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La despedida de Iniesta, el rey de Copas que creyó que este título también es importante
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los azulgrana se hicieron con su título 30

La despedida de Iniesta, el rey de Copas que creyó que este título también es importante

Él y Messi han logrado el sexto título, igualando así a Schuster en el palmarés histórico de la competición. La primacía del Barcelona de estos años es total y él se va con un gol en la final

Foto: Messi, Iniesta y Alba celebran un gol. (Reuters)
Messi, Iniesta y Alba celebran un gol. (Reuters)

Las miradas siguen a Andrés Iniesta, tiene ese magnetismo de los grandes y aunque ya no sea el estandarte futbolístico del Barcelona sigue teniendo en la reserva gasolina suficiente para dominar de vez en cuando un partido. En esta final de Copa lo hizo, fue sublime, con ese control del balón, la batuta en la pierna derecha y la figura de Messi a unos solos metros y con gol. Su dimensión futbolística se une a la institucional, donde es la figura central, un escudo de piel nívea. Se marchará a final de temporada, porque aunque no lo haya verbalizado parece inevitable, y lo hará, por lo menos, con 35 títulos entre su club y la selección española. Con lo visto en el Metropolitano no serán pocos los que le pidan un año más, un último baile que no mande su fútbol a China. Él parece tener decidida su salida, se va un futbolista extraordinario y un icono.

Iniesta representa lo mejor del fútbol y la mejor etapa del Barcelona. Ya antes se marcharon Puyol y Xavi, y es cierto que quedarán Piqué, Messi o Busquets, pero estos últimos no vieron todo el proceso, no estuvieron allí cuando comenzó el cambio de un equipo orgulloso y ocasionalmente ganador a otro igual de orgulloso pero constantemente ganador. El matiz es importante.

Foto: Decepción en los jugadores del Sevilla. (EFE)

Y quizá el mejor ejemplo de esto es la Copa del Rey. En el Metropolitano los azulgrana lograron su cuarto trofeo seguido, producto de cinco finales. Es la trigésima, con mucho el equipo más exitoso en el campeonato de España. Todo esto tiene que ver con este último Barça, el nuevo, el que se empezó a formar con Rijkaard y se llevó al éxtasis con Guardiola. Para llegar a este título, como tantas otras veces, fue crucial tener un jugador como Iniesta en el campo. Él dirigió durante la primera mitad al equipo hasta acular al Sevilla y encontrar a los delanteros que fueron percutiendo la portería del Barça.

A Pep hay que atribuirle más que a nadie el éxito en la competición más pequeña de todas las grandes. Antes de su llegada su club, como el Real Madrid, la veía más como un estorbo en el calendario que como un objetivo real. Si las cosas se daban bien se podía terminar ganando, pero tampoco había drama alguno en la eliminación, a no ser que ocurriese en circunstancias especialmente patéticas, como pasó aquel año que el Novelda de Segunda B se deshizo de los azulgrana.

Foto: La Policía Nacional requisó cualquier elemento con simbología independentista en las puertas del Metropolitano. (EFE)

No era un título apreciado, se estaba convirtiendo incluso en uno menor, pero Guardiola vio que con un formato favorable a los grandes, con dos partidos en cada fase hasta la final, y los presupuestos cada vez más abultados, era un buen territorio para explorar nuevas cosas. La Copa le dio la opción de usar las plantillas cada vez más extensas con las que contaba, también de testar el ímpetu de los chavales que venían de abajo. Le concedió la oportunidad de establecer y reivindicar una cultura ganadora, porque aunque una Copa pueda no llegar a justificar una temporada entera lo que sí hace es adornar bien los grandes años.

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Iniesta y Navas en la final de la Copa del Rey.

Igualar a Schuster

Y así, poco a poco, lo fue convirtiendo en su torneo. En el resto compiten, en la Copa arrasan. Es más, el Real Madrid celebró con ímpetu las dos que ganó en los últimos 10 años. Una porque era algo parecido al fin del desierto, el primer título que lograron insertar en el 'guardiolismo'. Fue la Copa en Valencia, con el cabezazo de Cristiano Ronaldo, un hombre a quien en aquel momento señalaban por no marcar goles importantes. El hecho de que Mourinho, un excelente publicista de sí mismo, fuese el entrenador, ayudó a darle un relieve mayor que el que tenía la victoria en sí. La segunda, ya con Ancelotti, es la del gol de Bale, que pasará a la historia como el momento cumbre de la carrera del galés en el club blanco.

En ese sentido, la única espinita que puede tener el Barcelona de estos años es no haber ganado al Real Madrid una final, algo que no deja de ser una cuestión menor cuando has reclamado como tuyas cinco de las últimas siete, algunas de ellas ganadas con una autoridad aplastante. Es cierto que este éxito continuado, que define una época tan bien como todos los demás, también ha conducido a cierto cansancio en la afición azulgrana. Ha costado horrores vender las entradas de un evento que, en principio, debería haber llamado la atención por su rango. Es cierto, decían que esperaban también una posible final en Kiev, carísima y más atractiva, pero no ha llegado.

Foto: La grada de aficionados del Barcelona mientras sonaba el himno español en el Metropolitano. (Reuters)

Volvemos a Iniesta, porque él define esta época. Con este título, su sexto, ha logrado igualar a Bernd Schuster como el jugador que más finales de Copa ha logrado. Está acompañado, eso sí, por Messi, que también ha escalado junto al manchego esa montaña. Ellos lo han logrado sin necesidad de salir de su hogar, con su equipo de toda la vida, algo que no puede decir el alemán, que necesitó pasar por los tres clubes más grandes de España para sumar sus seis títulos.

El dato es una muestra más de que nunca antes un club había tenido interés y éxito en un periodo de tiempo tan extendido en esta competición. Son 30 títulos en 40 finales, una demostración no solo de dominio, también de efectividad. Será, eso sí, el último con Iniesta. Se marcha uno de los grandes hombres del fútbol español, una institución absoluta en el FC Barcelona y un jugador que aún tiene cosas que mostrar.

Las miradas siguen a Andrés Iniesta, tiene ese magnetismo de los grandes y aunque ya no sea el estandarte futbolístico del Barcelona sigue teniendo en la reserva gasolina suficiente para dominar de vez en cuando un partido. En esta final de Copa lo hizo, fue sublime, con ese control del balón, la batuta en la pierna derecha y la figura de Messi a unos solos metros y con gol. Su dimensión futbolística se une a la institucional, donde es la figura central, un escudo de piel nívea. Se marchará a final de temporada, porque aunque no lo haya verbalizado parece inevitable, y lo hará, por lo menos, con 35 títulos entre su club y la selección española. Con lo visto en el Metropolitano no serán pocos los que le pidan un año más, un último baile que no mande su fútbol a China. Él parece tener decidida su salida, se va un futbolista extraordinario y un icono.

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