Es noticia
El Hadary, el ‘meta-talismán’ que rescató Héctor Cúper para reconquistar África
  1. Deportes
  2. Fútbol
A por su quinto título con 44 años

El Hadary, el ‘meta-talismán’ que rescató Héctor Cúper para reconquistar África

Egipto buscará ante Camerún su octava corona de la Copa de África liderada por el último eslabón de su ciclo más glorioso. Los ‘Faraones’ no pierden con él desde Túnez 2004

Foto: En la imagen, El Hadary, guardameta de la selección de Egipto (EFE)
En la imagen, El Hadary, guardameta de la selección de Egipto (EFE)

“Cuando iba a empezar la tanda de penaltis, se me pasó por la cabeza el título que ganamos en 2006. Entonces, tuve el presentimiento de que iba a parar dos”. Revelaciones metafísicas al margen, nadie puede dudar ya a estas alturas de la película que jugar en el mismo equipo que Essam Kamal Tawfiq El-Hadary da cierta seguridad de que algo bueno te va a pasar. Pese a lidiar durante su interminable carrera con las críticas de los puristas, que nunca le han considerado un guardameta top por sus deficiencias en los balones cruzados o su manía de no blocar un solo balón, los hechos han vuelto a ser tozudos en una Copa de África que ha asistido a la resurrección egipcia luego de tres ausencias consecutivas en la gran competición de selecciones.

Nunca lo sabremos porque son cosas imposibles de medir a ciencia cierta, pero que el combinado que dirige Héctor Raúl Cúper no estaría inmerso en la pelea por su octava corona africana de no haber mediado dos benditas fatalidades, las lesiones de Abdel-Shafa y Ahmed El Shenawy, es una sospecha generalizada en todo el continente negro. E incluso fuera de él. El caso es que su accidentado debut a los 25 minutos del choque inaugural ante Mali dio a El Hadary la oportunidad de saltar al ruedo por séptima vez en la CAN y de paso reivindicarse como el líder espiritual de una escuadra cuya eficacia ha excedido ampliamente a sus méritos desde que el balón echara a rodar a mediados de enero en Libreville.

Con un fútbol extremadamente huraño y dependiente en exceso de las apariciones-genialidades (escasas) de Mohamed Salah, Egipto tratará de cerrar este domingo el círculo a un retorno perfecto ante la inexperta pero crecida Camerún en su novena final (sólo perdió una, la del 62 ante Etiopía) bebiendo de la inspiración que emana desde la portería un tótem que cumplió 44 inviernos el pasado 15 de enero y a quien el técnico argentino de ‘Los Faraones’ rescató felizmente de la reserva activa tras más de dos años sin ser convocado.

Con una mochila repleta de trofeos colectivos (31 títulos, sólo superado por Ryan Giggs y Vitor Baia) y galardones individuales (el último, el de más tiempo imbatido en fases finales de la CAN, con 10 horas y 53 minutos), el cuarto guardameta de la historia con mayor número de internacionalidades (153, sólo superado por Al-Deayea, Casillas y Buffon) confía en estirar un poquito más su leyenda de ‘uomo irreductibile’ en el fútbol africano. Quiere sumar un quinto título de la CAN (la ganó en 1998, 2006, 08 y 10), cifra con la que superaría a su ex compañero Ahmed Hossam, capitán de aquel invencible equipo que, dirigido por Hassan Shehata desde el banquillo, conquistó tres copas del tirón antes de desaparecer del mapa de las fases finales en la edición de 2012.

Didier Drogba, a quien dejó llorando desconsoladamente tras pararle el penalti decisivo en la finalísima de 2006, llegó a definirle como “el más difícil adversario al que me he enfrentado”. Su fama de portero tocado por una varita mágica se refrenda en unos números que, entre otras cosas, sirven para asustar a sus enemigos en un continente muy dado a ensalzar los asuntos paranormales. Que no hubiera recibido un solo gol hasta las semifinales o que aguara la fiesta a Burkina Faso en la emocionante tanda de penaltis cuando pintaban oros para los ‘potros’ a falta de dos lanzamientos, se suman a otro dato significativo: Egipto, con El Hadary bajo palos, acumula 24 partidos sin doblar la rodilla en fases finales. Su última derrota se produjo en la lejana CAN de Túnez, en 2004.

Sus oraciones, postrado sobre el césped, son tan famosas en África como sus descaradas perdidas de tiempo cada vez que se lanza al suelo para atrapar el balón. Pero detrás de su extrema longevidad para continuar en la élite hay algo más que ayuda divina o teatralidad. El meta del Wadi Degla cairota dedica cinco horas diarias a mantener a punto su cuerpo, sigue una dieta alimenticia ferrea y siempre tiene in mente un objetivo por el que luchar a modo de aliciente para estirar otra temporada una carrera que, a nivel internacional, arrancó en 1996.

“El Hadary cuida su cuerpo al extremo. Se presenta en el campo de entrenamiento una hora antes que los demás y se va, al menos, una después. Incluso se compró una casa al lado del estadio para poder descansar bien entre cada sesión, dado que en El Cairo puedes perder horas en ir de un sitio a otro de la ciudad a causa del tráfico”, cuenta el francés Patrice Carteron, su técnico hasta la pasada campaña en el modesto club de la capital egipcia.

La notoria diferencia de edad que le separa de la mayoría de sus actuales compañeros de selección (el más joven, Ramadan Sobhi, tiene la edad de su hija) no es óbice para que éstos le vean como un hermano mayor, más que como un padre. “Todos mis compañeros de equipo son como hermanos para mí, sean más o menos jóvenes. Los abrazo y siempre estoy cerca dándoles consejos porque es parte de mi trabajo como capitán del equipo y amigo suyo. Nunca les hago sentir esa brecha de edad que hay entre ellos y yo. Trato de que nuestra relación sea normal”, asegura.

“Mi ambición no conoce de límites”, acostumbra a decir el ex meta del Al Ahly, Ismaily y Sion suizo, cuya única espina clavada ha sido no haber podido jugar una Copa del Mundo. Tal vez por eso Rusia 2018 será, una vez finiquitado el torneo gabonés, la siguiente y quizás última meta de un El Hadary cuyo mayor estímulo será, caso de lograr un objetivo que se les resiste a los ‘Faraones’ desde Italia 90, superar al colombiano Faryd Camilo Mondragón como el futbolista de mayor edad en disputar un Mundial. Moscú bien vale una misa.

“Cuando iba a empezar la tanda de penaltis, se me pasó por la cabeza el título que ganamos en 2006. Entonces, tuve el presentimiento de que iba a parar dos”. Revelaciones metafísicas al margen, nadie puede dudar ya a estas alturas de la película que jugar en el mismo equipo que Essam Kamal Tawfiq El-Hadary da cierta seguridad de que algo bueno te va a pasar. Pese a lidiar durante su interminable carrera con las críticas de los puristas, que nunca le han considerado un guardameta top por sus deficiencias en los balones cruzados o su manía de no blocar un solo balón, los hechos han vuelto a ser tozudos en una Copa de África que ha asistido a la resurrección egipcia luego de tres ausencias consecutivas en la gran competición de selecciones.

El redactor recomienda