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El Atleti vuelve a encontrar una red que le salva de la cuerda floja
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juanfran mete el 16º penalti, el decisivo

El Atleti vuelve a encontrar una red que le salva de la cuerda floja

Después de 180 minutos en los que fue incapaz de marcarle un gol al PSV, tuvieron que lanzarse 16 penaltis para que el Atleti volviese a meterse en cuartos a través de una tanda criminal

Foto: El Atlético volvió a superar los octavos de final en los penaltis. (EFE)
El Atlético volvió a superar los octavos de final en los penaltis. (EFE)

Cuando uno oye de la voz de Joaquín Sabina aquello de 'qué manera de sufrir', se lo cree. Sabina sabe lo que es sufrir, a nadie se le ocurren sus letras de no haberlo pasado mal en la vida. Que, oye, alguna cana al aire habrá echado alguna vez, porque al final a este señor le ha ido bastante bien. Sabina tenía que ser del Atleti, no había más posibilidades. Porque al Atleti también se le ha dado históricamente bien eso de sufrir, de vivir cada día de su vida en una cuerda floja bajo la que no hay red. Cuando te acostumbras a jugártela, a hacer un 'all in' a ciegas, sabes que en muchas ocasiones o bien la cuerda se rompe, o que una mala pisada te manda al vacío. Pero algunas veces ha llegado al otro extremo de la cuerda con vida, magullado, destrozado, pero palpitando aún. Y eso es el Atleti.

Hablaremos y oiremos decir hasta hartarnos eso de la garra, la épica y el coraje del Atlético de Madrid, pero seamos serios, lo primero que hay que hacer es pararse a pensar y analizar que el PSV Eindhoven le ha llevado a la tanda de penaltis sin haber recibido un solo gol en 180 minutos de eliminatoria. Eso es tremendo. No estamos ni por asomo hablando del PSV de finales de los ochenta, con Koeman y Hiddink levantando la Copa de Europa sin ganar un partido desde cuartos. No, ni mucho menos. Es un equipo que no tiene, en realidad, argumentos futbolísticos suficientes para poner al Atleti a jugar a la ruleta rusa una temporada más. Y sin embargo, lo ha hecho. Lo peor es que los rojiblancos neerlandeses no han parecido sufrir demasiado para llegar a este extremo.

La buena noticia para el Atleti, después de ese desastroso argumento, es que a partir de ahora quedan pocos equipos de la talla del PSV. Lo que viene por delante son trenes de mercancías cargados hasta los dientes de materiales explosivos preparados para explotar en cualquier momento. En esas situaciones es en las que el Atleti se mueve como si estuviera en el salón de su casa. Denle un Bayern, un Barça, un Madrid al Cholo. Pero no le den más un PSV, un Celta o un Bayer Leverkusen, porque no sabe afrontarlos.

El penalti de Saúl

A un PSV que viene a la guerra no se le puede afrontar como a un grande. Ese es quizás uno de los problemas del Atleti del Cholo: los partidos grandes los afronta como si jugara contra un equipazo que le va a intentar manejar y no se va a dejar. A veces, esos partidos importantes se juegan contra conjuntos de talla inferior. Y las tallas pequeñas aprietan hasta asfixiar. Cualquier colchonero de corazón dejó de tener pulsaciones durante las décimas de segundo que tardó en entrar el balón en la portería cuando Zoet tocó el penalti de Saúl. La soga apretaba. Ahí estuvo la eliminatoria, en el octavo penalti de la tanda. Algunos dirán que también estuvo en las ocasiones de Griezmann en la ida y en la vuelta, y en el palo de Torres, pero en ese caso también estuvo en el palo de Locadia. El Atleti no cayó eliminado por ese rebote.

Volvamos por un instante a lo de la garra y el coraje, la manera de sufrir famosa, que merece la pena detenerse en ello un poco más. ¿Cuándo se hablaba originalmente de la épica del Atleti? A pesar de ser un eufemismo histórico, la épica colchonera surgía en momentos muy duros, en los que el Atleti era el equipo pequeño en cuestión y, sin embargo, una fuerza interior todavía no conocida y más propia de una galaxia muy, muy lejana proporcionaba un extra inabarcable que permitía al Atleti ser mejor que el contrario, o superarlo por pura potencia, intensidad, o como queramos llamarlo. Al final, marcaba más goles que el otro, que es lo que cuenta de verdad. ¿Es aplicable todo esto al Atleti de hoy? No, no debe serlo, al menos.

