasaporte del exjugador del Milan, lo que por las leyes del país le descalificaría para la presidencia, pues no se permite acceder a cargos electos con nacionalidad dual.

El terreno de juego en las elecciones liberianas está bastante embarrado y las acusaciones son órdagos en toda regla. Uno de los candidatos, Prince Johnson, es un señor de la guerra conocido fundamentalmente por el asesinato de Samuel Doe, primer presidente electo del país, una ejecución de la que hay cumplidas imágenes fácilmente accesibles con una búsqueda de Google. Johnson, también candidato presidencial, dice que la elección de Weah llevaría al país, una vez más, a la guerra, y de guerra sabe bastante, porque él mismo estuvo en el bando de Charles Taylor el suficiente tiempo antes de reconvertirse a respetable senador del país. También le llamó borracho, no fuese a quedarse corto.

Claro que en la política liberiana nada es blanco o negro, sino preso de una infinita escala de grises. Al fin y al cabo cuando le tocó elegir a alguien que le acompañase como vicepresidente designó a Jewel Howard Taylor, exesposa del dictador y, consecuentemente, figura muy divisiva en el país. Tiene muchos detractores, como no puede ser de otra manera, pero la senadora parece haber encontrado una veta de votantes nostálgicos de su marido con ganas de devolverla el poder político. Especialmente en la región de Bong, donde el dúo Weah-Taylor no era favorito, pero está arrasando.

Weah es ahora el caballo ganador. Tanto es así que unos cuantos medios se apresuraron a darle la presidencia del país, incluso ha recibido la felicitación de gente del deporte como Arsène Wenger que, a posteriori, han tenido que rectificar. Habrá, probablemente, una segunda ronda que le enfrentará a Joseph Bokai, vicepresidente de Liberia con Johnson-Sirleaf. Si gana será el primer jefe de Estado que antes embelesó al mundo con su fútbol. Con tardes de gloria, como la de aquel gol al Hellas Verona.

Los niños de la época recuerdan el gol de Weah como un gran suceso del que se hablaba en los colegios. Cuando se dice "el gol de Weah", de hecho, no hay que especificar mucho más, y eso que marcó cientos en su carrera, pues no en vano es uno de los mejores futbolistas africanos de todos los tiempos. Pero no, no hay duda, el gol es aquel que le marcó al Hellas Verona, ese en el que cogió el balón en su área y empezó a saltarse jugadores en carrera como si fuesen conos más que hombretones hechos y derechos vestidos de amarillo. Uno detrás de otro, todos ellos incapaces de detener a quien, en aquellos días, era el vigente Balón de Oro. No había parabólicos en aquel tiempo capaces de conocer hasta el último central de una remota liga nórdica, las imágenes de fueran llegaban con cuentagotas y solo unos pocos, muy pocos, conocían de verdad lo que pasaba fuera de la Liga. Pero el gol de Weah traspasó todo aquello, ver aquel eslalon más fuerte que fino, esa potencia descontrolada hasta el gol... Sí, ese hombre era especial.