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El Benfica incendia el Calderón
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el atlético estuvo muy débil en defensa

El Benfica incendia el Calderón

El Atlético perdió en casa por culpa de dos goles al contragolpe de esos impensables en estos cuatro años con el Cholo, que no encontró solución después para intentar empatar el partido

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Qué paradójico es esto del fútbol. El Atlético venía de jugar mal y perder contra el Villarreal, lo que dirán que es lógico, claro. Pero es que antes de eso había ganado partidos que había jugado tan mal o peor que en el Madrigal. Y de repente, cuando parece que se pone a jugar bien, o más o menos bien (comparado con lo anterior, esto fue gloria bendita), va y se estrella de nuevo. Y para que el Atlético pierda dos de los tres últimos partidos que ha jugado de local tienen que pasar cosas raras. Por supuesto, contra el Benfica pasaron esas cosas extrañas, como no podía ser de otra manera.

No es normal, para empezar, que el Atlético de Madrid juegue de azul en casa y el que vista de rojiblanco sea el otro. Y tampoco lo es que sufra salvajemente todos y cada uno de los contragolpes del Benfica como si fueran un castigo inquisitivo. El Atlético fue muy superior al Madrid el año pasado en Liga y Copa porque le eliminó lo que era del Madrid por antonomasia, el contragolpe. El Madrid no era capaz de llevar a buen término una contra en ningún momento, quedándose encajonado entre la maraña de jugadores que le armaba Simeone en el Bernabéu y el Calderón. Ahí ganó puntos y lo eliminó en la Copa. Renunció a ello en la Champions y lo pagó, como también lo ha hecho ahora otra vez, y de nuevo en Champions.

El Atlético acumulaba ocasiones delante de un rejuvenecido Júlio César (sí, el mismo portero de Brasil y del Inter), pero no había tanta sensación de peligro en esa área como la había en la de Jan Oblak. Había pánico cada vez que aparecía un balón largo en una de las bandas del Benfica. O bien Gaitán o bien Guedes aparecían como lanzas que se clavaban en los costados rojiblancos. Pocos toques, velocidad, precisión cuando tocaba y mucha mala leche. Y bueno, no puede faltar: una descoordinación inconcebible en el Atlético de Simeone de los últimos cuatro años. No era posible imaginar que Juanfran dejase su banda descubierta y no la cubriese nada, o que le pasase lo mismo a Filipe. Y lo peor: ver a un equipo partido al que le costaba replegarse un mundo.

Era cuestión de tiempo que empezasen a llegar los goles de uno y de otro. Del local porque estaba llevando el peso y apareciendo en zonas de peligro con regularidad, y del visitante porque no encontraba resistencia cuando se echaba a campo abierto a correr como guepardos. Lo intentó primero Jackson Martínez, que jugaba su clásico portugués particular (si no se acordaba, se lo recordó la sonora pitada de la grada lisboeta al sonar su nombre por megafonía). Es tremendo lo de Jackson, de verdad. Los aficionados le reprochan falta de participación y tienen razón, pero Jackson no vino para tocarla, sino para marcar. Y si no marcó contra el Benfica fue ya por pura mala suerte, porque las tuvo de todos los colores posibles.

Lo de Jackson contrasta enormemente con Correa. Este chaval tiene un ángel y no lo digo por hacer el juego de palabras con su nombre. Ha caído del cielo de pie en el Calderón y prácticamente todo lo que intenta le sale. A la primera que tuvo, la enganchó y fue para adentro. Vale que solo tuvo que empalarla y que el mérito en realidad del gol está en el toquecito de Griezmann que eleva el balón por encima de la defensa y deja solo al argentino, pero hay que meterla. A Jackson, en cambio, no le sale ni siquiera eso. El problema de su buen estado de forma y del amor que ya le profesa el respetable es que se lo cree demasiado a veces y de tanta excitación pierde balones que habrían tenido mejor uso si los hubiera compartido.

