Es noticia
La Copa culé menos celebrada dejó más de 6.000 asientos vacíos en el adiós al Calderón
  1. Deportes
  2. Fútbol
huecos vacíos en la tribuna del calderón

La Copa culé menos celebrada dejó más de 6.000 asientos vacíos en el adiós al Calderón

Una final es una fiesta y rara es la vez que no se cuelga el cartel de 'no hay billetes'. El Barça-Alavés no era atractivo y provocó que en la despedida del Calderón hubiera 6.000 asientos vacíos

Foto: La tribuna dejaba a la vista varias butacas vacías. (Reuters)
La tribuna dejaba a la vista varias butacas vacías. (Reuters)

La Copa del Rey no le importa ni a las aficiones que la juegan. Es un resumen que se puede hacer de esta final, el último gran partido de la temporada en España. No es una forma de hablar, es pura cuestión de estadística, de recuento de entradas que se quedaron sin imprimir, esperando en un archivo que nadie ejecutó porque no se llegaron a vender; de otros 'tickets' que sí fueron impresos, pero que nadie llegó a utilizar. En el adiós oficial al Vicente Calderón, Fútbol Club Barcelona y Deportivo Alavés jugaron una final sin que las gradas estuvieran a rebosar, como suele ocurrir en este tipo de eventos.

Durante los minutos previos, las gradas empezabana a anunciar un premonitorio vacío. No toda, claro. La zona blanquiazul, el fondo norte del recinto atlético, estaba a rebosar más de media hora antes de que Clos Gómez indicara el inicio del encuentro. El Alavés jugaba su primera final de Copa del Rey, la segunda gran final de sus 96 años de historia, tras la de la Copa de la UEFA de 2001 contra el Liverpool en el Westfallenstadion de Dortmund. Y claro, estos eventos, por ser casi únicos en la vida, hay que disfrutarlos lo máximo posible. Toda la afición albiazul esperaba a la azulgrana, que se tomaba las cosas con más calma mientras atravesaba el perímetro de seguridad del estadio, donde se realizaban cacheos y registros que ralentizaban la entrada, lógicamente.

Se empezaban a realizar los preparativos para la ceremonia inicial y aún había asientos vacíos. Esos que nadie había ocupado cuando empezó la final no los ocuparía nadie más. La grada que enfocaba la televisión principalmente, la tribuna lateral, daba una imagen lamentable de la Copa española, ese producto que la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y LaLiga no tienen ni la más mínima intención de exprimir, de sacar todo su potencial, que es mucho, como demuestran otras copas del Viejo Continente (en Wembley no había huecos para ver al Arsenal ganar su 13ª FA Cup).

Ya no es solo que la Copa no interese a lo largo de su propia competición, con eliminatorias insulsas entre equipos de Primera y de Segunda B decididas en la ida, sino que también ocurre en el partido cumbre, la final. Pues si era triste la imagen de la grada que se veía por televisión, desde donde se producía el tiro de cámara, la preferente, la postal era aún más desoladora. Cientos de sillas sin ocupar, numerosos 'manchones' rojos y blancos, los colores con los que están pintadas las butacas del Calderón.

El Barça no vendió 3.000 entradas

Según fuentes oficiales, se dejaron sin vender más de 6.000 entradas, unas 3.000 de ellas pertenecientes al Barcelona, que no fue capaz de venderlas. Un porcentaje altísimo de billetes que no pudo colocar entre una afición al que le daba exactamente igual jugar una final contra el Alavés. Quién sabe, quizá sentían que iban a ganar sin duda y que no tenía el valor suficiente para pagar el altísimo precio al que se estableció la venta de entradas. Otros, incluso, fueron 'afortunados' de ser seleccionados en el sorteo del reparto de entradas, las compraron, pero decidieron no asistir al partido. Según esas mismas fuentes, el Alavés no vendió unas mil, algo más comprensible ya que el 10% de Vitoria ya estaba sentado en el Calderón.

Otro buen pellizco de esas entradas no 'colocadas' corresponde a la RFEF y sus compromisos. A cada patrocinador de la competición le corresponde un porcentaje de las entradas y pueden decidir no ejercer tal derecho. Esto, lo anteriormente expuesto, además de las invitaciones que no se disfrutaron, originaron una final de Copa un poco triste. La salvaron las aficiones que sí estaban ahí, en el campo, cantando sin parar. Especialmente la vitoriana, que no frenó en su empeño de animar al Alavés incluso cuando la remontada era totalmente imposible.

El Vicente Calderón no se merecía un adiós así. El que ha sido el estadio del Atlético de Madrid durante más de 50 años no ha recibido una 'sepultura' digna. Si por algo se ha conocido siempre al recinto rojiblanco ha sido por ser una olla a presión, siempre llena cuando su equipo más lo necesitaba. Los seguidores colchoneros eran siempre un jugador más. Esta vez no jugaba el Atleti, los últimos que pisaron ese césped en partido oficial eran de fuera, clubes extraños. Pero esto no ha acabado aún. No podía ser que el Calderón dijera adiós sin un escudo del Atleti corriendo tras un balón. Este domingo se realizará el partido de la despedida definitiva, un amistoso con leyendas rojiblancas que pondrá fin a muchas décadas de emoción. La próxima vez ya será en el Wanda Metropolitano.

La Copa del Rey no le importa ni a las aficiones que la juegan. Es un resumen que se puede hacer de esta final, el último gran partido de la temporada en España. No es una forma de hablar, es pura cuestión de estadística, de recuento de entradas que se quedaron sin imprimir, esperando en un archivo que nadie ejecutó porque no se llegaron a vender; de otros 'tickets' que sí fueron impresos, pero que nadie llegó a utilizar. En el adiós oficial al Vicente Calderón, Fútbol Club Barcelona y Deportivo Alavés jugaron una final sin que las gradas estuvieran a rebosar, como suele ocurrir en este tipo de eventos.

Vicente Calderón
El redactor recomienda