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A Benzema solo le falta ser (por fin) importante en una final de Champions
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una temporada gris que finaliza en plenitud

A Benzema solo le falta ser (por fin) importante en una final de Champions

El delantero francés ha tenido un curso muy por debajo de su nivel, pero lo está acabando tan bien que quizá la de Cardiff sea la primera final de Champions que puede completar

Foto: Benzema marcó el gol que sentenciaba la Liga en Málaga. (EFE)
Benzema marcó el gol que sentenciaba la Liga en Málaga. (EFE)

A la media vuelta, Benzema paró el tiempo. Simuló encontrarse agazapado y mermado entre una maleza rojiblanca y una treta casi imperceptible le dispuso un corredor estrechísimo sobre el precipicio de la línea de fondo sobre el que bailó para, seguidamente, erguir la mirada y observar al rubio, pero fue el moreno andaluz el que la puso en la red para llevar en volandas al Madrid a Cardiff. En esa capital de una región que suena a país pero no lo es, Karim espera encontrarse ante la gloria por tercera vez y por vez primera mirarla a la cara, orgulloso por lo hecho, consumido por el esfuerzo y perenne sobre el campo.

Cuando se sucedan los años y los que ahora ni siquiera sufrimos la treintena estemos cuidando de nietos, entonces se hablará de esta época como la que el Madrid reconquistó Europa, la tierra que no habían dejado tan quemada sus enemigos en las eras anteriores, la cual volvía a dar numerosos frutos, incluso cuando el que dominaba desde la loma, el Barça, le decía a su hijo, Messi, eso de "toda la tierra que baña la luz es nuestro reino". En medio de la debacle, el Madrid se rehízo de la nada y ganó donde siempre había ganado. Si en Gales lo vuelve a hacer, lo habrá hecho otra vez con Benzema, ese al que el público vikingo nunca ha interpretado como uno de los suyos.

La fina pluma de Jabois explica con sutil exactitud por qué a Karim le ha costado más que a nadie sobrevivir vestido de blanco. "Su juego se pone bajo sospecha por los puristas del Bernabéu, que aún echan de menos las carreras de Raúl a ninguna parte, que eran como dejar el mando del coche teledirigido olvidado en el sofá". A Benzema nunca le sobra un esfuerzo y a una afición crecida con las cabalgadas de Gento y madurada con la gallardía exacerbada de Amancio y Juanito, la pachorra del rapado de Lyon le resulta extraña. Es contraria a la creencia popular (infundada, pero extendida) de que para triunfar en el Madrid hay que correr sin sentido y luego, ya una vez la lengua cuelga de la boca, se expresa la calidad.

A Benzema se le ha juzgado durante toda su carrera por algo que no ha sido, ni es ni será. En la herencia recibió a Hugo Sánchez, Zamorano, Suker, Morientes, Ronaldo y Van Nistelrooy. ¿Qué tienen que ver todos esos con Benzema? Pensadlo. Todos eran '9', ¿todos? No, Benzema no es como ellos. Benzema es, como diría Broncano, 'vida moderna pura', el fútbol actual hecho delantero centro. La selección natural está estableciendo que los que sobreviven con el paso de los años son aquellos arietes que saben hacer mucho más que poner la pata en el lugar exacto para desviar lo justo el balón hacia el lugar donde nunca llegará el portero. Benzema hace, a veces, lo que hacían todos los de esa lista, pero también, otras muchas veces, lo que hacía Zidane, Laudrup o Rui Costa.

Como él mismo hace, el crítico debe andar siempre con pies de plomo cuando habla de Benzema, le conviene siempre contemplar la opción de que en un momento indeterminado de la temporada (casi siempre cuando más cuentan los goles) el francés le pudiera echar en cara todo lo dicho anteriormente con actuaciones de un nivel excelso. Lo que hizo en el Calderón es la culminación de una progresión ascendente en la primavera que le ha hecho llegar a junio con la misma energía que en los meses otoñales de 2015, cuando aceptó el reto de Benítez de hincharse a marcar goles. Y acabando así, ¿quién recuerda que es su peor temporada realizadora desde su primer año de blanco?

Tuvo paciencia Benzema. Más que otros muchos que cogieron la puerta y la cerraron con un estruendoso portazo. En los partidos importantes, el que jugaba era Higuaín, generalmente. Y como a Florentino le gustaba más que ningún otro, no había oferta que llegase al buzón del estadio de Chamartín que fuese siquiera escuchada. Y cada verano soplaban silbidos de sirena llamándole, tendadores. Él aguantó, no lo hizo el Pipa. Aguantó después también a la grada y ganó la Copa de Europa. Siguió aguantando y volvió a ganar la Copa de Europa. Ninguna de las dos las ganó en la hierba, sino en el banquillo. Ancelotti y Zidane lo eligieron a él como el sobrante, al que había que quitar para mejorar al equipo. Morata espera reeditar lo ocurrido en 2014. Benzema, acabar por fin una final. Es lo único que le falta. Nunca ha sido decisivo en un partido por el título. Ya le toca. Lo busca, lo desea, lo merece.

A la media vuelta, Benzema paró el tiempo. Simuló encontrarse agazapado y mermado entre una maleza rojiblanca y una treta casi imperceptible le dispuso un corredor estrechísimo sobre el precipicio de la línea de fondo sobre el que bailó para, seguidamente, erguir la mirada y observar al rubio, pero fue el moreno andaluz el que la puso en la red para llevar en volandas al Madrid a Cardiff. En esa capital de una región que suena a país pero no lo es, Karim espera encontrarse ante la gloria por tercera vez y por vez primera mirarla a la cara, orgulloso por lo hecho, consumido por el esfuerzo y perenne sobre el campo.

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