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40 años cosidos a retazos…
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LA PARROQUIA ATLÉTICA REVIVE LA DESDICHA

40 años cosidos a retazos…

Hace 20 años que un amigo atlético le dijo a otro mientras iban al Calderón que hacía 20 años de aquella noche donde rozaron la gloria.

Foto: Tiago representa la más viva imagen del colchonero desolado.
Tiago representa la más viva imagen del colchonero desolado.

Hace 20 años que un aficionadoatlético le dijo a otro que hacía 20 años de aquella noche donde rozaron la gloria. El mayor protagonista de entonces, Luis Aragonés, se fue de este mundo con la convicción de que en Bruselas, el día de San Isidro de 1974, un detalle se le escapó de las manos. Tras marcar, a falta de cuatro minutos para el final de la prórroga aquel gol de libre directo tan famoso como estéril, ‘Zapatones’ vio cómo la otra estrella de ese Atleti, Gárate, se marchó a un córner con la intención de que el reloj terminara dehacerles campeones de Europa por primera vez. Pero el delantero perdió esa pequeña batalla y el Bayern dispuso de un último ataque, que acabó con el gol de Schwarzenbeck, detiro lejano y a la desesperada.

Luis siempre pensó que quien debió ir a perder tiempo al rincón era él. "Gárate es demasiado buena gente", decía Aragonés, como si en esos instantes, y pese a ganar por 1-0, se oliera que la tragedia estaba a la vuelta de la esquina y quisiera llevar unas riendas que se le escaparon. En algún menudo salónde casa de barrio humilde madrileño, y nada másmarcar Luis su falta,un joven atlético que veía el partido con el corazón en la boca como el resto de lafamilia le gritó a su suegro, también atlético, que destapara la botella de whisky. Aquel soñado éxito que estaban acariciandoera digno de celebrar con un trago de hombres, bebida mucho másajenaen esa época que en esta, por cierto.

Pero cuando los primeros sorbos del espirituoso le estaban empezando a subir a la cabeza, el gesto se le torció a la vez que presenciaba la inerte estirada de Miguel Reina. Con resignación, tuvo que asumir que había revancha. Tres días después, el Atlético encajó un doloroso 4-0, incapaz de quitarse de la cabeza la idea de que había estado a cuatro minutos de llevarse su primera ‘Orejona’.

La botella de whisky volvió al mueble-bar, donde se hizo añeja. Pasaron los años, con más pena que gloria para la parroquia rojiblanca. Los niños poblaron las familias que fueron formando aquellos testigos desdichados de la amarga noche de Bruselas. Los menores rojiblancos crecían escuchando, como si deuna leyenda antigua se tratara, que su equipo estuvo muy cerca de reinar en Europa, mientras lo que veían sobre el campo eraunas veces, un buen año en Copa, otras veces, una final de Recopa o una Liga histórica, perolas más de las ocasiones un equipo que parecía no alcanzar jamás la estela de las noches de gloria de los 70.

El sentimiento de pertenencia es la clave del amor irracional a unos colores. En el Manzanares, eso se ha cultivado con mimo siempre, sabedores quizá que es el mayor tesoro que poseen, del que siempre podrán presumir ante sus vecinos madridistas, esos que tienen repleta la sala de trofeos. 40 años representan mucho tiempo, media vida de alguien afortunado, y un tiempo exageradamente grande para que ya no estén entre nosotros gran cantidad de aquellos atléticos a los que se les atragantó el whisky, el anís, el coñac o lo que sea que hubieran abierto para brindar por el gol de Luis.

Con Simeone se llegó a una nueva final tras cuatro decenios de espera. Y la historia se repitió con mayor crueldad si cabe. Esta vez, el empate del eterno rival llegó cuando los rojiblancos estaban a dos minutos de besar la Copa de Europa por vez primera. Muchos de los niños de entonces vieron el partido del sábado con sus hijos pequeños. Les tocó secarles las lágrimas que ellos, quizá por conocer muy bien la película, quizá por decoro, quizá por seguir creyendo que debe haberotra revancha, se aguantaban en el nudo de las gargantas. La goleada dolorosa no llegó tres días después, sino en la prórroga inminente, una contundencia que llenó las maletas colchoneras de la resignación que tantas veces al borde de la gloria les ha acompañado.

Simeone hizo de psicólogo improvisado en rueda de prensa, demostrando que se había levantado antes incluso de caer del todo. El técnico daba las instrucciones: la esperanza que les queda a esos padres para consolar a sus pequeños es hacerles ver que, en la vida, no siempre se puede ganar, y que siempre puede haber alguienque consiga más que tú.Que cuando uno lo da todo, no debe sentirse mal.

La amargura es el sabor que corresponde a una derrota siempre, y más a una como esta.Pero a los pequeños que habrán llegadoal colegio estelunes todavía tristes por perder estando tan cerca del triunfo conviene explicarles que 40 años parecen muchos, pero no son nada si se lleva siempre por bandera ycon orgullo la pasión por el sacrificio que cuesta conseguir las cosas más importantes en la vida. Y a veces, la victoria más rotunda espera a la vuelta de la esquina si se persigue con la fuerza de los mayores y la ilusión eternade un niño.

El whisky puede esperar.Como los sueños, nunca caduca.

Hace 20 años que un aficionadoatlético le dijo a otro que hacía 20 años de aquella noche donde rozaron la gloria. El mayor protagonista de entonces, Luis Aragonés, se fue de este mundo con la convicción de que en Bruselas, el día de San Isidro de 1974, un detalle se le escapó de las manos. Tras marcar, a falta de cuatro minutos para el final de la prórroga aquel gol de libre directo tan famoso como estéril, ‘Zapatones’ vio cómo la otra estrella de ese Atleti, Gárate, se marchó a un córner con la intención de que el reloj terminara dehacerles campeones de Europa por primera vez. Pero el delantero perdió esa pequeña batalla y el Bayern dispuso de un último ataque, que acabó con el gol de Schwarzenbeck, detiro lejano y a la desesperada.

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