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Antonio Conte, el último revolucionario que creó a esta Juventus y deja mal a Guardiola
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campeón de inglaterra en su primer año

Antonio Conte, el último revolucionario que creó a esta Juventus y deja mal a Guardiola

Un hombre del sur de Italia que ganó todo con un club del norte y que decidió retarse a sí mismo al intentar reflotar al Chelsea, con el que ha sido campeón en su primera temporada

Foto: Desde que está en grandes clubes, Conte siempre ha ganado la liga. (Reuters)
Desde que está en grandes clubes, Conte siempre ha ganado la liga. (Reuters)

Los que han vivido en Italia, aunque solo sea durante unos pocos meses, comprenden la diferencia que existe en aquel país entre norte y sur. Está infinitamente más marcada que en España. Son dos mundos opuestos que solo comparten bandera, si bien ciertas zonas preferirían que en sus mástiles colgara trapos de otro color y significado. El norteño es serio, apocado y su vida se mueve al ritmo de las grandes capitales. El sureño vive la vida, la disfruta y la siente. Antonio Conte se llevó su alma pullesa arriba del todo, al borde de los Alpes, cuando era un joven que empezaba a sufrir de alopecia y la mantiene aún hoy en la capital del Imperio Británico, donde además de lucir una frondosa cabellera, ha mantenido la tradición más mágica para un deportista: seguir ganando.

Conte jugó al fútbol con pasión y agresividad, dos cualidades que caracterizaron durante décadas al centrocampista defensivo italiano. Marcello Lippi lo reconoció pronto como un líder natural y lo nombró capitán del mejor club de Italia. En Turín lo ganó todo y colgó las botas allí como miembro honorífico de una de las épocas 'bianconere' más gloriosas. Y cuando pronto le picó el gusanillo de entrenar, algo que tampoco había que ser adivino para intuir que ocurriría más pronto que tarde conocida su capacidad de mando y orden en el campo, no quiso que la fama como futbolista le creara un camino más sencillo hacia la élite. Empezó aprendiendo de Luigi de Canio en el Siena y se quedó en Toscana para estrenarse como primer técnico en el Arezzo y le acabaron echando.

Y como le iban los retos, fichó por el Bari, equipo enemigo de su ciudad natal, Lecce. Los ascendió a la Serie A. Los mantuvo con soltura en su primer año en la máxima categoría y como era normal, se le relacionó con la Juventus, que por aquel entonces (2009) se parecía un poco más a los equipos de Milán en la actualidad que al dictador que ahora gobierna con puño de hierro. De esta evolución es responsable principal Antonio, pero no se quiso precipitar. Se postuló, por supuesto, para entrenar a la Juve algún día, pero aún le quedarían dos pasos. Otro en la Serie A, el Atalanta, un fracaso absoluto que acabó con un enfrentamiento directo con los ultras bergamascos. Y uno en la Serie B, el Siena. Volvió a la bella Toscana para resurgir. Jugó un fútbol maravilloso y ascendió a los 'Robur' con una suficiencia que por fin atrajo a la 'Signora'. Basta de pruebas, Conte era su hombre.

Cada década, el fútbol se va modificando a sí mismo a través de la evolución de sus entrenadores. El fútbol lo cambian los técnicos, no los futbolistas. Y se suele decir, no sin razón, que ya está todo inventado y que las renovaciones que se van produciendo son reinvenciones del pasado. No hay nada más viejo que la defensa a tres, y sin embargo, Conte la revolucionó en plena década de 2010, cuando la defensa a cuatro se había asentado como la única lógica. Se consideró siempre que jugar con tres centrales era, en realidad, hacerlo con cinco defensas. El actual entrenador del Chelsea refutó esa teoría creando una estructura firmemente ofensiva, capaz de desarrollar un juego de posición canónico y preciso que basaba su firmeza sobre la pelota. Muchos jugaban en Italia con 1-3-5-2, pero solo el de Conte funcionaba como un reloj suizo.

No jugó con tres defensas por convicción personal, sino porque entendió que su plantilla le invitaba a ello. Él quería jugar como jugaban todos, con cuatro. Pero a los pocos partidos se dio cuenta de que tenía a tres centrales que podían encajar. Les llaman la 'BBC' italiana, aunque les falta la 'B' del portero. Buffon, Barzagli, Bonucci y Chiellini empezaron su andadura de la mano en 2011 y seis años después acumulan cinco 'Scudetti' (que serán seis), dos copas de Italia y dos finales de la Champions League. Con ese trío y Pirlo empezó su creación. A través de Conte, Italia nunca ha vuelto a ser de otro color. Con él crecieron Vidal y Pogba y se fueron dejando ingentes cantidades de dinero. Allegri, con sus matices y un fútbol tal vez más sobrio, se aprovechó de las virtudes de su predecesor para mantener activa una máquina casi perfecta que funcionó incluso sin su creador, cuando estuvo seis meses sancionado por un delito que no cometió, pero que sí silenció. Cuando entrenaba al Siena, frenó a algunos jugadores que apostaban sobre su propio equipo, pero no lo denunció. Le castigaron, cumplió y volvió a ganar.

