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Por qué creer en el Sevilla de alma caníbal, explicado en polaco
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la vital importancia de Krychowiak

Por qué creer en el Sevilla de alma caníbal, explicado en polaco

Explica Monchi que “la clave es mantener, por encima de los nombres, el gen competitivo y de superación que el equipo posee”. El polaco Gregorz Krychowiak es el mejor ejemplo

Foto: Krychowiak junto a Busquets en un Barcelona-Sevilla de esta temporada (EFE)
Krychowiak junto a Busquets en un Barcelona-Sevilla de esta temporada (EFE)

Siendo razonables, no hay muchas razones para confiar en la victoria del Sevilla en la final de Copa. Enfrente tiene al Barcelona de Leo Messi, ganador de la Liga, un equipo que le quintuplica el presupuesto y que llega doblemente descansado a la batalla. Lo que pasa es que si algo ha caracterizado a este Sevilla legendario, al quíntuple campeón de la Europa League, al titán que este domingo busca su décimo título en su década prodigiosa, es que resulta cualquier cosa menos un equipo razonable.

La pregunta que se hace el mundo, de hecho, es cómo un club con semejantes recursos, que cada año, cual Sísifo, se ve obligado a levantar un nuevo equipo, privado de sus estrellas por la voracidad de los grandes (el Barcelona, el primero entre ellos, desde Rakitic hasta Alves), ha sido capaz de conquistar tantas cimas tan aparentemente fuera de su alcance. Se trata de una cuestión de difícil respuesta. Podemos tratar de hacerlo en polaco.

Explica Monchi, el impagable director deportivo andaluz, que “la clave es mantener, por encima de los nombres, el gen competitivo y de superación que el equipo posee”. Eso es fácil decirlo y difícil lograrlo. Para conseguirlo necesita detectar a jugadores como Gregorz Krychowiak (Gryfice, 1990), a quien el Sevilla firmó a contraestilo. “Venía de un equipo pequeño (Reims), de otra exigencia, de otro clima, no conocía la Liga ni hablaba español y, sin embargo, decidimos firmarlo”. ¿Por qué? “Por su carácter. Es un caníbal. Siempre quiere más”. Tras acabar la final de Basilea, en pleno éxtasis general por la quinta Europa League, el periodista Ismael Medina entrevistó a Krychowiak, que, calmo, apenas con la sonrisa justa, miró a la cámara y dijo: “No es momento todavía de celebrar para nosotros. En cuatro días tenemos otra final, y queremos ganarla para ser cada vez más grandes, para superar lo que hicimos ayer”.

Modelo ocasional

Por supuesto, esto no deja de ser retórica. Pero entre las palabras y los hechos de Krychowiak existe un tramo muy corto. Nada lo explica mejor que lo acontecido tras la final de Varsovia, el año pasado, en la que el Sevilla alzó su cuarta Europa League. A la mañana siguiente, el seleccionador de Polonia, Adam Nawalka, paseaba por el estadio Nacional cuando vio llegar a Krychowiak, con su petate. “Mire, míster, como yo no bebo me retiré pronto anoche. Y tenía demasiada adrenalina para dormir. Así que me he levantado pronto y he venido a entrenar”.

El caso retrata el perfil espartano del gigante polaco, que tanto contrasta con su imagen pública. Por ahí, se podría advertir un retazo de frivolidad en un jugador amado por las revistas del corazón, y en especial las de moda. Hace unos meses acaparó la portada de 'Elle' en Polonia, donde su fama alcanza a la de la gran estrella del país, el delantero del Bayern Robert Lewandowski. Modelo ocasional, pareja de la también modelo Celia Jaunat, expuesto con mucha naturalidad a los medios y muy activo en las redes sociales, la apariencia de divo se evapora en cuanto hurgas un poco en el personaje. Más allá de sus escarceos mediáticos y sus causas humanitarias, que también protagoniza, lo que caracteriza completa y obsesivamente a Krychowiak es una profesionalidad mastodóntica.

“No fumo, no pruebo el alcohol y duermo un mínimo de 10 horas. Cuido la dieta y el cuerpo, la herramienta de la que vivo a diario”, relata el poderoso Krychowiak

“No fumo, por supuesto no pruebo el alcohol, jamás. Duermo un mínimo de 10 horas. Controlo las grasas y no como pizza. Cuido mi dieta y mi cuerpo, la herramienta de la que vivo. Si no me siento al cien por cien físicamente en el campo, no puedo ayudar a mi equipo”, narra el mediocentro internacional, que se carcajeó públicamente de su compañero Lewandowski tras la denuncia de un agente por ebriedad en las celebraciones de la clasificación de Polonia para la Eurocopa. "¡Gracias a Dios, yo no bebo champán o estaría en serios problemas!”.

