El miedo de Real Madrid y Barcelona se lo ha enseñado el Atlético (y lo peor está por venir)
Hace un mes, había tres equipos españoles en el maratón. El Atleti ha caído de pelea y ahora es cosa de dos. Real Madrid y Barcelona, tres competiciones. Dos rivales íntimos, dos equipos conjuntos completamente diferentes y un miedo común
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A Hansi Flick ya le están tomando las medidas de la estatua. El alemán ha sorteado con mano blanda el descaro de Joan Laporta y compañía. Lo hizo sin elevar la voz, mostrándose sorprendido por "cómo funcionan las cosas", pero centrándose en trabajar y en convertir a sus futbolistas en el mejor equipo del momento. Y eso, sin medias tintas, es el FC Barcelona.
El mejor equipo del mundo sí solo tenemos en cuenta lo que sucede en el césped. Más allá, en palco y despachos, lo del Barça hace tiempo que dejó de parecerse a una película de Berlanga para ser propia de un guion de Tarantino: histriónica, desmesurada y salvaje. CSD y palancas a un lado, lo que se intuía como un paseo por el Real Madrid —mucho, muchísimo más afectado por la pérdida de Toni Kroos que complacido por el impacto de Kylian Mbappé— se ha convertido en una feroz disputa.
La situación amenaza con un empacho de Clásicos en las tres competiciones; Liga, Champions League y Copa del Rey. Y, a día de hoy, el Barça es el favorito. Con el vigente campeón europeo mostrando una irrisoria debilidad defensiva y una preocupante falta de juego. Solamente el asterisco permanente del Madrid en Europa lo pone en duda.
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El drama rojiblanco
Primero, los caídos. Hace poco más de un mes, los rojiblancos aspiraban a todo en una temporada brillante. Todo cambió. El drama europeo del Metropolitano en el famoso penalti de Julián Álvarez no será olvidado. Injusticia y robo para unos, cumplimiento explícito de la norma para otros, y mala suerte para todos. El equipo cayó al suelo noqueado y no volvió a ponerse en pie.
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El mundo rojiblanco vive en una constante lucha, interior, pero, especialmente, de cara a fuera. Que Simeone es lo mejor que le ha sucedido al Atlético de Madrid parece difícilmente cuestionable (sí, aunque cobre mucho). El argentino ha puesto la vara de medir muy alta y la exigencia tiene que ir acorde.
También habrá que mirar a la dirección deportiva de Andrea Berta —ya de salida—. Que a principios de abril, el objetivo rojiblanco sea sostener el tercer puesto ligero es de digestión complicada. Y tampoco hay que olvidarse de que estará en el Mundial de clubes, donde, por cierto, no participará el Barça.
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¿Se debe medir al Atlético de Madrid con Madrid y Barcelona? Iñako Díaz-Guerra lo resumía en una columna de El Mundo: Javi Galán es indiscutible en el Atleti. ¿Cuántos futbolistas rojiblancos serían titulares en Bernabéu o Montjuic? Julián y poco más.
Pero si te sientas a comer en la mesa, toca tragarse desde los entrantes hasta el postre. Eso incluye llevarse palos al caer en octavos de final de Champions contra el Madrid y en semifinales de Copa contra el Barça. Lo contrario sería faltarle el respeto al Atlético.
La final que nadie quiere jugar
Cuesta decirlo en voz alta, tanto por el tabú del gafe como por su inmensidad (el fútbol, lo más importante de las cosas menos importantes), pero todo empieza a estar peligrosamente preparado [Simeone dixit] para un Clásico en la final de la Champions. Equipos como el Arsenal, Paris Saint Germain, Bayern de Múnich y Borussia Dortmund podrían evitarlo. Pero el favoritismo es lo que es. Nadie juega tan bien como el Barça en el viejo continente, nadie tiene el talento de los futbolistas —y la historia— del Real Madrid en el viejo continente.
Y ahí entra el miedo. No es lo mismo perder una final que perder una final ante el máximo rival. La final copera y las nueve finales que restan de liga pueden quedar en nada comparado con lo que podría pasar. En el fútbol en color, Real Madrid y Barça solo se han medido en dos ocasiones en Europa. Ambas veces en semifinales, en la 2001/2, a favor de los merengues; en la 2010/11, a favor de los culés.
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Un miedo compartido, sufrido y enseñado por el Atlético de Madrid. Los rojiblancos perdieron dos finales de Champions League con año de margen entre ambas. Primero llegó Lisboa, aquel minuto 93 que luce en la piel Sergio Ramos. Después, Milán, el capítulo más doloroso para los rojiblancos. En la era sin videoarbitraje, Ramos, quien si no, marcó en fuera de juego.
Mark Clattenburg, árbitro de la final, llegó a admitir que se equivocó y que señaló penalti a favor del Atleti para compensar. Griezmann falló, Carrascó empató y todo se decidió en penaltis después de que Simeone diese un paso atrás en la prórroga, cuando peor estaba el Madrid. El final ya lo conocen.
Es un trauma deportivo que a punto estuvo de provocar la salida de Simeone por voluntad propia, pese a que los números eran evidentes: su impacto en el Atlético de Madrid es indiscutible. El argentino, tiempo después, reconocería que necesitaba pasar un duelo por dicha derrota. El madridismo cuida, mima y exhibe ambas finales ganadas a su vecino como oro en paño.
¿Está el culé dispuesto a jugársela? ¿Confiaría el madridista en la mística europea de su equipo ante los de Flick? Que salgan los valientes. El 26 de abril, en la Cartuja, tendremos un adelantado. Este mismo fin de semana, una feroz persecución liguera (63 puntos el Barça, 66 el Madrid, con un Clásico el Montjuic el 11 de mayo). Y en Champions, cuatro partidos por delante (es decir, una eternidad) para una final que opositaría para ser la mejor final de la historia de la competición. A coger palomitas.
A Hansi Flick ya le están tomando las medidas de la estatua. El alemán ha sorteado con mano blanda el descaro de Joan Laporta y compañía. Lo hizo sin elevar la voz, mostrándose sorprendido por "cómo funcionan las cosas", pero centrándose en trabajar y en convertir a sus futbolistas en el mejor equipo del momento. Y eso, sin medias tintas, es el FC Barcelona.