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El ‘Messi bosnio’ juega por la tolerancia
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Lazarevic brilla en el Guber, el ‘equipo de la paz’

El ‘Messi bosnio’ juega por la tolerancia

Tiene 12 años y en Srebrenica, la ciudad mártir de la Guerra de Bosnia, todos lo conocen por su apodo. Esta es la historia de Jovan Lazarevic, el niño que la descose en nombre de la paz y el buen rollo

Foto: En la imagen, a la izquierda, Jovan Lazarevic (David Ruiz)
En la imagen, a la izquierda, Jovan Lazarevic (David Ruiz)

Responde al nombre de Jovan Lazarevic, pero todo el que se deja caer por el estadio Municipal de Srebrenica le conoce por su apodo. “Jovan lleva ya más de tres años con nosotros, pero desde el primer día se veía que era diferente. Su manejo de balón es impresionante, su técnica, su forma de regatear… Y eso a pesar de ser de los más pequeñitos del grupo. Es un superdotado, por eso los compañeros le llaman Messi”. El apunte corre a cargo de Namik Mustafic, el miembro más veterano del cuerpo técnico del FK Guber y alma máter de la primera escuela de fútbol multi-étnica creada en Bosnia Oriental, la zona de la nueva nación balcánica más castigada por el último gran conflicto armado de la pasada centuria.

El alter ego del crack azulgrana apenas suma 12 primaveras y lleva ya tiempo jugando con chicos de mayor edad. Sus padres, serbios ortodoxos, se instalaron en 2002 en esta pequeña ciudad que fuera testigo, en junio de 1995, de la mayor matanza acaecida durante los tres años largos que duró la guerra de Bosnia (más de 8.000 musulmanes, muchos de ellos mujeres y niños, fueron asesinados por las fuerzas serbo bosnias del general Mladic). Como casi todos los padres de chavales de su grupo étnico, al principio se mostraron reacios a que sus hijos compartieran vestuario con niños musulmanes, católicos o de etnia gitana.

Pero el indómito espíritu de la pelota, que no entiende de odios ancestrales ni de religiones contrapuestas, se encargó de disipar cualquier duda y acabó siendo el germen de un proyecto que se ha convertido, con el paso del tiempo, en el orgullo de una comunidad que se ha acostumbrado a convivir en armonía sin mirar la etnia o la fe que profesa el vecino.

Todo un espectáculo

El ejemplo del talentoso Lazarevic es quizás el que mejor ilustra el éxito del Guber en su lucha contra la intolerancia que aún gobierna muchos rincones de esta hermosa tierra jalonada de tumbas allá por donde pasas. “Todos están encantados con él y disfrutan viéndole dejar rivales atrás. Es todo un espectáculo. Cuando ves a un chaval jugar de ese modo, no piensas en si es ortodoxo, musulmán o católico. Ese tipo de distinciones quedan al margen entre los chavales y, poco a poco, estamos consiguiendo que así sea también entre sus familiares. Además, no hay un solo compañero que no presuma de tener en nuestras filas a un futbolista de la calidad de Jovan”, prosigue Mustafic, quien junto a su gran amigo Jusuf Malagic y la ONG danesa Proyecto de Asociación de Cruce de Culturas (CCPA), sentaron las bases de la resurrección de una escuadra que se sumergió en las tinieblas durante doce años (1992-2004) a causa del sangriento ajuste de cuentas en los Balcanes.

“Los niños se llevan de maravilla. Estamos recogiendo el fruto de años de duro trabajo, sobre todo con los padres. Con ellos hubo que hacer una labor de concienciación muy importante para que permitieran a sus hijos relacionarse con los de las otras etnias. El deporte ayuda como ninguna otra actividad a que los chicos se conozcan mejor y crezcan juntos en una atmósfera sana, en la que no hay lugar para el odio y las rencillas del pasado entre sus familiares”, sentencia Mustafic. No sólo del Messi bosnio vive esta modesta academia enclavada en las faldas de las majestuosas montañas de Tara. Un total de 48 niños, de entre 7 y 17 años, integran el fútbol base de un Guber que cuenta con la ayuda de dos federaciones extranjeras, la danesa y la noruega, y de un club holandés, el ADO Den Haag.

