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El palco VIP de San Siro: una taza descafeinada de política, negocios y fútbol
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los testigos de la victoria blanca

El palco VIP de San Siro: una taza descafeinada de política, negocios y fútbol

Las comparaciones pueden ser odiosas pero necesarias. Tras las polémicas imágenes de las gradas en Lisboa, la discreción se hizo fuerte en la final milanesa de la Champions

Foto: Palco en San Siro. (EFE)
Palco en San Siro. (EFE)

Lejos quedan los días en los que ilustres invitados poblaban las filas destacadas del Estadio da Luz de Lisboa. En la final de Milán, la discreción se impuso como código tanto para directivos como para los jornaleros de los clubes. Ni rastro de expresidentes con los que chocar las manos ni tampoco abiertas panorámicas cuajadas de consejeros delegados.

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En el centro del cuadro principal, el rey Felipe VI. Sin acompañantes, sin familiares. Hace dos años acudieron sus padres, los eméritos Juan Carlos y doña Sofía quienes acudieron a la final y a unas gradas de distancia se encontraban su sobrino Felipe Juan Froilán y el exmarido de la infanta, Jaime de Marichalar.

No podía faltar el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, que acudió en ejercicio de su puesto y como confeso madridista, a pesar de que horas antes había buscado la corrección política al desear que ganara "el mejor". "Y todo el mundo sabe quién es el mejor, aunque a lo mejor no coincide todo el mundo", remató. En el palco político estaba también la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y acreditó su presencia una delegación de C's encabezada por Begoña Villacís e Ignacio Aguado.

Cerca se encontraban los presidentes del Real Madrid y del Atlético, Florentino Pérez y Enrique Cerezo, así como Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español (COE). Cerezo y Rajoy tuvieron ocasión de cruzar unas palabras en momentos previos al inicio del infartante partido. Alrededor, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, el presidente de la Real Federación Española (RFEF), Ángel María Villar.

La historia del fútbol patrio ocupó todo un palco. En la zona de autoridades hicieron su aparición mitos de todas las épocas, desde Gento y Amancio hasta Raúl González, Roberto Carlos y Luis Figo.

Fabio Capello, que pese a su currículum blanco incendiaba la casa con sus alabanzas al "carácter" del Atlético, se sentaba con otros apellidos italianos del fútbol como Maldini y Galliani. El dueño del Inter, Erick Thohir, se asomó también entre las gradas.

Bertín Osborne, Alicia Keys y Andrea Bocelli aspiraban a representar la cuota del arte y el entretenimiento -cada cual en su medida- hasta que Richard Gere se coló en la foto y acaparó todos los flashes. Pero una vez más, las miradas se dirigieron hacia quien fuera #lamujerderosa en la final de la Copa del Rey, Ana Bollaín -esposa de Ángel María Villar- se vistió de lunares y se fue a Milán. Mucho más despejada, siguió el partido detrás de Mariano Rajoy, Enrique Cerezo y Gianni Infantino.

Lejos quedan los días en los que ilustres invitados poblaban las filas destacadas del Estadio da Luz de Lisboa. En la final de Milán, la discreción se impuso como código tanto para directivos como para los jornaleros de los clubes. Ni rastro de expresidentes con los que chocar las manos ni tampoco abiertas panorámicas cuajadas de consejeros delegados.

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