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La huella que dejará Pep Guardiola en Europa depende de su enemigo íntimo, el Real Madrid
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SEMIFINALES DE LA CHAMPIONS

La huella que dejará Pep Guardiola en Europa depende de su enemigo íntimo, el Real Madrid

Los blancos reeditan el partido del año pasado ante el Manchester City, que en esta ocasión cuenta con un gran goleador como Haaland. Noche de partido grande en el Bernabéu

Foto: Pep Guardiola, en una visita pasada al Santiago Bernabéu. (Reuters/Carl Recine)
Pep Guardiola, en una visita pasada al Santiago Bernabéu. (Reuters/Carl Recine)

Bernardo Silva, jugador del Manchester City, hizo las siguientes declaraciones: "Si no tuvieran a Luka Modric, Toni Kroos, Vinícius o Benzema, no ganarían nada, porque la camiseta no lo hace por sí sola". Fuera de lo habitual —en Inglaterra se ve al Madrid como un trozo de carne vieja difícil de masticar, pero que será engullido por el City—, esta frase contiene el secreto central del Real Madrid. ¿Por qué gana tanto? ¿Es la camiseta la que tiene poderes taumatúrgicos, la que hace más grandes a los jugadores?

Cuando Camacho se lesionó en 1978 y se lo llevaron para operarse en París con el doctor Judet, recibió la visita de un corresponsal español que se sorprendió mucho al verlo, porque decía que lo encontraba mucho más pequeño y frágil que cuando le había visto en el campo. "¿Le parezco más grande en el campo?", dijo Camacho. "Sí, debe ser una impresión", contestó el periodista. "No es una impresión. Es la verdad. Todos somos más grandes vestidos del Real Madrid" (Historia de la camiseta mágica, David Mata).

placeholder Bernardo Silva fue tajante con sus declaraciones. (Reuters/Peter Powell)
Bernardo Silva fue tajante con sus declaraciones. (Reuters/Peter Powell)

Ahora mismo, a pocas horas para que se descorra el telón del gran partido de fútbol de 2023, los aficionados madridistas son como los campesinos de Delibes, aquellos que habían hecho tan altos los cielos de Castilla de mirar siempre hacia arriba. Tienen fe en la camiseta blanca, pero no demasiada. Están tentados de sacar el santo a pasear, aunque en el fondo saben que en cuanto den cuatro pasos les caerá encima una tormenta de granizo sobrecogedora.

Un milagro detrás de otro

El Madrid consiguió el año pasado la mecanización del milagro. Igual que su gran adversario a lo largo de los tiempos, Pep Guardiola, ha mecanizado la espontaneidad, los blancos convirtieron sus partidos en Europa en una sucesión de momentos cumbres que jugaban a ser el gato de Schrodinger: eran lo inesperado que todo el mundo esperaba que pasase. Y así los contrarios se convertían en meros figurantes de la obra histórica que se levantaba con el aliento endemoniado del Santiago Bernabéu. Algo muy parecido a lo que hizo Messi en el Mundial. El argentino anduvo sobre las aguas cada vez que su equipo lo necesitaba y atravesaba por el medio a los rivales que parecían fascinados de compartir escenario con un inmortal.

Foto: Vinícius celebra un gol contra el Liverpool en Anfield. (Efe/Peter Powell)

Guardiola no es exactamente un entrenador normal. De hecho, es el canon de lo que "no es normal". Es alguien tan carismático y especial que parece construido por un guionista de Netflix obsesionado por atraer la atención del público. Hay mucho de construcción en su personaje. Pep es un narciso irremediable al que le importa mucho cómo es percibido por los medios de masas. Al fin y al cabo, él es famoso desde adolescente y dicen que fue parido en mitad de un rondo, acunado por Aquiles y pintado desde su origen por Barceló. Más allá de su puesta en escena, Guardiola es el mejor ganador de Ligas que haya existido. Llega al mejor equipo y lo hace invencible. Hace creer a sus jugadores que juegan por un bien superior y a los rivales que su fútbol es tosco y de intenciones primitivas. Galvaniza a un conjunto de futbolistas de diferentes orígenes y les enseña a moverse en todas direcciones, como si cada jugador educado por el catalán fuera a la vez rey, dama y peón.

