Courtois o cómo ser el mejor portero del mundo después de una goleada
El Manchester City fue muy superior al Madrid en el partido de vuelta, en el que le endosó un contundente 4-0. Pudieron ser más goles, de no ser por las intervenciones del belga
La Champions League no es un terreno inhóspito para el Real Madrid, capaz de lograr epopeyas y hazañas a la altura de los mayores campeadores. Un equipo con capacidad para hacer posibles los imposibles, como demostró el año pasado con aquellas épicas remontadas. Pero el azar, el destino o la fortuna —llámenlo como quieran— no siempre aparecen. Y está claro que en el Etihad Stadium no hubo ni rastro. Tampoco de los blancos, más allá de Thibaut Courtois, responsable de que la goleada no fuera mayor.
El plan fue sacar a Rüdiger de la alineación tras haber anulado a Erling Haaland en el duelo de ida. Quizá ese fue el mensaje más erróneo que mandó Carlo Ancelotti, aunque luego el noruego no marcara. Si no lo hizo fue porque Courtois le negó las mismas veces que san Pedro. Ahí emergió la versión más casillesca del belga, capaz de hacer que el narrador se anticipara y casi cantara el gol ante una parada tan inverosímil.
El debate más reciente es decidir si Courtois es el mejor portero que ha pasado por el Real Madrid. Con la marcha de Iker Casillas todavía reciente (hace ocho años), es sensato concluir que ambos tienen ángel. Y que aparecen en los momentos de máxima relevancia. Por tanto, es conveniente aplazar el veredicto hasta que concluya la carrera del belga.
El farol del Bernabéu
El Madrid no fue tal porque el Manchester City ejecutó su plan a la perfección, con una presión asfixiante e igual de efectiva que un laberinto. Dio la sensación en el Santiago Bernábeu de que los ingleses fueron los únicos que habían escondido sus cartas; que todavía no habían enseñado los colmillos. Jugar de farol es algo que se le da bien a Guardiola. Que Courtois fuera el mejor de los blancos lo confirmó.
El belga salvó al Madrid con una defensa que no estuvo a la altura, tal vez porque lo normal era poblar más el centro del campo para neutralizar la creatividad del City. Pero Ancelotti siguió los consejos de Bilardo: "Equipo que gana no se toca". Y así apareció de nuevo Camavinga en el lateral izquierdo, posición en la que cumple, pero que no es la suya, porque le había dado resultado en los cuartos ante el Chelsea y en la final de la Copa del Rey.
Guardiola confirmó por qué la venganza es un plato que se sirve frío. Es probable que aquellas caras, además del rostro tapado, en el banquillo del Bernabéu estuvieran en la memoria del técnico cuando planteó el encuentro. Y golpeó al Madrid con su propia medicina: no darle opción ninguna al rival, por mucho que lo intente. Ni siquiera con voluntad podía llegar el acierto.
La alegría del Etihad Stadium
La remontada del año pasado todavía estaba fresca, y bien lo confirmó el júbilo del público congregado en el Etihad. Tal vez por eso el Manchester City no bajó la intensidad en ningún momento. Conocían bien cuál era el guion de la película y no querían revivirla un año más tarde. En ocasiones, la historia está condenada a repetirse, pero no ocurrió en esta ocasión.
La Copa del Rey será el triunfo de consolación para un Madrid que soñaba con repetir el título. Conviene recordar que solo ellos la han ganado dos veces seguidas desde que se llama Liga de Campeones. El mazazo es importante y ahora habrá que comprobar si la goleada trae movimientos en Chamartín. Ancelotti estaba en la cuerda floja y ya saben que a Florentino Pérez no le tiembla el pulso con los entrenadores. Guardiola ha abierto la caja de Pandora.
La Champions League no es un terreno inhóspito para el Real Madrid, capaz de lograr epopeyas y hazañas a la altura de los mayores campeadores. Un equipo con capacidad para hacer posibles los imposibles, como demostró el año pasado con aquellas épicas remontadas. Pero el azar, el destino o la fortuna —llámenlo como quieran— no siempre aparecen. Y está claro que en el Etihad Stadium no hubo ni rastro. Tampoco de los blancos, más allá de Thibaut Courtois, responsable de que la goleada no fuera mayor.
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