El Atleti, de pequeño, ya no tiene nada, pero ni un poco. Si el Atleti es uno de los equipos que todos los grandes esperan ver fuera cuanto antes para evitar cruzárselo, se le debe exigir como tal. ¿No decíamos todos unánimemente que si el City caía en octavos era un fracaso? Lo mismo sería para el Atleti, sea quien sea su adversario. No ha habido épica ni bravura contra el PSV, sino un golpe de suerte de los que también se pueden vivir y ganar, que se lo digan al mismo equipo de la Phillips.

Cuatro centrocampistas sacó el Cholo. Los de siempre, en los que confía. Sus cuatro jinetes del apocalipsis que se avecinaba. Durante un tiempo renunció a esa solución, pero no fue por voluntad propia, sino porque Augusto, el hombre que más rápido se ha adaptado a un equipo jamás, estuvo lesionado. En cuanto el ex del Celta ha estado dispuesto y disponible, Simeone ha vuelto a lo de siempre. Es normal. Si te funciona, para qué cambiarlo, para qué ser novedoso y arriesgarse un poco más para ganar a un equipo modesto. Esa contradicción la vivió Simeone durante el partido mismo. Visto que una vez Griezmann tentó la suerte y antes y después de ese instante Zoet fue un acomodado espectador, se la jugó a lo loco poniendo a tres arriba. Tardó menos de 20 minutos en deshacer lo hecho.

La contradicción de Simeone

Tomó una decisión acertada y se retractó para volver a deambular por el desierto. Metió a Torres al campo y quitó a Augusto (que fuera Augusto el elegido ya es discutible si era acertado o no). Y de repente, al Niño le salió la inquina de su juventud. Se quitó ocho años de encima y hasta se volvió a dejar el pelo al cazo de cuando se hinchaba a marcar goles a orillas del Mersey vestido de rojo sangre. Corrió como no lo había hecho desde que volvió a pintar ese rojo con blanco. Regateó, olfateó el gol y fue a su caza, a su atrevido encuentro con el destino, pero este por ahora solo le tiene reservado el gol a partir del final del partido, en los momentos imposibles para alguien con pulso. Fernando es tan tranquilo que da miedo. En 2015, tiró el quinto para lanzar el agobio a Kiessling. En 2016, Héctor Moreno le tiró hormigón, y él lo apartó lanzándolo dentro de la portería.

Y cuando mejor estaba el Atleti, el Cholo veía la prórroga a kilómetros, como un águila real ve su presa. Sentó a Carrasco, al único que podía desbordar, y metió a Kranevitter, un chaval, a jugársela en la locura de la sabana. Puede que luego hubiese decidido dar otra vuelta de tuerca, recuperar la idea que mejor le funcionó, seguir apoyando a Torres todo lo que pudiese. Pero Godín se la quitó de la cabeza con su lesión. Porque en los partidos importantes del Atleti siempre se tiene que lesionar alguien: Costa y Arda en el Camp Nou, Costa otra vez en Lisboa, Moyá contra el Bayer... y esta vez Godín.

Mientras estuvo sobre el campo, tampoco Godín solucionó la congoja que tiene el Atleti en este tipo de partidos. Contra el Celta, el despiporre defensivo global costó tres goles. Después, cuando Lucas ya se vio con el marrón de jugarse el pase a cuartos, que no costara ninguno contra el PSV fue casualidad. La tanda arribó. La quería el PSV, la encontraba el Atleti. Otra vez. La pistola cargada con una bala, la cuerda fina y débil atada a dos extremos sobre el vacío. El Atleti disparando, cruzando. Ni la bala le dio en la cabeza, ni un resbalón le costó la vida. Cocu, que sale del Calderón como uno de los entrenadores más prometedores de Europa, metió a Narsingh para la tanda. Y fue Narsingh el que falló. Se le veía a la legua. Estaba nervioso, inquieto, deseando quitarse de encima el penalti. Lo marró y despertó a toda Holanda de un sueño de otra época.

Ficha técnica:

Cuando uno oye de la voz de Joaquín Sabina aquello de 'qué manera de sufrir', se lo cree. Sabina sabe lo que es sufrir, a nadie se le ocurren sus letras de no haberlo pasado mal en la vida. Que, oye, alguna cana al aire habrá echado alguna vez, porque al final a este señor le ha ido bastante bien. Sabina tenía que ser del Atleti, no había más posibilidades. Porque al Atleti también se le ha dado históricamente bien eso de sufrir, de vivir cada día de su vida en una cuerda floja bajo la que no hay red. Cuando te acostumbras a jugártela, a hacer un 'all in' a ciegas, sabes que en muchas ocasiones o bien la cuerda se rompe, o que una mala pisada te manda al vacío. Pero algunas veces ha llegado al otro extremo de la cuerda con vida, magullado, destrozado, pero palpitando aún. Y eso es el Atleti.

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