Para desprestigiarlo se utiliza el dinero. El dinero sin límite que siempre han tenido los equipos donde él entrena. O donde él mora, porque Pep, más que un entrenador, es un profeta. En el Manchester City presenta al jeque una vez al año una lista de los jugadores que necesita y desde el golfo Pérsico se chasquean los dedos para cumplir los deseos del míster. Esto es la gran cualidad de Guardiola, que ya poseía en el Barcelona o en el Bayern: una descomunal capacidad de seducción y una dotes de mando naturales, nada impostadas, fundamentales para que todo funcione en esa selva con tendencia al caos que es un club de fútbol.

El poeta de Cataluña

Desde Cataluña se lo ve como un poeta, como un místico, quizás. Un personaje cosido al forro de una nación que tiene algo trascendente que enseñar a la humanidad. No sabemos si eso es cierto, pero sí sabemos que en su gran magisterio futbolístico hay una pequeña orfandad. Guardiola esculpe sus equipos de forma minuciosa y cada gesto de sus jugadores llevan dentro las trazas de su creador. Cuando menor sea el talento del futbolista, con más fuerza mueve Pep sus hilos. A Messi únicamente lo hizo feliz —algo que él reconocía—, pero en el City no existe Messi y los hombres que saltan al campo son soldados atados a una idea y una concepción del juego. Bien educados y que saben tejer una oportunidad tras otra, pero que el año pasado, ante el incendio que se armó en el Bernabéu, se quedaron igual de paralizados que los demás. Incapaces de pensar por sí mismos, admitieron su derrota como si fuera parte de un plan superior. Esa fuerza mental, casi espiritual, que debe tener el gran jugador que dicta sus normas más allá del minuto 80, no la tienen los futbolistas del City. Su gesto es mirar al padre. Y en ese momento no hay oxígeno, los ojos están ciegos, las palabras se hielan en los labios. Todo lo que puede valer lo debe llevar el futbolista por dentro. Lo de fuera resbala, y cae.

placeholder Guardiola es uno de los iconos del Barcelona. (EFE/Luis Díaz)
Guardiola es uno de los iconos del Barcelona. (EFE/Luis Díaz)

Así que Pep falla en el secreto. Falla en lo que no se puede verbalizar, en lo que está oculto. Explica el movimiento de las olas, pero no conoce la profundidad del mar.

Y él lo sabe. Por eso fichó a Haaland. Alguien fuera de su naturaleza. Un cyborg. Un personaje del futuro que se mueve con la gracia de una escalera mecánica. Un delantero centro —el tipo de criaturas odiadas por Pep— que juega como tal. Apenas lo ha modificado. No lo ha convertido en una boya para repartir juego —como pasó con Lewandoski—, sino que ha respetado su esencia y su función depredadora fundamental. Y el noruego ha respondido. Más de 50 goles y esa impresión de estar fuera de los estados de ánimo del fútbol. No hay tragedia ni desgarro en él. Hay una alegría feroz y la imposibilidad estadística de pararle. Todas las tácticas elásticas de Guardiola dan igual. Al final está el belga pelirrojo metiéndole un pase en profundidad al gigante noruego y ya está. Pep necesitaba alguien impermeable al ambiente y lo fichó. Necesitaba una amenaza que no fuera sutil y que fuera autosuficiente. Y lo fichó. Quería una vía directa hacia la portería contraria que simplificase los instintos de un equipo hecho para lo sofisticado. Y lo fichó.

