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El Real Madrid vuelve a tirar una victoria, pero esta vez con Cristiano en el campo
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el portugués marcó, pero keylor falló

El Real Madrid vuelve a tirar una victoria, pero esta vez con Cristiano en el campo

La historia ya la conocemos: el Madrid juega bien, domina en el segundo tiempo, se adelanta dos veces y deja escapar el triunfo al final ante un Dortmund alocado y siempre peligroso

Foto: Cristiano, en el momento de marcar el 0-1. (Ina Fassbender/EFE)
Cristiano, en el momento de marcar el 0-1. (Ina Fassbender/EFE)

Si leyeron la crónica del partido que empató el Real Madrid en Las Palmas de Gran Canaria, se aventuran a encontrarse a continuación la misma historia, con ciertos matices cambiados que la hacen algo más atractiva, pero igual de triste para los que sean madridistas y profesen su fe. La historia, por lo tanto, ya la conocen: el Madrid no es el poseedor de la pelota, pero se siente dominador del partido, se adelanta en dos ocasiones, domina desde la vuelta de los vestuarios con la verdadera intención de ganar y cuando empezaba a sentir en el estómago el cosquilleo que solo da la victoria, un puñetazo en la mandíbula los mandó a la lona y los jueces acabaron por dar el combate por nulo. Es casualidad, pero para mayor parecido con el relato anterior, el Dortmund también vestía de amarillo. Luis Aragonés le encontraría una rápida explicación a esta racha de punto por partido.

Foto: Aubameyang celebra con una pirueta un gol al Mainz en la Bundesliga. (EFE)

El momento en que se producen los goles cambia irremediablemente el regusto que deja en el paladar un partido. Si el orden de los tantos de Cristiano y Schürrle hubiera sido al contrario, es decir, que el Madrid hubiera salvado un punto, ahora diríamos todos que el Madrid hizo lo que se esperaba, que era no perder ante un Dortmund fortísimo. Pero la realidad nos hace pensar que el Madrid tiró dos puntos otra vez, que dejó escapar una victoria que tenía agarrada con una mano y tres dedos de la otra, cuando antes del partido de lo que se hablaba más era de evitar un ridículo similar al día en que Lewandowski se ganó el amor eterno de Florentino Pérez. De repente, se olvida la dificultad altísima prevista para el Westfallenstadion para un Madrid sin Casemiro y contra un equipo que había hecho 20 goles en cuatro partidos.

Pero el Madrid no lo pasó tan mal como los agoreros anunciaban con calamitoso vaticinio, el cual se multiplicó cuando se anunció la alineación que había elegido Zidane para estrenarse como entrenador en Dortmund. Jugaban Kroos, Modric y James en el medio, o lo que es lo mismo, ningún tío que tenga la defensa entre sus virtudes más destacables. Eso ante el vendabal amarillo que se cernía sobre ellos, con un centro del campo muy poblado con una mezcla de técnica y trabajo equitativa. Se mascaba la tragedia.

Que nadie iba a defender era falso, lo que iba a ocurrir es que defendieran todos y en este caso, la unión también hace la fuerza. El Madrid se encontró en el escenario favorito de Mourinho, Di María y Özil, es decir, en el del Madrid de la defensa cerrada, de la velocidad, del vértigo y las prisas. La acumulación de talento en el medio se vio compensada por una capacidad de trabajo bien organizada alrededor de Toni Kroos, que demostró en su país una madurez como pivote posicional que no se le intuía en su primera temporada de blanco, cuando tuvo que ejercer de Xabi pareciéndose más a Mesut. Zidane le dio las riendas del equipo y Kroos galopó para apuntalar la muralla en la frontal del área. Para el Madrid, ese lugar no es lejos del marco contrario, sino que se encuentra a un par de pases de distancia.

Todo es más fácil en esta vida si en tu equipo está Modric, claro, porque el croata ahorra uno o dos toques para que esa distancia se reduzca considerablemente hasta una medida manejable. Rompió dos líneas de presión con un golpeo de exterior que lanzó el delicioso contragolpe que acabó con el gol de Cristiano, bastante menos cabreado al marcar que al descansar, pese a que ese reposo le permitió lucir mejor hoy que en muchos meses posteriores. En Dortmund se ofrecía al compañero, participaba en la jugada y esa participación tenía un fundamento.

Foto: El entrenador del Real Madrid, Zinédine Zidane, antes de una rueda de prensa. (EFE) Opinión

No tenía intención el Madrid de pelearle la posesión al rival, asumió su inferioridad en ese apartado y trató de potenciar sus virtudes, que no son pocas, valga la pena mencionarlo. Una vez recuperaban el balón, el camino hacia el marco de Bürki era claro: balones arriba en excelentes condiciones, nada de melonazos, que esos se pierden en el limbo. Servidos a Benzema, el francés las controlaba y los organizaba, o bien Bale salía escopetado como un niño que ha oído que en la portería contraria regalan caramelos. El Dortmund tenía metralletas que nunca cesaban, pero el Madrid disparaba con cañonazos, y uno de ellos lo dio Benzema, pero lo que él no acertó sí lo hizo Varane.

