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El Real Madrid reina en el drama europeo del Metropolitano y ajusticia al Atleti en los penaltis
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1-0, 2-2 en el global

El Real Madrid reina en el drama europeo del Metropolitano y ajusticia al Atleti en los penaltis

El titánico esfuerzo de colchoneros y merengues se decidió desde la pena máxima. Gallagher igualó la eliminatoria en el primer minuto y Vinícius mandó a las nubes un penalti fabricado por Mbappé. Rüdiger, otra vez héroe

Foto: El Real Madrid celebra en el Metropolitano. (Reuters/Juan Medina)
El Real Madrid celebra en el Metropolitano. (Reuters/Juan Medina)

Sonaron los cañones y cayeron los proyectiles. Cuando el humo se disipó, ahí estaba el último hombre en pie y su camiseta era del Real Madrid. Antonio Rüdiger fue otra vez protagonista del último penalti que dio la victoria al Real Madrid en una titánica eliminatoria contra el Atlético de Madrid. Fútbol en mayúscula, del que se mastica, del que no es estético, pero fútbol. Honor para los hombres del Cholo Simeone, que rozaron el pase a cuartos de final.

Fue un encuentro dramático que tuvo de todo. El gol a los 30 segundos de Connor Gallagher fue clave en el dominio del Atlético en la primera mitad, que entregó la pelota a un inofensivo Madrid. Los de Ancelotti aceleraron en los segundos 45 minutos. Lo tuvo cerca con un penalti fabricado por Kylian Mbappé y que Vinícius desaprovechó. Como se antojaba, el partido se marchó a la prórroga sin ganador ni dueño y todo se decidió en la tanda de penaltis.

Un resbalón de Julián Álvarez, que marcó, pero tocó con ambos pies y fue anulado, fue decisivo en la tanda de penaltis. También erraron Lucas Vázquez y Marcos Llorente. Jan Oblak llegó a tocar el último lanzamiento de Rudiger, pero el alemán volvía a ser un héroe para el Madrid. Los blancos jugarán los cuartos de final contra el Arsenal de Mikel Arteta.

Foto: Cánticos racistas escuchados en los alrededores del Metropolitano. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)

Ambos entrenadores, que se dedicaron flores en sus respectivas previas, tocaron teclas de sus onces. Simeone quiso desactivar la banda derecha en fase ofensiva del Real Madrid, donde un improvisado Valverde de carrilero destrozó las espaldas de Javi Galán en la ida. Reinildo fue la novedad, con Gallagher ejerciendo como apoyo en el centro del campo. Ancelotti, por su parte, dio la titularidad a Luka Modric y a su veteranía, dejando en el banquillo a Brahim (el mejor del Santiago Bernabéu) y con Mbappé, que venía tocado, en el once.

Pero el Metropolitano era una caldera para demostrar que en el fútbol hay algo más que táctica. 30 segundos tardó el Atleti en igualar la eliminatoria. El Madrid salió dormido, Asencio regaló una pelota y Tchouaméni no presionó como debería. Una apertura a Rodrigo de Paul permitió un pase tenso al corazón del área, Giuliano intentó un tacón y Gallagher remachó la jugada. Una auténtica estampida rojiblanca que dejó en cueros el repliegue defensivo del Real Madrid. Comenzaban de nuevo los octavos de final... con un estadio en ebullición.

El Atleti, automáticamente, se echó atrás. Los gestos de Simeone eran claros: juntitos, sólidos y que el Madrid se las apañe para crear juego, cualquier pérdida tenía castigo. Los blancos amasaban balón, pero la inercia era colchonera. Mucho, muchísimo más peligro creaban los contragolpes del Atleti que las jugadas en estático del Madrid. El Metropolitano pitaba a su rival sin necesidad de tomar aire y solo una acción individual podía cambiar el partido para los merengues.

