Solo Hart impide que el Real Madrid saque ya los billetes para la final de Milán
Todos los cañonazos del Madrid fueron agua, y la sensación de haber tenido algo más incluso que la victoria (la sentencia) planea ahora por las cabezas de todos los madridistas
El Madrid le está cogiendo costumbre a eso de llegar a la penúltima fase de la Copa de Europa, y a través de la experiencia de seis años consecutivos, las ha visto venir de todos los colores y ha sufrido variadas situaciones que le han favorecido una vez y le han infartado en el resto. Pero Heráclito ya dijo hace miles de años que uno nunca se baña dos veces en el mismo río, y por tanto, cada semifinal es diferente a la anterior, si bien todas tienen tintes similares que las hacen semejarse. El aspecto diferenciador de esta que está en su mitad es que por primera vez desde que el Madrid superó el pánico a los octavos de final, los blancos son superiores al rival y merecieron ganar. El aspecto similar es que tampoco esta vez hicieron del partido de vuelta un trámite.
[Cristiano y Benzema son dudas para la vuelta]
Sería injusto vanagloriarnos de lo que hizo el equipo vestido de azul marino en el City of Manchester sin explicar las condiciones materiales que lo hicieron posible ni los antecedentes en el mismo encuentro que explican justo lo contrario a esa teoría inicial. Pero al final, de una obra de teatro sales contento si la última escena lo ha merecido. Y el madridismo salió entusiasmado y esperanzado a la vez que un poco frustrado y temeroso. Me explico: no siempre en la Champions, jugando fuera de casa, se tiene la opción de dejar listo un pase a una final por la acumulación constante de ocasiones, lo cual es de innegable halago, pero no convertir ninguna de ellas hace que encajar una semana después pueda resultar concluyentemente dañino.
Qué aficionado, qué espectador, qué jugador no se acordó en algún momento de Cristiano Ronaldo en el transcurso de la segunda parte, cuando el Madrid era un 'panzer' alemán aplastando al Manchester City, que ejercía de temeroso pueblo polaco. Cada remate que se producía en el área tenía el nombre de Cristiano inscrito a fuego. Como el anillo de poder, el balón, ya en boca de gol, llamaba a su dueño, pero este no podía responder, estaba en la grada, abrigado ante el tiempo cambiante de Manchester que tan bien conoce. Cristiano no podía hacer nada.
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Ni Cristiano... ni Karim
Y aunque sí jugó, poco o nada hizo Karim Benzema. Si Cristiano no estaba para jugar, el francés no dio síntomas de encontrarse en un estado físico mejor que el del portugués. Su ritmo, siempre cansino y carente de sangre, descendió hasta reproducirse en cámara lenta. Sus participaciones en el juego se reducían a breves toques para desprenderse lo antes posible de la posesión. Mediado el primer tiempo, se frenó por primera vez. Aguantó hasta el descanso, donde recibió la comunicación de que no volvería a entrar y se quedó a disposición de los médicos del equipo merengue.
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Si esas dos bajas, 20 de 26 goles en la Champions, eran significativas y determinantes, más lo fue la de David Silva para el Manchester City. Visto que no iba a estar en ningún caso Touré Yaya y que, por tanto, Fernando y Fernandinho iban a volver a ser el doble pivote sin talento de un equipo plagado del mismo, Silva era como un refresco helado en una tarde al sol de agosto en el Paseo del Malecón de Murcia. Con él en el campo, la asociación entre los cuatro hombres ofensivos de Pellegrini fluía como las comunicaciones por fibra óptica. Sin profundidad, pero con mucho movimiento en la frontal del área blanca, de donde no podían salir los madridistas, ahogados con una presión inteligente a Kroos y Modric, lo cual desnudó las carencias creativas de Casemiro, una vez más.
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¿Y ahora qué hacemos?
De repente, a Silva le dolió la pierna. Tenía pinta de rotura. Era imposible continuar. A Silva, a Pellegrini y a Noel Gallagher se les vino el mundo encima. ¿Y ahora qué hacemos?, parecieron preguntarse todos al unísono cuando el paisano de Valerón se marchaba apenado del césped. El interruptor 'skyblue' fue apagado de pronto. O se fundieron los plomos directamente, porque no hubo nadie que volviera a subir la palanca hasta que Çakir dijo que ya estaba bien por hoy.