En el Juventus Stadium, la grada está lo suficientemente alta para que nadie pueda alcanzar el banquillo. En el caso de Conte era esto una ventaja, porque la invasión, para él, va en sentido contrario. Si él hubiera podido, en los tres años en los que estuvo dirigiendo al equipo de su vida se habría abalanzado sobre los aficionados día sí y día también. Se conformaba con tirarse encima de sus ayudantes, sobre todo de su segundo, Angelo Alessio. No perdió ningún partido en su primera temporada, ganó hasta con aburrimiento las otras dos (en la última alcanzó los 102 puntos) y cada gol lo celebraba como si fuera el del título, cada error lo lamentaba como si supusiera un descenso. Corregía, gritaba, saltaba. No había rueda de prensa posterior en la que no estuviera ronco, ya fuera el rival el Pescara o el Milan.

Se fue de casa porque no le garantizaban el crecimiento deportivo que él creía que necesitaba el club para aspirar a ser campeones también en Europa y se fue al otro lugar donde había sido mito, la 'Nazionale'. Era un proyecto difícil, la reconstrucción del sorprendente equipo de Prandelli que se deshizo como un azucarillo e hizo el ridículo en el Mundial de Brasil. Clasificó a Italia a la Eurocopa y la convirtió en un equipo temible al que solo Alemania, y en la tanda de penaltis, consiguió echar. Se vengó de España en octavos, entre medias. No obstante, la selección le llegó demasiado pronto en su carrera. Había mucho que hacer mientras y el Chelsea le llamó para salir de la depresión en la que había caído con Mourinho tras ganar la Premier.

Foto: Pep Guardiola pretende hacer una gran revolución en la plantilla del Manchester City. (Reuters)

Era el mayor reto de su carrera. Le pasaba algo similar que a Guardiola. Los dos se embarcaron a la vez en un barco que los llevó a Inglaterra, al lugar en el que, parece, hay que conquistar para consagrarse. Tenían dos ideas caducas, que pese a la enorme inversión se estaban decayendo de manera incomprensible. El Chelsea venía de coquetear con el descenso; el Manchester City, de perder la liga contra el Leicester y de ser semifinalista de la Champions por primera vez en su historia. Los dos últimos revolucionarios del fútbol arribaron a la vez a la Premier y el resultado de ambos han sido casi opuestos. Uno ha impregnado de su estilo, de su agresividad y forma de ser a los 'blues'; el otro aún no ha encontrado la forma de que el City se parezca en algo a lo que él tiene en la mente.

Le pasó en Inglaterra algo similar a sus primeros días en la Juve. No jugó con tres defensas desde el inicio. Se le ocurrió con la liga ya bien empezada, tras tres decepciones consecutivas (2-2 en casa ante el Swansea, 3-0 contra el Arsenal y 1-2 contra el Liverpool). Se le ocurrió que podía jugar con Azpilicueta, Cahill y David Luiz en el centro de la zaga, se inventó a Victor Moses, un jugador repudiado y sin espacio en la plantilla, como carrilero, potenció a Marcos Alonso, dio el timón a N'Golo Kanté y permitió a Hazard y Pedro que hicieran lo que quisieran detrás de Diego Costa. No dudó en eliminar los galones de John Terry y recuperó a Fàbregas como un suplente de lujo. Una alineación que parecía una quimera hace unos años en Inglaterra y que se ha convertido en una idea ganadora a imitar, campeona de la Premier y, por ahora, finalista de la FA Cup. El entrenador del futuro lo tiene Abramovich, y es un tesoro.

Los que han vivido en Italia, aunque solo sea durante unos pocos meses, comprenden la diferencia que existe en aquel país entre norte y sur. Está infinitamente más marcada que en España. Son dos mundos opuestos que solo comparten bandera, si bien ciertas zonas preferirían que en sus mástiles colgara trapos de otro color y significado. El norteño es serio, apocado y su vida se mueve al ritmo de las grandes capitales. El sureño vive la vida, la disfruta y la siente. Antonio Conte se llevó su alma pullesa arriba del todo, al borde de los Alpes, cuando era un joven que empezaba a sufrir de alopecia y la mantiene aún hoy en la capital del Imperio Británico, donde además de lucir una frondosa cabellera, ha mantenido la tradición más mágica para un deportista: seguir ganando.

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