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La prueba más difícil para Luis Enrique: enfrentarse a la cercanía del fracaso
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Hasta ahora sólo ha convivido con el éxito

La prueba más difícil para Luis Enrique: enfrentarse a la cercanía del fracaso

Desde que es entrenador del Barça, Luis Enrique no había caído hasta ahora en una eliminatoria. Por primera vez, el asturiano debe lidiar con un fracaso, y por su discurso, va bien encaminado

Foto: Primera eliminación de Luis Enrique en el Barça (Reuters / Sergio Pérez).
Primera eliminación de Luis Enrique en el Barça (Reuters / Sergio Pérez).

La ‘MSN’ pasaba junta de largo por la zona mixta en dirección al autobús del Fútbol Club Barcelona. Su expresión melancólica y apagada como el difunto programa que le da el desafortunado sobrenombre, era el reflejo del sentir azulgrana. Qué otra sensación podía supurar la delicada piel del barcelonismo. Al más mínimo roce, el moratón suele estar asegurado. Cuando se reciben tantos golpes como en una paliza, puede que haya hasta algún hueso fisurado. El Barça tiene heridas que de no encontrar rápido un poco de agua oxigenada y esparadrapo, pueden empezar a infectarse, si es que el pus no ha aparecido ya.

No es fácil explicar qué le pasa al Barcelona. Se habla de una supuesta lesión de Messi de la que poco se sabe y mucho se dice. Las pruebas son que ha bajado su rendimiento, que no marca desde hace cinco partidos, que no es determinante en el juego de su equipo hasta el punto de merecerse la sustitución en Donosti y Madrid. Pero resulta contradictorio que tenga una lesión y se pegue una carrera de más de treinta metros a toda velocidad para dar caza a Yannick Carrasco. Digamos que no es lo que se espera de un jugador con molestias serias…

[Lea aquí: El Atlético no dejó de creer]

Sin embargo, sí que es cierto que el último Barça que no fue el Barça de este ciclo triunfal, el del Tata Martino de 2014, fue el Barça del Messi terrenal, del Messi que se fue a Argentina a curarse sin prisas para regresar, lejos del sofoco de la prensa española, a miles de kilómetros de un proyecto que estaba perdiendo el norte. Luis Enrique, elegante y sagaz como siempre, no hizo valoraciones individuales. “L o único innegable es que es muy injusto individualizar en un jugador cuando hay una derrota, porque esto es de todos, de todos los jugadores", dijo un Lucho algo más serio que otras veces, pero igualmente inescrutable.

Luis Enrique vivirá a partir de hoy una realidad que hasta ahora en el Barça le era ajena, y es la inmediación del fracaso. Sólo a Guardiola le había pasado eso de debutar y ganarlo todo. Le sucedió igual al asturiano. Conocía el lado oscuro de la vida culé desde el césped, lo ignoraba desde el banquillo. A un entrenador se le recordará siempre si ha conseguido que su equipo sea victorioso, pero no podrá volver a triunfar si no sabe lidiar con la derrota. Esa es la prueba que ahora afrontará Luis Enrique Martínez. La más dura a la que se ha enfrentado como técnico, y puede que como trabajador del fútbol.

[Lea aquí: Ocho razones por las que la octava fue la vencida]

placeholder Las quejas por el arbitraje no fueron más allá de esta imagen (Cordon Press/Ivan Abanades Medina).
Las quejas por el arbitraje no fueron más allá de esta imagen (Cordon Press/Ivan Abanades Medina).

Responsabilidad en vez de excusas

Por lo pronto, su discurso es esperanzador en ese sentido. Ni se le pasó por la cabeza dar alguna señal por la cual se desprendiera de parte de la responsabilidad de la derrota. Ejerció de escudo ante las críticas que le llegaron y las que le lloverán sin duda en los próximos días. “Soy responsable del "99,9%. Bueno, no, el 100%. Para eso soy el entrenador".

Y tampoco se refugió en el discurso simplón del error arbitral que perjudicó al Barça. No lo hizo ni él ni nadie del club. No había necesidad. Todos los miembros del Barcelona asumieron que el Atlético era el justo semifinalista, que había sido mejor en el cómputo global de la eliminatoria y que de nada valía escudarse en un fallo, porque como dijo Gabi (después de decir que su mano no había sido dentro del área), que “unas veces te dan y otras te quitan”.

“Hay días que llueve, otros días sale el sol”, dijo Lucho cuando le preguntaron por el mal momento de su equipo. Al Barça se le ha puesto una nube permanente encima de su privilegiada cabeza, como la panza de burro del verano de Las Palmas de Gran Canaria, que está ahí siempre, molesta y no se va. Sólo un anticiclón levantaría ese mar de nubes y recobraría el buen tiempo, el sol y el disfrute. Esa es la labor de Luis Enrique. Y tendrá que darse prisa, es urgente. La panza de burro amenaza con convertirse en el ‘tifón Queiroz’ que arrase con toda la cosecha de la temporada, justo cuando tenían que empezar a recolectar los frutos obtenidos… Aún se pueden salvar dos huertos “apetecibles”, pero debe darse prisa.

La ‘MSN’ pasaba junta de largo por la zona mixta en dirección al autobús del Fútbol Club Barcelona. Su expresión melancólica y apagada como el difunto programa que le da el desafortunado sobrenombre, era el reflejo del sentir azulgrana. Qué otra sensación podía supurar la delicada piel del barcelonismo. Al más mínimo roce, el moratón suele estar asegurado. Cuando se reciben tantos golpes como en una paliza, puede que haya hasta algún hueso fisurado. El Barça tiene heridas que de no encontrar rápido un poco de agua oxigenada y esparadrapo, pueden empezar a infectarse, si es que el pus no ha aparecido ya.

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