Lo de jugar con Fernando y Fernandinho es un problema que no ha solucionado el City. Porque si ahora lo hace con ellos, con Mancini jugaba con De Jong y Barry, que tampoco es que sean Xavi e Iniesta, precisamente. Es un obstáculo constante que no ha tenido solución en ocho años de jeque. Y si ni Mancini ni Pellegrini lo han resuelto, sí lo hará Pep Guardiola. No duden de ello ni un solo instante.
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El que perdona, ¿lo paga?
Sin Silva, el City dependió exclusivamente de la habilidad finita de Kevin de Bruyne, uno de los apellidos peor pronunciados por los españoles, y la electricidad de Jesús Navas. Iheanacho es un jugador interesante, goleador y muy móvil, pero no puede ejercer de Silva. Tampoco es como el canario Sterling, por mucha plata que costase. Como Silva hay pocos. Pellegrini metió a un delantero y a un extremo para crear juego, y evidentemente no lo consiguió. Las pérdidas del primer tiempo del Madrid en campo propio pasaron a producirse en el bando contrario, y el Madrid, con un Bale desatado, salió escopetado hacia la victoria.
Esa escopeta, sin embargo, estaba trucada, como las de las ferias de pueblo, que por mucho que apuntes al globo siempre le das a la chapa. Ramos remató primero a las manos de Hart en el primer disparo entre los tres palos de los dos equipos; el cabezazo de Jesé dio en el larguero y se marchó fuera; los pies del cancerbero inglés repelieron la ocasión de Casemiro; Pepe remató al muñeco, finalmente, cuando tenía el resto de la portería a su favor. Todo pasó en el último cuarto de hora, como en 'Regresión', de Amenábar. Todos los cañonazos del Madrid fueron agua, y la sensación de haber tenido algo más incluso que la victoria (la sentencia) planea ahora por las cabezas de todos los madridistas.
Una semifinal de la Copa de Europa es como una despedida de soltero: es el lugar para meterse la última gran farra, pero tienes que salir de ella en condiciones suficientemente aceptables para dar a continuación el paso más importante. El Madrid se pudo permitir el lujo de desfasarse fallando ocasiones, pero aún está a mitad de la fiesta, queda mucha noche por delante y hay que llegar vivo a Milán, donde espera la novia más guapa de todas a pesar de su mote: la 'Orejona'.
Ficha técnica:
0.- Manchester City: Hart; Sagna, Kompany, Otamendi, Clichy; Fernando, Fernandinho, Jesús Navas (Sterling, m.76), Silva (Iheanacho, m.40), De Bruyne; y Agüero.
0.- Real Madrid: Keylor Navas; Carvajal, Pepe, Sergio Ramos, Marcelo; Casemiro, Kroos (Isco, m.88), Modric; Lucas Vázquez, Bale y Benzema (Jesé, m.46).
Árbitro: Cüneyt Çakir (TUR). Amonestó a Silva (m.37), del Manchester City; y a Pepe (m.23) y Carvajal (m.92), del Real Madrid.
Incidencias: partido de ida de semifinales de la Liga de Campeones disputado en el Etihad Stadium ante unas 53.000 personas.
El Madrid le está cogiendo costumbre a eso de llegar a la penúltima fase de la Copa de Europa, y a través de la experiencia de seis años consecutivos, las ha visto venir de todos los colores y ha sufrido variadas situaciones que le han favorecido una vez y le han infartado en el resto. Pero Heráclito ya dijo hace miles de años que uno nunca se baña dos veces en el mismo río, y por tanto, cada semifinal es diferente a la anterior, si bien todas tienen tintes similares que las hacen semejarse. El aspecto diferenciador de esta que está en su mitad es que por primera vez desde que el Madrid superó el pánico a los octavos de final, los blancos son superiores al rival y merecieron ganar. El aspecto similar es que tampoco esta vez hicieron del partido de vuelta un trámite.