Vinícius, que al menos lo intentaba con continuos desmarques en un precioso duelo con Marcos Llorente, pidió un penalti por mano de Giuliano. El gesto era natural y así lo entendió el árbitro, el polaco Szymon Marciniak. En fase ofensiva, Griezmann generaba y Julián Álvarez decidía. Algo ansioso el argentino, pero por sus botas venía el peligro. El buen hacer defensivo de los soldados de Simeone obligó a Mbappé a pedirla de espaldas, donde prácticamente es inocuo. La eliminatoria estaba empatada; en alma y ganas sobre el terreno de juego, el Atleti goleaba.

La primera amarilla llegó para Tchouaméni, merecida por una patada tardía a su compatriota Griezmann. El Atleti continuaba su presión alta e incluso disputaba el balón según se acercaba el descanso. En esos momentos, para el Real Madrid, lo mejor era el resultado. La descripción de la primera mitad de los blancos llegó con una cómica jugada. Rudiger puso un centro que pilló desprevenida a la defensa colchonera, con Bellingham y Tchouaméni disputándose el remate franco... y acabaron por estorbarse. A la caseta de vestuarios.

placeholder Giuliano traba la pelota ante Bellingham. (Europa Press)
Giuliano traba la pelota ante Bellingham. (Europa Press)

Los mismos 22 futbolistas que empezaron el encuentro salieron tras el descanso. El guion fue exactamente el mismo. El Atleti mejor plantado, más agresivo, más enchufado, defendiendo mejor y atacando mejor. Un disparo de Julián desde fuera del área, previo error de Ferland Mendy, obligó a Courtois a aparecer. La presión del Madrid era inexistente y había kilómetros entre sus líneas. La única buena noticia para los visitantes es que el dominio rojiblanco les dejaría espacios arriba.

El Madrid parecía engatusado por la Ley de Murphy. Un doble resbalón de Mendy en el centro de campo casi permite el segundo tanto del Atleti tras un carrerón de Giuliano. No será el delantero más técnico, pero el hijo de Diego Pablo es todo corazón y puro ADN colchonero. Su intensidad le costaría la amarilla. Se volvía a salvar el equipo de Ancelotti, que trataba de animarse buscando las bandas. La circulación rápida de balón era su mejor opción y el paso de los minutos resquebrajaba, tímidamente, la correosa defensa del Atleti. La triangulación de Rodrygo-Valverde-Modric era el abrelatas.

Raúl Asencio cortó con clase y potencia una cabalgada de De Paul cuando el argentino se marchaba solo después de una pérdida absurda. El Madrid iba mejorando poco a poco, pero el Atleti mordía a la contra. Era el minuto 60 de partido y, recordemos, la eliminatoria estaba igualada. Ancelotti quiso agitar el avispero. Tchouaméni y Modric (que dejó un sombrero a la contra instantes antes) abandonaron el terreno de juego para dar entrada a Lucas Vázquez y Camavinga, con Valverde subiendo al centro del campo.

Ya había una nueva tendencia en el partido. El Atleti había bajado pulsaciones y el Madrid tiraba para arriba, sin demasiada brillantez, pero consistente. Un contragolpe impulsado por Camavinga dio la primera ocasión para correr de Mbappé, absolutamente desaparecido hasta ese momento, pero a la primera fue la vencida. Acción individual de superestrella del francés, que regateó a dos rivales hasta forzar el penalti y la amarilla para Lenglet. Enmudeció el Metropolitano y resucitó instantes después con el balón a las nubes de Vinícius, quien tiró el penalti francamente mal. Dosis de drama propia de un derbi de estos quilates.

El partido se rompió y buscaba dueño. El cronómetro se dirigía a la prórroga y había miedo al error. Mbappé y Vinícius pedían correr en cada jugada y Valverde y Bellingham eran los indicados. Ancelotti dio otro impulso a la faceta ofensiva con Brahim, quien entró por Rodrygo. Simeone se guardaba las cartas, pero el dominio del Madrid ya era una evidencia. Quedaban diez minutos de tiempo reglamentario. Los isquios se resistieron para Mendy y obligó a que Fran García entrase al campo.

