El Barça más antinatural golpea al Atleti y le aleja de su final especial
Los azulgranas potenciaron su nueva manera de jugar a través de la velocidad y se acercan a la final gracias a dos golazos de Suárez y Messi. El Atleti reaccionó, pero tarde
Todo evoluciona, generalmente, a mejor. Es pura ley natural para poder prevalecer sobre los adversarios y sobrevivir al paso del tiempo como especie. Un club de fútbol, más uno de los grandes, vive el paso de los años como un animal en plena evolución que pase por diferentes fases. El Barça está ahora en una fase de reconocimiento personal, como un adolescente que se pregunta qué quiere ser de mayor. El equipo que llegó a la madurez enfermó y el tratamiento le ha quitado años de vida. Y cierto lustre, para qué engañarnos. Pero el Barça empieza a tener claro qué quiere ser. Al menos, en el corto-medio plazo.
Lo que antes hubiera sido un sacrilegio, ahora es una forma de vida. Quiere jugar a lo que juegan casi todos, es decir, al fútbol ‘sencillo’ de siempre, ese en el que si te sientes presionado, das una patada al balón y no te sientes mal por ello, ni le hinchas la vena de la sien al entrenador que está en la banda. El juego de posición quedó atrás. La nueva identidad azulgrana es la velocidad, los balones largos, la voluntad de atacar lo más rápido y directo posible. Así entiende Luis Enrique que minimiza los muchos defectos de sus jugadores y potencia las principales virtudes de tres de los mejores jugadores del mundo. En el Calderón, 45 minutos perfeccionando ese estilo y dejando, en esos momentos, al Atleti muy lejos de la final en su casa, como despedida.
Anteriormente, el juego del Barça clásico, el que ha encandilado a medio planeta, se encontraba con una dificultad, que era el sufrir a veces sin remedio ante defensas cerradas a cal y canto. Tenía muchas virtudes, pero el contrario las podía eliminar con la simple acumulación de efectivos en torno a su portería. El actual… podemos decir que no tiene muchas virtudes, pero sí potencia los defectos del rival. A veces, claro, porque este equipo está aún tan perdido que cualquiera sabe cuándo le va a salir el día bueno. Como a Messi, que al chico le dio esta vez por marcar uno de esos goles que han perdido el mérito de tanto repetirlos. Con un Atleti que no tiene ni idea de qué le está pasando, en plena depresión, los culés les hicieron un roto aprovechando cada numeroso error, matando a la carrera, haciendo feliz a sus puntas, que se encontraban con espacios insospechables en la defensa rojiblanca.
Simeone volvió a jugar con ese doble lateral derecho, Vrsaljko-Juanfran, los tres de siempre en el medio y Carrasco detrás de Griezmann. Es decir, hay cosas ahí para que la pelota no sea un elemento extraño y sepan qué hacer con ella. Pero en el Barça pasó algo que hace poco más de un par de temporadas habría sido considerado un sacrilegio: le regaló el balón, le dijo: “Atácame, que yo tengo a Suárez y Messi”. Y el Atleti no supo. No supo hasta que un motivo de fuerza mayor (la virtual eliminación tras solo una parte de las cuatro a jugar) le generó el ímpetu suficiente para, al menos, aprisionar al rival sobre su área y generar, bajo la tensión del momento, suficiente peligro como para haber incluso empatado la desventaja de dos goles.
El paradigma del juego del Barça es el partido de Luis Suárez. Es considerado, con razón, como uno de los mejores rematadores del mundo, quizá el mejor, pues todo lo que cae a su alrededor, sea o no sencillo, lo dispara a portería. Y muchas veces acierta. De ahí lo de las dos Botas de Oro consecutivas, y tal. Pero con espacios, Suárez también es descomunal. Se encontró una pelota ante dos defensas y decenas de metros hacia Moyá y encaró. Encaró y se fue con una potencia que recordó a Ronaldo. Y definió a los 7 minutos. Después siguió corriendo, pero siempre con sentido. Más exactamente, con el sentido que le marcaban los balones largos de Cillessen. Medidos con precisión científica, intencionados, incontrolados por el Atleti. Ninguno podía ser despejado por Savic o Godín, dos buenas cabezas. Todos servían para algo.
Al ritmo cansino y sin muchas ideas de Gabi y Koke se movía el Atleti. En días como este miércoles, echaban de menos alguna aparición de Saúl, el que siempre solía aparecer en los partidos grandes. Griezmann como ‘9’ pierde toda opción de sorpresa y la aportación de Carrasco como segundo punta es extremadamente reducida. Entre la línea de medios se encontró el Atleti con un factor diferencial en el Barça, uno que no habría funcionado en ningún caso con la forma de ser culé de antes, la bonita. Mascherano era un maravilloso mediocentro posicional cuando jugaba en equipos que no le exigían un dominio de la pelota prodigioso, de ahí que tuviera que reciclarse como central para tener un hueco en el Barça de Guardiola. Pero sin esa obligación que sí tiene Busquets en este Barça de la velocidad, Mascherano volvió a ser ese pivote perfecto al corte, correcto en el pase y líder defensivo.
La descomposición del Atleti se nota menos cuando se acuerda de que lo mejor que puede hacer es atacar, y si ataca a corazón abierto, a lo que le suele empujar su afición, las cosas funcionan un poco mejor. No del todo, porque al final no es su estilo, pero al menos se van al Camp Nou con un resultado horrible, pero aún salvable. Lo dio todo el Cholo con Torres en el descanso (pese a que el partido no estaba para él), Gaitán y Gameiro. Y es cierto que aprisionó al Barça por momentos, que Piqué y Alba tuvieron que alargar la pierna varias veces para evitar goles. Pero el Atleti no sabe a qué juega, y eso es lo grave. Ya no es lo mismo.
Ficha técnica
1 - Atlético de Madrid: Moyá; Vrsaljko (Fernando Torres, m. 46), Savic, Godín, Filipe; Juanfran, Gabi, Koke, Saúl (Gaitán, m. 58); Carrasco (Gameiro, m. 69) y Griezmann.
2 - Barcelona: Cillesen; Sergi Roberto, Piqué, Umtiti, Jodi Alba; André Gomes (Rafinha, m. 71), Mascherano, Rakitic (Denis Suárez, m. 57); y Messi, Luis Suárez y Neymar.
Goles: 0-1, m. 6: Luis Suárez. 0-2, m. 33: Messi. 1-2, m. 59: Griezmann.
Árbitro: De Burgos Bengoetxea (C. Vasco). Amonestó a los locales Saúl (m. 31), Savic (m. 38), Griezmann (m. 74) y Gabi (m. 84) y a los visitantes Neymar (m. 63), Messi (m. 89) y Mascherano (m. 90).
Incidencias: partido de ida de las semifinales de la Copa del Rey disputado en el estadio Vicente Calderón ante unos 54.000 espectadores.
Todo evoluciona, generalmente, a mejor. Es pura ley natural para poder prevalecer sobre los adversarios y sobrevivir al paso del tiempo como especie. Un club de fútbol, más uno de los grandes, vive el paso de los años como un animal en plena evolución que pase por diferentes fases. El Barça está ahora en una fase de reconocimiento personal, como un adolescente que se pregunta qué quiere ser de mayor. El equipo que llegó a la madurez enfermó y el tratamiento le ha quitado años de vida. Y cierto lustre, para qué engañarnos. Pero el Barça empieza a tener claro qué quiere ser. Al menos, en el corto-medio plazo.
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