Por qué hoy todos los funcionarios de la UE van contra el Atlético de Madrid en la Champions
El Union Saint-Gilloise, el rival este martes del Atlético de Madrid, es el equipo de cabecera de los funcionarios europeos y el resto de habitantes de la llamada "burbuja de Bruselas"
Los jugadores del Royale Union Saint-Gilloise, durante la Champions. (Europa Press)
La gente que conozca Bruselas desde la distancia, que la haya visitado alguna vez por turismo o incluso varias veces por trabajo, diría que es una ciudad de emociones fuertes. Y, sin embargo, la capital de Bélgica y de las instituciones europeas es una montaña rusa emocional. Aquí todo es más intenso. Las amistades, que mutan rápidamente en familia por necesidad, las despedidas, las alegrías y las penas. Uno es arrancado de su entorno natural, por voluntad propia o ajena, y aterriza en un lugar extraño, donde nadie es de aquí ni nadie está para siempre.
En un lugar donde todo es extremo y donde la gente se agarra con fuerza a cualquier cosa que le ofrezca un sentido de pertenencia. Y el Royale Union Saint-Gilloise (USG), que juega este martes contra el Atlético de Madrid, es un ejemplo de ello: el equipo que cada fin de semana sirve de válvula de escape para que los eurofuncionarios griten, salten, celebren y vivan una suerte de comunidad que muchos de ellos añoran en la ciudad. Es solamente cuestión de tiempo que a alguien recién llegado a la "burbuja de Bruselas", es decir, ese extraño entorno laboral y social conformado por las personas que trabajan en las instituciones europeas y en sus arrabales, en empresas, think tanks o medios de comunicación, le acaben ofreciendo como plan de fin de semana acudir al Joseph Marien.
Este es el pequeño estadio del USG, uno de los más especiales del fútbol europeo, con una fachada art déco, el estilo artístico autóctono de la ciudad de los años veinte, insertado entre las calles residenciales del barrio de Forest y el enorme Parc Duden. Tan pequeño es que cuando toca jugar de local en la Champions, el USG debe hacerlo en el estadio de uno de sus grandes rivales, el bruselense Anderlecht. Cuando finalmente el nuevo habitante de la burbuja europea cede, lo que se encuentra es una mezcla propia de la ciudad de hoy: una mezcla de fans locales que hablan francés o flamenco con otras personas de decenas de orígenes distintos.
Simeone en la rueda de prensa previa. (EFE/Sergio Pérez)
Su extraña conexión
Muchos italianos, portugueses, españoles o alemanes que hablan un nuevo tipo de Marollien (por el barrio de Marolles en el centro de la ciudad, el antiguo dialecto propio de Bruselas, mezcla del flamenco brabanzón con el francés del sur de Bélgica), hoy en forma de chapurreo de distintas lenguas mezcladas de manera no siempre ordenada. El equipo que este martes acude al Metropolitano se convirtió en el favorito de la burbuja de Bruselas mucho antes de regresar a la élite futbolística. Histórico del fútbol local, el USG pasó casi medio siglo fuera de la primera división belga hasta el año 2021, y para delirio colectivo del barrio de Saint-Gilles y de la burbuja de Bruselas, obtuvo en primavera de 2025 su primer título de liga desde hace noventa años.
Aunque los eurofuncionarios le han acompañado desde hace tiempo en esta travesía, fue la compra del equipo por parte del inglés Tony Bloom en 2018 lo que cambió el destino de un USG que parece haber encontrado un modelo de éxito basado en el rastreo permanente de nuevas promesas. La conexión con los eurofuncionarios es total. Incluso hay un club de fans de la burbuja europea, el bEUnion, que ayuda a los recién llegados a Bruselas a conectar con la ciudad a través del equipo.
La relación es tan directa que hasta en el gabinete del comisario de Clima, el neerlandés Wopke Hoekstra, hay una leyenda directa del USG. El italiano Ignazio Cocchiere, canterano del Inter de Milán, que continuó sus estudios mientras daba vueltas por el fútbol europeo de medio pelo. Pero Cocchiere, además de ser un eurofuncionario, es un mito de la historia del USG: al poco de llegar a la burbuja de Bruselas, acabó siendo reclutado por Saint-Gilloise y salvándolo en un partido decisivo en 2013. Sin su gol, el USG habría caído a la cuarta división del fútbol belga.
La burbuja de Bruselas
Los aficionados que se dejan caer por las calles de Saint-Gilles hacia el Joseph Marien son una mezcla de la Bruselas de hoy. Los viejos habitantes de la zona, los que cuelgan su bufanda de la barbería o en el escaparate de su bar, son herederos de un barrio obrero y bastante pobre de la ciudad. Mientras, los nuevos aficionados llegan desde todas las esquinas de Europa, pero mayoritariamente provienen de los países de la UE cuyos mercados laborales no pueden ofrecer ni la estabilidad ni los sueldos que da la 'burbuja de Bruselas'.
Los jugadores belgas, durante esta Champions League. (AFP7)
Y con su llegada no es únicamente el USG el que ha ido cambiando. Saint-Gilles vive un proceso de gentrificación salvaje. Abren cafeterías de especialidad, bares de cervezas artesanales, tiendas de ropa de segunda mano absurdamente cara. Es cada vez más también el barrio de los habitantes de la 'burbuja de Bruselas' que quieren integrarse en la ciudad, de los que quieren hablar francés o flamenco, implicarse en la política local, echar raíces y animar a un equipo de fútbol.
La gente que conozca Bruselas desde la distancia, que la haya visitado alguna vez por turismo o incluso varias veces por trabajo, diría que es una ciudad de emociones fuertes. Y, sin embargo, la capital de Bélgica y de las instituciones europeas es una montaña rusa emocional. Aquí todo es más intenso. Las amistades, que mutan rápidamente en familia por necesidad, las despedidas, las alegrías y las penas. Uno es arrancado de su entorno natural, por voluntad propia o ajena, y aterriza en un lugar extraño, donde nadie es de aquí ni nadie está para siempre.