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Geopolítica de la Eurocopa: los conflictos que se esconden detrás de un balón de fútbol
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Geopolítica de la Eurocopa: los conflictos que se esconden detrás de un balón de fútbol

  Europa, finales de los años 50. Una Europa dividida por la cortina de hierro busca unir el mundo libre occidental y el bloque comunista alrededor de

 

Europa, finales de los años 50. Una Europa dividida por la cortina de hierro busca unir el mundo libre occidental y el bloque comunista alrededor de un balón de fútbol. Es así que nace la Eurocopa. E en 1960, la Unión Soviética gana la primera edición en la final de París contra Yugoslavia por dos goles. Un partido jugado por dos países que ya no existen. Han pasado 60 años desde entonces, pero la Eurocopa sigue siendo un espejo de las tensiones geopolíticas del continente.

 

 

El primer torneo tras la salida de Reino Unido de la UE ha visto un enfrentamiento directo entre Inglaterra y Escocia. Un partido que tiene como telón de fondo las tensiones entre Glasgow y Londres tras la propuesta del gobierno escocés de convocar un nuevo referéndum de independencia. Hasta ahora el Reino Unido ha sabido gestionar con éxito el nacionalismo deportivo entre las diferentes comunidades británicas, permitiendo que Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte compitan de forma independiente en los torneos de fútbol y reservándose el envío del Team GB para las Olimpiadas.

 

 

Otro punto caliente de la geografía europea es Macedonia del Norte. Un país que en 2018 celebró un referéndum tras casi treinta años de disputas con Grecia que le vetaba la entrada a la OTAN por el uso impropio que hacía la exrepública yugoslava del nombre Macedonia. Un nombre que, según Grecia, debía pertenecer solo a la región de la Macedonia griega. Un cambio de nombre que no se está reflejando en los grafismos de la Eurocopa, ya que Macedonia del Norte sigue apareciendo con el antiguo nombre de su federación en las camisetas de su equipo.

 

 

Al otro lado del continente, las relaciones entre Rusia y la Ue siguen tensionadas a raíz de la guerra en Ucrania. La selección de los dos países no se enfrentarán directamente, pero el conflicto estará presente en campo de juego. La selección ucraniana jugará con el mapa de su país impreso en la camiseta. Un mapa en el que aparece Crimea y el Donabas, dos regiones anexionadas por Rusia en 2014 y que además acompañaba con dos eslóganes nacionalistas que la UEFA les ha obligado a retirar.

 

 

Las sanciones europeas a Moscú por su intervención militar en Ucrania no han impedido que el gigante ruso Gazprom, controlado por el estado, sea uno de los principales patrocinadores del campeonato. Esta empresa es una pieza clave en el desarrollo económico de la Unión Europea: Gazprom es el primer proveedor de gas natural en Europa. Solo en el primer trimestre de 2021 ha vendido 65 mil millones de metros cúbicos de gas a los países de la UE. Alemania, Italia, Francia, Austria, Hungría, Polonia y República Checa son los principales compradores de gas ruso. La economía de estos países es fuertemente dependiente de las exportaciones de Gazprom.

 

 

La construcción de los dos gasoductos Nord Stream abaratará el precio del gas para las grandes economías del euro pero perjudica los intereses estratégicos de los países del este y de Ucrania, que obtienen ingresos por dejar pasar el gas a través de su territorio. Los exsatélites soviéticos temen que Nordstream aumente la influencia de Moscú y sus ambiciones de control sobre sus antiguos estados satélites.

 

 

Gazprom ha renovado hasta 2023 su contrato con las competiciones de la UEFA que incluyen la Champions, la Liga de las Naciones la Supercopa además de patrocinar dos equipos de fútbol en Rusia y Alemania. La UEFA es un gigante financiero que gestiona el fútbol europeo sin ningún tipo de control externo. No hay manera de cuestionar sus decisiones, a menudo arbitrarias. Como por ejemplo la inclusión de Azerbaiyán y su capital como una de las sedes oficiales del torneo. Un país señalado por sus excesos en la reciente guerra contra Armenia en Nagorno-Karabaj, que no cumple los estándares democráticos europeos y que ni siquiera se ha clasificado para la competición.

 

 

A todo esto se añade la guerra abierta de algunos grandes clubes europeos contra la UEFA. Una guerra por el reparto de los beneficios económicos derivados de las competiciones europeas, sobre todo la Champions League. Otro ejemplo del monopolio de la UEFA que algunos clubs han intentado romper con la creación de la Super Liga. Un intento que de momento ha fracasado pero que anuncia más tormentas para el fútbol europeo.

 

 

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