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Neymar, las luces y las sombras de una estrella mediática
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sancionado para el clásico, irrelevante en turín

Neymar, las luces y las sombras de una estrella mediática

Es un excelente jugador de fútbol, eso nadie lo duda. También un delantero irascible con cierta tendencia a meterse en problemas. Y un icono que a veces piensa demasiado en la publicidad

Foto: Luis Suárez acompaña a Neymar tras su expulsión en Málaga. (EFE)
Luis Suárez acompaña a Neymar tras su expulsión en Málaga. (EFE)

Dice Jorge Valdano que un equipo es un estado de ánimo, una poética frase con más forma que fondo que habla de la psicología y la percepción. Cuando todo va bien las botas van más ligeras, los equipos que ganan ven como sus jugadores, buenos o malos, ganan unas pulgadas de prestigio. Por las mismas, cuando llega el 'tsunami' de la derrota abultada todo parece venirse abajo, los grandes son menos grandes, los tuercebotas pierden el estatus que consiguieron en los días de vino y rosas.

Que Neymar es bueno no entra dentro del género de lo opinable. Solo hay que ver como conduce el balón en velocidad, la capacidad casi innata de romper líneas y una imaginación desbordante que le convirtió, desde que era un crío, en una de las grandes historias del fútbol mundial. Neymar es hoy el referente del fútbol de Brasil, y hablando de este deporte eso son palabras mayores. Es, sin duda, uno de los muy pocos jugadores que puede soñar legítimamente con ganar el Balón de Oro. Tambien, en buena lógica, el compañero prioritario de Messi y quien tendrá que intentar llenar sus botas cuando el argentino se agote por el paso del tiempo.

Foto: Neymar fue expulsado en el Málaga-Barcelona del pasado sábado. (EFE)

Neymar ha tenido un fulgurante inicio de año. Cuando el Barcelona ganaba su figura iba creciendo poco a poco. Hasta llegar a hablarse de él como el presente del equipo, el mejor jugador de todos. 'France Football' esta semana le señala como candidato para el premio que ellos mismos conceden, el Balón de Oro. Todo bien, salvo que el Barcelona es un equipo al que le dan síncopes, una máquina que en unas ocasiones parece la mejor del mercado y en otras un cacharro camino del desguace. Y esas idas y venidas, como el fútbol es un estado de ánimo, también recuerdan las otras dimensiones de Neymar, no todas tan gratas como su fútbol.

Neymar ya no es un niño, tiene 25 años, aunque a veces su actitud lleve a pensar que es un chaval que está empezando. Es un hombre despreocupado, diferente a otros cracks que siempre parecen vivir por y para el fútbol. Neymar no, aunque esto no quiere decir necesariamente que no se lo tome en serio. Hay en el brasileño, desde que era un crío, una presencia de la mercadotecnia que no es normal. Messi o Cristiano son grandes iconos de marca, pero en ellos parece ser un accesorio, no algo nuclear.

El matiz es importante, porque hay cosas en Neymar que no cuadran. Como el 'show' de los botines. Cinco veces en lo que va de año el jugador se ha tenido que parar para atarse el calzado. Las casualidades no se repiten una y otra vez, y es improbable que el brasileño no sepa atarse una bota. Y ahí viene la sospecha de saber que un jugador como él, en el suelo anudándose los cordones, es siempre carne de primer plano televisivo. Y esa imagen, la del 'swoosh', que así se llama el símbolo de Nike, es poner más dinero en la caja registradora. ¿Es ese realmente el motivo? nadie lo confirmará, pero la duda se ha instalado.

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Football Soccer - Juventus v FC Barcelona - UEFA Champions League Quarter Final First Leg - Juventus Stadium, Turin, Italy - 11 4 17 Barcelona's Neymar in action with Juventus' Dani Alves Reuters Giorgio Perottino Livepic

Naymar en el campo, Neymar fuera de él

Si solo fuese eso no sería más que una discordancia que chirría dentro de un partido. Pero los problemas de actitud van más allá. Neymar en ocasiones pierde el oremus, hasta el punto de ser el segundo jugador más tarjeteado del equipo, algo extraño si se tiene en cuenta que es un delantero. La mayoría de las amonestaciones vienen por protestas excesivas, también por alguna patada fuera de lugar. Las cartulinas siempre son un problema, pero en este caso el detalle va más allá, pues unos aplausos en la cara de un colegiado van a hacer, sin ningún comité lo remedia, que el jugador se pierda el clásico.

