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El Schalke no ha vuelto a ser el mismo desde que se marchó el "Dios Raúl"
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a él mismo le sorprende la huella que dejó

El Schalke no ha vuelto a ser el mismo desde que se marchó el "Dios Raúl"

Raúl no se imaginó, tal y como confesaba en una entrevista concedida al conjunto alemán, el calado que iba a tener en un Schalke que le echa en falta

Foto: Raúl, en la grada, celebrando con los aficionados del Schalke el pase a semifinales (Imago).
Raúl, en la grada, celebrando con los aficionados del Schalke el pase a semifinales (Imago).

Hace cuatro años, pocos madridistas pensaron que el jugador que mejor representaba a su club estaba cerca de escribir el punto final de su historia con el escudo del Real Madrid en el pecho. Los que soñaron con un Raúl colgando las botas en el estadio que tantas veces se puso en pie para aplaudirle, despertaron de golpe. Mucho se ha hablado de las razones de su adiós y más aún se ha especulado, pero lo cierto es que el delantero madrileño puso rumbo a Alemania para encontrar la calma en las cuencas mineras de Gelsenkirchen. Raúl nunca ha ocultado lo feliz que fue en esa etapa, tanto que no dudó en recomendar el destino a su amigo Pep Guardiola. Lo que no se imaginó, tal y como confesaba hace un par de días en una entrevista concedida al conjunto alemán, es el calado que iba a tener en un Schalke que no ha vuelto a ser el mismo desde que el “Dios Raúl” se marchó a su retiro dorado qatarí.

Un balón en una bolsa blanca de plástico, un simple gesto que le delató. Raúl marcó su último gol con la camiseta del Real Madrid en La Romareda, el mismo estadio que le vio debutar en Primera. Lo hizo con un esguince y aunque no pudo acabar el encuentro, quiso llevarse aquella pelota cargada de significado. Tras una temporada alejado de las alineaciones titulares y a pesar de la insistencia de un Mourinho recién llegado, Raúl cambión el Bernabéu por el Veltins Arena. Un estadio que dejó marcado tras dos temporadas vistiendo de azul: 98 partidos, 40 goles, la banda de capitán en el brazo y un par de títulos, la Copa y la Supercopa de Alemania, en su primera temporada. El delantero madrileño cambió al Schalke, se convirtió en un ejemplo de sacrificio y profesionalidad y su influencia no se quedó dentro del terreno de juego, fue más allá tal y como confesó en su momento Metzelder.

En su primera temporada, vivió una situación difícil en la Bundesliga y llegó a verse involucrado en la lucha contra el descenso pero en las otras competiciones, la Copa de Alemania y la Champions, las cosas marcharon mucho mejor y Raúl se metió desde el comienzo en el corazón de la afición, no sólo por su aporte goleador sino también por su espíritu de lucha. Al final, el Schalke se llevó la Copa derrotando al Duisburgo en la final y tras haber dejado al Bayern en la cuneta en cuartos. En Champions llegaron por primera vez en su historia a semifinales tras haber eliminado en cuartos al vigente campeón, el Inter de Milán, en una eliminatoria que acabó en la grada mezclado con unos aficionados que al coger el delantero un megáfono dijeron: “Siéntense, agáchense, va a hablar el Dios Raúl”. En la segunda temporada de Raúl el club mejoró en la Bundesliga, volvió a clasificarse para Champions.

Con el cariño de sus compañeros de vestuario y del club, Raúl no tardó en ser uno de los portadores del brazalete de capitán del Schalke. La plantilla del conjunto alemán le veía como un ejemplo a seguir y es que la figura del madrileño revalorizó un equipo que alcanzó los mayores éxitos en su historia reciente de la mano del que fuera santo y seña del madridismo. Tanto es así que Julian Drexler confesó que seguía viendo los vídeos de Raúl y que recibió la llamada de éste para darle la enhorabuena por sus progresos. Igual que en el Real Madrid, su liderazgo natural no tardó en salir y se convirtió en el espejo de los más jóvenes, de los canteranos que, como Drexler, soñaban con emular a ese jugador que tan pendiente estaba de ellos.

El calado de Raúl no se limitó al vestuario del Veltins Arena. En la cuenca minera de Gelsenkirchen logró alejarse de los focos mediáticos que un club como el Real Madrid lleva intrínsecos. La nueva estrella del Schalke disfrutaba de la tranquilidad que aquella localidad alemana le daba tanto a él como a su familia. El reconocimiento de la afición no tardó en llegar: desde la famosa canción al “Señor Raúl” a denominarle rey del fútbol en su homenaje. El delantero no dudó en comulgar con sus nuevos seguidores hasta el punto de celebrar con ellos las clasificaciones del equipo o los títulos logrados. Tal es el vínculo con el club, que las palabras de Raúl sobre la eliminatoria de este miércoles salieron de la web del club alemán. Y es que el Schalke no sólo el homenajeó antes que el propio Real Madrid, también le incluyó en su ‘hall of fame’ y le convirtió en embajador del club. Normal que hoy tenga el corazón dividido.

Hace cuatro años, pocos madridistas pensaron que el jugador que mejor representaba a su club estaba cerca de escribir el punto final de su historia con el escudo del Real Madrid en el pecho. Los que soñaron con un Raúl colgando las botas en el estadio que tantas veces se puso en pie para aplaudirle, despertaron de golpe. Mucho se ha hablado de las razones de su adiós y más aún se ha especulado, pero lo cierto es que el delantero madrileño puso rumbo a Alemania para encontrar la calma en las cuencas mineras de Gelsenkirchen. Raúl nunca ha ocultado lo feliz que fue en esa etapa, tanto que no dudó en recomendar el destino a su amigo Pep Guardiola. Lo que no se imaginó, tal y como confesaba hace un par de días en una entrevista concedida al conjunto alemán, es el calado que iba a tener en un Schalke que no ha vuelto a ser el mismo desde que el “Dios Raúl” se marchó a su retiro dorado qatarí.

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