La prensa, Di María y las lesiones pueden dejar a Unai Emery sin turrón en París
Cuatro resultados negativos han puesto en la picota al criticado técnico vasco, incapaz de domar un vestuario que no acepta de buen grado su exigente metodología de trabajo
“Tengo confianza en el equipo y en su capacidad. Debemos estar unidos para poder salir de esta crisis”. Unai Emery daba carpetazo con esas palabras al último y seguramente más doloroso batacazo del PSG desde que se hiciera cargo del equipo el pasado verano. La inesperada debacle en Roudourou (2-1) ante el modesto En Avant Guingamp, que impedirá ya matemáticamente al vigente rey del balompié francés proclamarse campeón de invierno, encendió las pocas alarmas que restaban aún por conectarse en una entidad acostumbrada en los últimos años a pasearse por los estadios galos de medio pelo (e incluso los de mayor postín) y que, sin ir más lejos, 52 semanas atrás transitaba cómodamente instalada en lo más alto de la pirámide de la Ligue 1 camino de su cuarta corona consecutiva con una renta de 19 puntos sobre el segundo clasificado.
Tras haber sido incapaces de sumar un triunfo en sus cuatro últimos compromisos (dos derrotas y dos empates), el conjunto que prepara el entrenador español cerrará este miércoles su actividad en lo que a 2016 se refiere con un traicionero partido-bomba en casa frente al Lorient. No se trata de tres puntos al uso. En absoluto. Hasta las farolas estilo rococó de la Ciudad de la Luz saben que todo lo que no sea sumar un triple frente a los bretones supondrá el punto y final del periplo de Unai y su cuerpo técnico al mando del acaudalado equipo propiedad del emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, a través de la sociedad QIA. El de Hondarribia es plenamente consciente de ello. Tanto, que ha preferido aguardar unos días más antes de retomar sus clases de francés, que había aparcado temporalmente por el apretado calendario de su escuadra durante el último mes de competición, ante la posibilidad real de no despedir el año disfrutando del festival pirotécnico de la Torre Eiffel.
Con la prensa local permanentemente en los talones, sin darle un segundo de respiro, y con algunos integrantes del vestuario visiblemente contrariados con su metodología de trabajo, su elevado nivel de exigencia o simplemente por no estar disfrutando de los minutos que daban por sentado iban a tener, Emery parece estar fotocopiando paso por paso su anterior experiencia en el extranjero, concretamente en el Spartak de Moscú, de donde salió por la puerta de atrás apenas cinco meses después de su flamante fichaje por… dos años. Los mismos que firmó con el campeón francés. Como entonces en la capital rusa, al preparador vasco le está costando hacerse con las riendas de un equipo que, en realidad, dista un buen trecho de lo que él mismo se esperaba cuando Nasser Al-Khelaifi, el presidente-testaferro del emir qatari, le ofreció hacerse cargo del proyecto para sustituir a un Laurent Blanc al que de poco sirvió haber ganado once títulos en tres años y ampliado contrato en febrero pasado.
Emery tiene a su disposición un elenco repleto de grandes nombres, pero a muchos de ellos parece haberles abandonado el hambre y las ganas de seguir compitiendo por cumbres que ya han coronado en más de una ocasión. No es casualidad que el PSG haya mostrado por momentos su mejor versión frente a rivales de enjundia en Europa (Arsenal) o en partidos de la máxima exigencia en la Ligue 1 (Niza o Lyon). “Estamos en crisis, pero la culpa es de los jugadores, no del entrenador. Comenzamos los partidos como si los hubiésemos ganado. El fútbol no es eso”, advertía visiblemente molesto Marco Verratti tras el bochorno de Guingamp. El medio italiano es de los pocos que se están implicando de lleno en el proyecto del cuerpo técnico español, al igual que Matuidi, Motta o Krychowiak, aunque el polaco esté gozando de pocos minutos. Rabiot y Pastore, dos de los hombres en los que más confianza tiene Unai Emery y claves para poder emplear el 1-4-2-3-1 que tanto le gusta, están en el dique seco, lo que le fuerza a recuperar a regañadientes el 1-4-3-3 de Ancelotti o Blanc, un sistema con el que el equipo queda demasiado expuesto en fase defensiva ante la escasa o nula implicación en la presión de sus hombres de medio campo en adelante, excepción hecha de Cavani.