El Barcelona no se puede permitir que una superestrella por la que pagaron un dineral aún desconocido no esté en los días en los que el mundo está mirando. Los aplausos de Neymar, fruto de la frustración en el encuentro contra el Málaga, son demasiado gravamen para el club, que hará de padre comprensivo una vez más y preferirá ver una conspiración externa que un problema de actitud. Y todo esto sin contar con sus problemas con la Justicia, ocasionados por una pésima gestión por parte del Barcelona del fichaje, muy poco claro en todos sus términos.

Las grandes estrellas viven sabiendo que tienen el poder, por encima incluso de sus señeros clubes. Neymar está llamado a ser el futuro del Barcelona, y como tal le tratan. Pocos son los jugadores, aparentemente, a los que se les conceden tantas dádivas como al brasileño. Después de los Juegos Olímpicos, que jugó a pesar de su club, tuvo más tiempo de descanso que nadie. Se saltó una jornada porque después había más selecciones y, claro, no iban a crear un incendio haciéndole ir y venir a su país en tan poco tiempo.

También abren la mano con esas fiestas tan publicitadas en las redes sociales. En la Ciudad Condal hay cierto pitorreo con respecto al cumpleaños de la hermana de Neymar, uno de los grandes eventos sociales que el jugador nunca quiere perderse. Casi siempre hay una buena excusa, en forma de sanción, para que el chico pueda salir de la rutina del equipo para disfrutar del cariño de su hermana. O al menos eso parece, porque como tantas otras cosas esto es un tema que no se trata oficialmente. Déjenle vivir, es joven, parece ser la doctrina.

Neymar es una estrella mundial, pero convive con grados de polémicas por encima de sus iguales. Su mundo es un espectáculo, a veces fascinante, otras un poco pueril. Pasó de los presuntos piscinazos a las fiestas, a lo de las botas, a sus salidas de tono. No todo encanta a sus compañeros, que le valoran como futbolista pero no entienden que, en ocasiones, el equipo parezca algo menor para un jugador como él.

Y luego, el fútbol. Cuando está bien es excelente, pero contra la Juve no apareció. Todos los futbolistas tienen días malos de rendimiento, pero su desconexión en Turín se noto. Especialmente por algo que no es culpa suya directa: la mutación del Barcelona. En la época de Guardiola era un equipo que dominaba los partidos de una forma atosigante, un equipo de fantásticos mediocampistas que defendía desde el balón y atacaba de una forma solidaria. Los fichajes de Neymar y Luis Suárez cambiaron eso. El entrenador entiende, no sin motivos, que cuando tienes una estrella mundial es obligatorio incorporarla al once inicial. Si se le suma Messi, la estrella de todas las estrellas, eso obliga a jugar con tres arriba. El punto de equilibrio azulgrana ha cambiado, ahora no se llega a la victoria por el juego colectivo sino por los brotes de genialidad de unos pocos elegidos. Y cuando estos no aparecen el club se minimiza.

La remontada es posible, más que nada porque en la memoria está lo que le pasó al PSG. Si alguien piensa que es fácil, se equivoca, para revolcar un resultado así a un gran equipo todos los astros deben de alinearse a favor. Contra los parisinos apareció el mejor Neymar, sin él ahora mismo el equipo estaría viendo los cuartos de final en el sofá de su casa. Si quieren dar un paso más le volverán a necesitar y, si lo hace, se desvanecerán los matices que hacen de Neymar un sospechoso. Porque el fútbol, ya lo dice Valdano, es un estado de ánimo.

Dice Jorge Valdano que un equipo es un estado de ánimo, una poética frase con más forma que fondo que habla de la psicología y la percepción. Cuando todo va bien las botas van más ligeras, los equipos que ganan ven como sus jugadores, buenos o malos, ganan unas pulgadas de prestigio. Por las mismas, cuando llega el 'tsunami' de la derrota abultada todo parece venirse abajo, los grandes son menos grandes, los tuercebotas pierden el estatus que consiguieron en los días de vino y rosas.

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