El Madrid de Ancelotti como rival

¿Y quién hay enfrente? El Real Madrid de toda la vida. Algo cansado por la final de Copa, con esa camiseta blanca impoluta y un juego indescifrable manejado por el mejor artesano que ha dado el fútbol, Carlo Ancelotti. Alguien cuya profundidad de campo evoca las praderas filmadas por John Ford. La antítesis perfecta del entrenador catalán. Un señor del que todavía nadie ha explicado cómo prepara a sus jugadores para las grandes ocasiones europeas.

placeholder Ancelotti ha construido un gran Real Madrid. (Reuters/Vincent West)
Ancelotti ha construido un gran Real Madrid. (Reuters/Vincent West)

Ancelotti se va a encontrar con varios problemas. Y el italiano es un mago convirtiendo los grandes problemas en soluciones sencillas. El caso Camavinga. Un jugador con verdadera voluntad de poder que juega de lateral izquierdo. Un sitio con pautas muy claras y que el francés dinamita sin cesar. Eso es peligroso contra Guardiola, que adora colonizar todos los espacios del terreno de juego. Camavinga rectifica bien y es un genio del corte, pero no tiene ojos en la nuca ni sabe defender los dos contra uno en el pico del área. La solución ideal —que el italiano ha dejado caer en rueda de prensa— parece mover a Camavinga al mediocentro y dejar a Nacho de lateral corto con un Vinícius descolgado permanentemente.

Camavinga de mediocentro son muchas virtudes y un defecto: se confía demasiado y pierde balones peligrosos. Y pérdida de un mediocentro en Champions es gol seguro en portería propia. Y Pep es una hiena en esos detalles.

La importancia de Modric

Está el caso Modric, que finalmente jugará. Sin él, el Real es un equipo más apelmazado y rústico, sobre todo en la salida del balón. Lo vimos en la final de Copa que fue un partido sencillo de explicar a los infantes: Vinícius contra el mundo y ganó Vinícius. Ancelotti lleva un par de encuentros aprovechando el toque en largo de Militao para cualquiera de los dos brasileños, como si así quisiera sobrevolar la presión del City y evitar esas pérdidas que el año pasado le costaron varios goles al Madrid. Pero Militao no está. Será Alaba el que ponga en marcha la carrera del brasileño y ahí estará una de las claves del partido.

placeholder Luka Modric, durante la final de la Copa del Rey. (Reuters/Marcelo del Pozo)
Luka Modric, durante la final de la Copa del Rey. (Reuters/Marcelo del Pozo)

El Madrid saca goles de la nada con circulaciones de balón que se van volviendo irreversibles. Aquella de la final de Champions contra el Liverpool. Y Modric siempre está en la base o en el último toque con una genialidad o una irreverencia. Lo suficiente para burlar a un sistema táctico y descubrir espacios donde antes había postes de la luz. Sin el croata, la creación del juego estará supeditada a la conexión entre Karim y Kroos. Y a las espirales de locura de los brasileños.

Vinícius ya sabemos lo que hará sobre el campo. Como contra el noruego, no hay antídoto posible. Pero al otro lado está la huella sutil de Rodrygo. Abre las puertas con sigilo y se cuela en una fiesta donde no había sido invitado. Un cazador sobre la nieve cuyos goles tienen la ligereza de los sueños. Son dos equipos que no se pueden anular. Dos ataques que se van a imponer a las defensas. Dos jugadores que provocarán terror en la hinchada contraria.

De nuevo la antigüedad y de nuevo la vanguardia del fútbol. Un partido que incluso imaginado es como un demonio suelto. Pues esperen a verlo de verdad.

Bernardo Silva, jugador del Manchester City, hizo las siguientes declaraciones: "Si no tuvieran a Luka Modric, Toni Kroos, Vinícius o Benzema, no ganarían nada, porque la camiseta no lo hace por sí sola". Fuera de lo habitual —en Inglaterra se ve al Madrid como un trozo de carne vieja difícil de masticar, pero que será engullido por el City—, esta frase contiene el secreto central del Real Madrid. ¿Por qué gana tanto? ¿Es la camiseta la que tiene poderes taumatúrgicos, la que hace más grandes a los jugadores?

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