Ayuda exterior

La primera lección que reciben, la más importante y fundamental, es que todos ellos son iguales sobre un terreno de juego. Palabras como compañerismo, solidaridad, lealtad o camaradería llenan sus oídos desde el instante en que atraviesan cada tarde el umbral del viejo estadio del FKG para preparar el siguiente partido con sus hermanos de fútbol. A nadie le importa en este perdido paraje de los Alpes Dináricos si 23 de esos chavales son de origen serbio, 22 bosnios musulmanes o 3 pertenecen a la etnia gitana. La ley del balón ha dibujado en este complicado entorno un nuevo y esperanzador horizonte, gobernado por el célebre “igualdad, libertad, fraternidad” de la Revolución francesa.

El momento más importante de la temporada es el Campus del Guber, que se viene realizando desde agosto de 2004. Durante cinco días, 196 chicos y chicas procedentes de todos los rincones de Bosnia Oriental van a probar sus habilidades. Esta especie de draft cuenta con el patrocinio de las federaciones danesa y noruega. Además de coordinar el campus y seleccionar a los chavales más capaces, ambas federaciones llevan regalos para todos los participantes: camisetas, gorras y 60 balones para que la escuela pueda así renovar su material.

Esa ayuda internacional resulta clave para la supervivencia de una entidad que lleva años quejándose amargamente del nulo apoyo que reciben por parte de la Federación Srpska. “Ni el Gobierno ni la Federación se toman el más mínimo interés en tratar de que nuestro proyecto prospere y sirva de ejemplo en otras comunidades en las que viven serbios y musulmanes mezclados. No recibimos ningún tipo de apoyo, así que de no ser por los esfuerzos de la gente local y por los nórdicos, esto sería imposible de sostener. Es una lástima, pero a veces da la impresión de que a las autoridades les molesta lo que hacemos”, señala el presidente del club, Hacia Mehollic.

Mensajero de la paz en tierra hostil

El día a día en la academia del Guber es todo un ejercicio de fe ante la pertinaz escasez de medios. “Entrenamos tres veces por semana y tenemos a cuatro jugadores que vienen desde Bratunac, que es el pueblo anterior. Pero a veces no llegan simplemente porque no encuentran un coche que les traiga. Desde el club tratamos de ayudar a los chicos y también a los padres con más dificultades para subsistir, pero sin apenas recursos se hace poco menos que imposible. Esta zona sigue pagando los efectos devastadores de lo que sucedió hace 20 años”, afirma el bueno de Mustafic.

La presencia en sus filas de Lazarevic ha supuesto que el Guber haya despertado en los últimos tiempos el interés de Zeljeznicar, FK Sarajevo o Borac Banja Luka, tres de los grandes de la Premijer Liga bosnia, competición que aglutina clubes de las tres etnias mayoritarias (serbios, bosniacos y croatas) en este país cogido con pinzas nacido a raíz del Tratado de Dayton, en 1995.

Pero este mensajero de la paz en tierra hostil resiste, al menos de momento, a los cantos de sirena llegados hasta Srebrenica con tal de seguir disfrutando el mayor tiempo posible de su joya más preciada, el pequeño genio que sueña con ver en el Camp Nou a su gran ídolo. Tiempo habrá para comprobar si su progresión futbolística le sitúa en la senda del astro rosarino y, quién sabe, le permitirá disputar algún día la madre de todos los partidos con la elástica azulgrana.

Responde al nombre de Jovan Lazarevic, pero todo el que se deja caer por el estadio Municipal de Srebrenica le conoce por su apodo. “Jovan lleva ya más de tres años con nosotros, pero desde el primer día se veía que era diferente. Su manejo de balón es impresionante, su técnica, su forma de regatear… Y eso a pesar de ser de los más pequeñitos del grupo. Es un superdotado, por eso los compañeros le llaman Messi”. El apunte corre a cargo de Namik Mustafic, el miembro más veterano del cuerpo técnico del FK Guber y alma máter de la primera escuela de fútbol multi-étnica creada en Bosnia Oriental, la zona de la nueva nación balcánica más castigada por el último gran conflicto armado de la pasada centuria.

Leo Messi Srebrenica
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