El gol le vino mal al Atleti, todo hay que decirlo. Porque, como le pasaba a Correa, se vino arriba, se lo creyó demasiado y atacó más de lo que hubiera debido. Esa es una de las explicaciones plausibles de que la retaguardia estuviese tan descubierta cada vez que el Benfica atacase. Porque en estático el Benfica tenía serios problemas para conectar, pero cuando corría casi nada le salía mal. La jugada del gol de Gaitán es de esas que se dice que gustan a los entrenadores: se empieza en una banda con un extremo y se acaba en la otra con el contrario. Tal cual. Fue un centro del Guedes peinado dentro del área que acabó de dulce para que Gaitán la pusiese en la red.

A partir de ahí y con el despropósito de las bengalas visitantes como desagradable protagonista, el Atlético se desconectó y no se volvió a meter en el partido hasta el arranque de rabia final. Ni siquiera hubo necesidad de que el equipo estuviese muy volcado sobre la meta de Júlio César para que se produjese un contragolpe devastador. La conexión en ataque entre Griezmann y Correa perdió eficiencia, Jackson sigue sin tener ni idea de lo que tiene que hacer, y sin Koke, Óliver no acaba de coger la manija que pueda liderar tácticamente al equipo. De hecho, fue de largo su peor partido como rojiblanco.

La segunda parte empezó de la peor manera, con el jugadón salvaje de Gaitán que culminó Guedes. Como el primer gol, pero al contrario. Empieza uno y acaba el otro. En esa jugada todo le sale bien al argentino y todo mal al Atlético hasta culminar con el tremendo fallo de despeje de Filipe Luís que permite a Guedes cruzarla con comodidad. Nada se arregló a partir de entonces. Entraron Vietto y Torres para intentar reflotar el ataque atlético, pero fue mucho más corazón que cabeza lo que movió el balón y sin claridad es imposible acertar. Nada cambió y con razón la entrada de Saúl por Óliver no era el cambio…

El Atleti no solo perdió contra el rival principal por el liderato del grupo (el tropezón enorme del Galatasaray en Astana allana el camino por la clasificación), sino que además ve cómo se acaba una racha de imbatibilidad en casa que duraba ya 15 meses. Toca volverla a empezar… Si se logra, significará que el Atleti ha recuperado la solidez defensiva que ante el Benfica brilló por su ausencia.

Ficha técnica:

1 - Atlético de Madrid: Oblak; Juanfran, Giménez, Godín, Filipe; Gabi, Tiago, Óliver (Saúl, m. 63); Griezmann (Vietto, m. 71), Jackson Martínez y Correa (Torres, m. 75).

2 - Benfica: Julio César; Nelson Semedo, Luisão, Jardel, Eliseu; Gonçalo Guedes, André Almeida, Andreas Samaris (Fejsa, m. 73), Nico Gaitán; Raúl Jiménez (Mitroglou, m. 71) y Jonas (Pizzi, m. 79).

Goles: 1-0, m. 23: Correa, de volea a pase de Griezmann dentro del área. 1-1, m. 36: Gaitán, de disparo cruzado. 1-2, m. 51: Guedes remata en el segundo palo un centro desde la izquierda.

Árbitro: Gianluca Rocchi (Italia). Amonestó al local Óliver Torres (m. 55) y a los visitantes Eliseu (m. 22), Luisao (m. 29) y Jardel (m. 83).

Incidencias: partido correspondiente a la segunda jornada del grupo C de la Liga de Campeones, disputado en el estadio Vicente Calderón ante unos 50.000 espectadores, 3.000 de ellos del Benfica.

Qué paradójico es esto del fútbol. El Atlético venía de jugar mal y perder contra el Villarreal, lo que dirán que es lógico, claro. Pero es que antes de eso había ganado partidos que había jugado tan mal o peor que en el Madrigal. Y de repente, cuando parece que se pone a jugar bien, o más o menos bien (comparado con lo anterior, esto fue gloria bendita), va y se estrella de nuevo. Y para que el Atlético pierda dos de los tres últimos partidos que ha jugado de local tienen que pasar cosas raras. Por supuesto, contra el Benfica pasaron esas cosas extrañas, como no podía ser de otra manera.

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