Sin la alargada sombra de Ibrahimovic pisándole la manguera, el ‘killer’ uruguayo está respondiendo, con goles de todos los colores (23 en 22 partidos) y un duro trabajo defensivo, a los galones que le otorgó el ex entrenador de Valencia y Sevilla, entre otros, nada más tomar el mando del equipo. El problema es que, si el charrúa no ve portería, al PSG se le apaga la luz. Y eso a pesar de ser el equipo que más ocasiones por encuentro genera de toda la Ligue 1. Como muestra, un botón: El resto de sus compañeros suman, entre todos,14 tantos, de los que únicamente dos los han firmado delanteros. Lucas, el segundo mejor anotador y otro de los jugadores que ha ‘vuelto’ de la mano de Unai, no supera los cinco. Emery confía en que, si supera el ‘match ball’ del Lorient, el club le regale por Reyes un punta al que se le caigan los goles de los bolsillos y un jugador de banda con desborde y capacidad de sacrificio (quédense con el nombre del alemán Draxler), justo lo que no está encontrando en Di María.
El ‘fideo’ se ha convertido en la verdadera patata caliente del técnico tres veces campeón de la Europa League. Llamado a ser el líder espiritual del nuevo PSG, el segundo jugador mejor pagado del fútbol francés (900.000 euros al mes) no para de acumular actuaciones decepcionantes desde que arrancó la temporada. El argentino es una sombra de aquel Leviatán incontenible que guió al Real Madrid desde la banda izquierda rumbo a la Décima en Lisboa. Corre lo justo, elude el desborde y trabaja poco y menos en defensa. Su cambio, a falta de media hora frente al Guingamp perdiendo 2-0, evidenció el divorcio total entre míster y pupilo. Tampoco ha mostrado demasiado interés Di María en tratar de integrarse en la dinámica del equipo y del país, como demuestra el hecho de haber renunciado hace tiempo a aprender el idioma local. No es el único lunar en la gestión del preparador guipuzcoano: Jesé, Ben Arfa o el propio Thiago Silva no están dando tampoco la talla a sus órdenes. Especialmente doloroso es el caso del ex madridista, un fichaje que pidió ex profeso, pero que no termina de arrancar por diferentes motivos, y no sólo de índole deportivo.
Los medios franceses acusan a Emery, entre otras cosas, de no saber gestionar un vestuario repleto de estrellas o de ser incapaz de dar una identidad definida al juego del equipo, que en poco más de cuatro meses ha perdido ya la mitad de los partidos que cedieron los parisinos con Blanc en el banquillo (8 en total) durante tres ejercicios. Su porcentaje de victorias hasta la fecha (58%) es el peor de la era del petrodólar, si se compara con el de los otros tres técnicos que han dirigido al PSG desde que el Qatar Investment Authority lo adquiriera en 2011 (Kombouaré, Ancelotti y Blanc). Además, el estratega vasco no ha logrado sacarse de encima dos estigmas que ya le penalizaron en algún momento durante su etapa hispalense: no ganar fuera de casa y ser incapaz de remontar un resultado adverso. En el primer apartado, el técnico vasco sólo ha sacado adelante cinco de sus últimas 25 salidas entre Sevilla y PSG (9 empates y 14 derrotas). En lo que se refiere al segundo, desde que llegó a París apenas ha conseguido que los suyos den la vuelta al marcador en una ocasión (frente al Ludogorets, en Champions) de las ocho en que su rival tomó la delantera (tres acabaron en empate y cuatro en derrota).
Pocos minutos después del sonado pinchazo en la Bretaña, la rumorología ya comenzó a escupir nombres de posibles sustitutos para reemplazarle. Van Gaal, De Boer, Mancini, Capello, Seedorf, Hiddink… Curiosamente, la mayoría holandeses, la misma nacionalidad del director deportivo, Patrick Kluivert. Lo cierto es que, a pesar de la evidente pérdida de crédito que ha sufrido el técnico español con los últimos resultados, ni Al-Khelaifi; ni Jean-Claude Blanc, manager general; ni el que fuera delantero del Barça tienen aún definido un ‘plan B’ ante lo que pueda ocurrir mañana en el Parque de los Príncipes. Lo que sí se sabe con certeza es el precio que les costaría mandar a paseo al de Hondarribia: 10’5 millones de euros, esto es, su salario íntegro hasta la conclusión del contrato firmado (junio de 2018), más seis meses extra como penalización por la ruptura unilateral del mismo. Al menos, en ese sentido, Unai puede dormir a pierna suelta.
“Tengo confianza en el equipo y en su capacidad. Debemos estar unidos para poder salir de esta crisis”. Unai Emery daba carpetazo con esas palabras al último y seguramente más doloroso batacazo del PSG desde que se hiciera cargo del equipo el pasado verano. La inesperada debacle en Roudourou (2-1) ante el modesto En Avant Guingamp, que impedirá ya matemáticamente al vigente rey del balompié francés proclamarse campeón de invierno, encendió las pocas alarmas que restaban aún por conectarse en una entidad acostumbrada en los últimos años a pasearse por los estadios galos de medio pelo (e incluso los de mayor postín) y que, sin ir más lejos, 52 semanas atrás transitaba cómodamente instalada en lo más alto de la pirámide de la Ligue 1 camino de su cuarta corona consecutiva con una renta de 19 puntos sobre el segundo clasificado.
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