Una compra de cinco millones

“En cuestión de entrenamientos, el único problema que tenemos con Krycho es que debemos pararle”, dicen los preparadores Sergio Domínguez y Moisés del Hoyo. La exuberancia física, de hecho, es esencial en el medio de cierre que el Sevilla firmó, hace dos años y por cinco millones de euros, entre notorias dudas. Al poco se advirtió que era un jugador con evidentes carencias técnicas, que perdía demasiada pelota. Esta misma temporada, el frenesí que, en ocasiones, le lleva a descolocarse tácticamente le costó al Sevilla la dolorosa derrota, en el descuento, en el Etihad frente al City que prácticamente le echó de la Champions. También se ha metido dos goles en su puerta. Y, sin embargo, y pese a todo, probablemente no haya otro futbolista tan importante para Unai Emery, al que le brillan los ojos al referirse al polaco. “Es todo lo que yo no supe ser como jugador”, le retrata. Su ascendencia sobre el equipo es capital. Desde Maradona, ningún otro extranjero se había convertido en capitán tan pronto, apenas al año de llegar.

“En cuestión de entrenamientos, el único problema que tenemos con Krycho es que debemos pararle”, aseguran varios asistentes de Unai Emery

Krychowiak lo hizo desde Francia, a donde emigró con 16 años. “Fue duro separarme de la familia y mis amigos. Pero siempre tuve claro que, sin ese sacrificio, no llegaría a nada en el fútbol”. Se formó en la cantera del Girondins, pero apenas encontró oportunidad en el equipo de Burdeos. Tras crecer en el Nantes y el Stade Reims, Monchi le echó el lazo. Un año antes, Krychowiak se quejaba amargamente de que su club no le hubiera dejado salir… al Betis. En el Sevilla, donde por cierto llegó como segundo plato tras frustrarse las negociaciones con Carlos Carmona (Atalanta), no le aguardaba tarea fácil. Junto a Banega, debía hacer olvidar a los idolatrados Rakitic y M’Bia. Muy pocos apostaban a que lo lograría. “Ahora me acuerdo de los que decían que me iría al banquillo y no llegaría a oler la hierba del Sánchez Pizjuán”, recordaba el centrocampista después de la exhibición que dio esta temporada frente al Real Madrid, uno de los clubes con los que se le vincula en el inminente mercado de verano.

Ese partido marcó uno de los hitos de un competidor salvaje. Una “obra maestra”, declararon los medios en Polonia, donde se pasaban una y otra vez las jugadas en las que Krychowiak desarmaba a Cristiano Ronaldo, en auténticos choques de bisontes. “Cuando leí que Cristiano le había marcado 19 goles al Sevilla me puse furioso. Ese día salté al campo como un toro, me salía espuma por la boca. No dejaba de repetirme que, esta vez, no nos marcaría”. Palabras, sin distancia a los hechos, que caracterizan a un futbolista mayúsculo por el que se pegan los grandes clubes de Europa. Ya el año pasado le tentó el Arsenal, con un cheque en blanco (en Londres no hizo ninguna gracia la broma que hizo en Twitter el día de los Inocentes, anunciando su fichaje por el club inglés).

Cláusula de 45 millones

Este curso se habla con intensidad del Paris Saint Germain, la Juventus y el City que dirigirá Guardiola. Krychowiak parece tranquilo, porque siempre lo tuvo claro. “No soy de los que engaña a los aficionados diciendo que me quedaré aquí toda la vida. El Sevilla ha sido todos estos años un trampolín perfecto para que los jugadores crezcan y den el salto a otros equipos grandes. Mientras el club me permita crecer, seguiré. Cuando vea que he tocado techo, como me sucedió en el Reims, saldré”. El año pasado, Krychowiak renovó inesperadamente su contrato, hasta el 2019. Su cláusula es de 45 millones. El Sevilla no habla por menos de eso.

En este punto, conviene volver a las declaraciones del polaco tras la conquista de la quinta Europa League: “Ser cada día más grandes, superar lo que hicimos ayer”. Esa es la clave que mueve su vida y la que le empuja a batallar hasta el último aliento en la final de la Copa del Rey. Desde lejos, se ha menospreciado la importancia del premio para el Sevilla, su presunta desmotivación después de haber alcanzado la gloria y la Champions con el título de Basilea. Se trata de una apreciación desenfocada y errónea. 85.000 sevillistas que inundan Madrid piensan lo contrario. Piensan que, pese a que el Barcelona juegue mejor, pese a que tenga a Messi, pese a que sea más rico y llegue más descansado, jamás se puede dejar de creer en un equipo que contiene a guerreros irreductibles como Krychowiak.

Siendo razonables, no hay muchas razones para confiar en la victoria del Sevilla en la final de Copa. Enfrente tiene al Barcelona de Leo Messi, ganador de la Liga, un equipo que le quintuplica el presupuesto y que llega doblemente descansado a la batalla. Lo que pasa es que si algo ha caracterizado a este Sevilla legendario, al quíntuple campeón de la Europa League, al titán que este domingo busca su décimo título en su década prodigiosa, es que resulta cualquier cosa menos un equipo razonable.

Leo Messi
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