Con el centro cerrado por un Kroos omnipresente (y, todo hay que decirlo, un James muy solidario al nivel del Di María de la Décima), Tuchel tenía alternativas y muy buenas. Tuchel desea jugar con extremos y se ha rodeado de infinidad de ellos, y si no lo son, se los inventa. Eso hizo con Guerreiro, que en unos meses ha jugado de lateral, de interior y de extremo, a veces todo en el mismo partido. En el lado contrario, un zagal de 19 años, Ousmane Dembélé, que algún día será uno de los mejores extremos del mundo, sobre todo cuando se percate de que no está solo en el campo.

Con las ayudas de Modric y Bale, Carvajal tuvo siempre controlado al franco-portugués, pero había mayor temor por Danilo, no por dudar de su capacidad, sino de su posición como lateral cambiado de banda. Pero Dembélé cometió un error reiteradamente, que fue buscar, como un extremo moderno que es, la diagonal hacia dentro, dándole la ventaja a Danilo de poder utilizar así la diestra y sentirse menos inferior en un lugar extraño para él. Pese a todo, seamos justos: las mejores ocasiones del Dortmund las tuvo el chaval.

Lo que no esperaban los blancos es que el eslabón más frágil de la cadena fuera el que nunca había mostrado rastros de óxido. Zidane escogió a Keylor Navas por primera vez en cuatro meses. El 'tico' no había jugado desde el 28 de mayo, día de la final de la Champions League, ni un solo minuto. Y lo plantó de entrada en uno de los escenarios más complicados del mundo. Nunca se le había visto tan inseguro desde que viste la camiseta del Madrid. No blocó ni un solo disparo en todo el partido. Ni uno. Y en uno de sus muchos despejes de puños, el balón salió hacia el centro con tan mala suerte que golpeó en Varane, que tampoco fue Flash Gordon esquivándolo que digamos, y Aubameyang empujó a la red. Era el primer empate.

El segundo, a diferencia de lo sucedido en el relato del Gran Canaria, el Dortmund sí lo estaba buscando. Tuchel eligió a Pulisic, otro niño, y a Schürrle, un campeón del mundo, para que el ritmo por las bandas no bajase la intensidad, porque era el único camino hacia Navas. Zidane escogió a Kovacic (y solo a Kovacic, porque Morata entró ya con 2-2) para dar más empaque al centro del campo, pero no aumentó los efectivos, sino que fue hombre por hombre. La jugada le funcionó a Tuchel. Un centro desde un costado acabó rematado por otro. Varane falló en el marcaje a Aubameyang y tuvo que hacerlo Carvajal, que recibió falta por juego peligroso del gabonés con su chilena, por lo que el balón llegó a Schürrle y aplastó el balón sobre la red amarilla y negra.

Ficha técnica

2 - Borussia Dortmund: Burki; Piszczek, Sokratis, Gintel, Schmelzer; Castro, Weigl, Guerreiro (Emre Mor, m.79); Gotze (Schurrle, m.59), Dembele (Pulisic, m.73) y Aubameyang.

2 - Real Madrid: Keylor Navas; Danilo, Varane, Sergio Ramos, Danilo; Kroos, Modric, James (Kovacic, m.71); Bale, Cristiano Ronaldo y Benzema (Morata, m.89).

Goles: 0-1, m.17: Cristiano Ronaldo. 1-1, m. 43: Varane, en propia puerta. 1-2, m.68: Varane. 2-2, m.87: Schurrle.

Árbitro: Mark Clattenburg (Inglaterra). Amonestó a Schmelzer (49), Weigl (74) y Guerreiro (76) por el Dortmund.

Incidencias: encuentro de la segunda jornada de la Liga de Campeones disputado en el Signal Iduna Park ante 81.000 espectadores.

Si leyeron la crónica del partido que empató el Real Madrid en Las Palmas de Gran Canaria, se aventuran a encontrarse a continuación la misma historia, con ciertos matices cambiados que la hacen algo más atractiva, pero igual de triste para los que sean madridistas y profesen su fe. La historia, por lo tanto, ya la conocen: el Madrid no es el poseedor de la pelota, pero se siente dominador del partido, se adelanta en dos ocasiones, domina desde la vuelta de los vestuarios con la verdadera intención de ganar y cuando empezaba a sentir en el estómago el cosquilleo que solo da la victoria, un puñetazo en la mandíbula los mandó a la lona y los jueces acabaron por dar el combate por nulo. Es casualidad, pero para mayor parecido con el relato anterior, el Dortmund también vestía de amarillo. Luis Aragonés le encontraría una rápida explicación a esta racha de punto por partido.

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