Gallagher, llevándose una atronadora ovación, salió del campo por Samu Lino para buscar las cosquillas de Lucas Vázquez como carrilero; también Ángel Correa por Giuliano y Sorloth por Griezmann. La fatiga hizo acto de presencia, cada vez había más fallos en pases sencillos por parte de ambos equipos. El encuentro se iba a decidir por detalles. El extremo argentino le ganó la espalda a García y Correa pecó de egoísta, cuando tenía una ocasión clamorosa si cedía el balón a Julián.

El derbi eran dos boxeadores al borde del KO, lanzando golpes a la espera de cazar el gancho definitivo. Así lo escenificó De Paul, yéndose al suelo por puro cansancio. Nahuel Molina entró en su lugar. No había tiempo reglamentario para más. Todos lo sabían, el partido iba a la prórroga.

placeholder El dramático fallo de Vini. (Reuters/Juan Medina)
El dramático fallo de Vini. (Reuters/Juan Medina)

El tiempo extra empezó con retraso por algún problema del equipo arbitral. Lo agradecieron los futbolistas para tomar aire. Oblak lanzó un misil teledirigido de volea que Correa recibió con elegancia, pero su pase de la muerte fue evitado por Rudiger. Qué manera de sufrir en los dos conjuntos. Brahim contestó con un disparo desde la frontal, previo desborde de Vinícius, que quería resarcirse de su error sin demasiado éxito.

Sorloth no engatilló un centro precioso de Barrios y nadie acudió al pase en línea de gol de Valverde. El encuentro buscaba dueño y nadie daba un paso adelante. Las piernas pesaban, los nervios entumecían los músculos. Le Normand y Azpilicueta apuntalaron la defensa rojiblanca desde el banquillo. Bellingham mostró su enfado con Vinícius después de que el brasileño no se activara en la presión tras pérdida.

Ya en la segunda mitad de la prórroga, la jugada más destacada de Mbappé fue una entrada en esfuerzo defensivo. Así estaba la cosa. Drama, todo drama. El Madrid necesitaba líderes y ahí aparecían Bellingham y Valverde, con el Atleti esperando contras vía Correa o Lino. Impresionante el despliegue físico de Llorente, capaz de soportar las intentonas de Vini.

Lo estaba mereciendo en el tiempo extra el Madrid. Endrick entró en el 114 y Vini, cabizbajo, abandonó el Metropolitano entre cánticos de "balón de playa". Llorente cazó una volea forzada desde la frontal con más susto que peligro. Ya todos los aficionados sabían que los penaltis eran inevitables.

Mbappé fue el primero de la purga, rasito a la derecha y mucha tranquilidad, y Sorloth, con más rabia, mandó un torpedo. Bellingham cumplió por el mismo lado y Julián Álvarez... se resbaló. Tragedia máxima. El balón entró pese al tropiezo, pero el VAR tuvo claro que ambos pies habían tocado la pelota (sin dar imagen demasiado clara por la retransmisión). Correa recortó distancias y, antes, Valverde había puesto uno de ventaja para el Real Madrid. Oblak se hizo gigante ante Lucas Vázquez, quien tiró a media altura y demasiado centrado. Llorente podía igualar y la pelota se marchó al larguero. Rudiger tenía la responsabilidad: si metía, el Madrid estaba en cuartos de final. Tocó Oblak, la pelota botó y entró. Como en Mánchester, el central alemán se convirtió en héroe.

Sonaron los cañones y cayeron los proyectiles. Cuando el humo se disipó, ahí estaba el último hombre en pie y su camiseta era del Real Madrid. Antonio Rüdiger fue otra vez protagonista del último penalti que dio la victoria al Real Madrid en una titánica eliminatoria contra el Atlético de Madrid. Fútbol en mayúscula, del que se mastica, del que no es estético, pero fútbol. Honor para los hombres del Cholo Simeone, que rozaron el pase a cuartos de final.

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