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Hablemos del Atleti (o de Simeone, que parece ser lo mismo últimamente)
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Ennio Sotanaz

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Hablemos del Atleti (o de Simeone, que parece ser lo mismo últimamente)

Un punto en dos partidos ante rivales teóricamente inferiores ha puesto, una vez más, el foco en Simeone. El argentino tiene un papel en este desaguisado, pero, ¿es el único?

Foto: Simeone. (Reuters/Susana Vera)
Simeone. (Reuters/Susana Vera)

Las aguas en el entorno del Atlético de Madrid bajan revueltas estos días. Y puede que tenga sentido. Lo que se suponía que iba a ser un inicio de liga tranquilo, Espanyol y Elche, se ha transformado en una inmensa montaña de dudas. Un punto de seis en juego y lo que es peor, la sensación de que el equipo, por lo que sea, no funciona.

Por supuesto, han saltado las alarmas. Es lo propio en estos tiempos de rabiosa actualidad, sobredosis de estímulos y consumidores impacientes. De nada sirve apelar a la paciencia en un momento donde todo el mundo se siente legitimado a exigirlo todo y a exigirlo ya. Menos aún, si se trata de un entrenador permanentemente cuestionado por el establishment. Menos todavía, cuando encima hay motivos. Pero la rabiosa actualidad necesita culpables. Nombres y apellidos. Blanco o negro. De nada sirve intentar entender la complejidad de un problema intrínsecamente complejo. Es inútil tratar de encontrar las variables de un asunto con muchas variables, cuando todo hay que explicarlo en un tuit que no aburra o en un titular que genere muchos “pinchazos”. Malos tiempos para la lírica, que diría aquel.

Desde hace ya unos cuantos años, todo lo que sucede alrededor del Atlético de Madrid pivota en torno a la figura de Diego Pablo Simeone… y nada más. A veces, de forma legítima. Muchas otras, de forma capciosa. En un hábil ejercicio de gestión, que algún día se estudiará en las escuelas de negocios, la dirigencia colchonera ha conseguido desviar todo lo que tenga que ver con el equipo hacia un único punto. Siempre el mismo. Uno, que les deja a ellos tranquilos. Uno, que se ha transformado en una especie de sinécdoque del Atlético de Madrid. El problema es que Simeone no es eso, y ya nos daremos cuenta cuando no esté por aquí y comprobemos que el Atleti es realmente otra cosa. Pero da igual, porque es mucho más fácil manejar esa simplificación barata que adentrarse en una historia sin final impactante. Sobre todo, si el Atleti te importa entre poco y nada.

placeholder Julián, en el Metropolitano. (Europa Press)
Julián, en el Metropolitano. (Europa Press)

La prensa “madridista”, y perdón por la redundancia, hace tiempo que puso a Simeone en el centro de la diana. Si el argentino, paladín del antifútbol según “los que saben” y malévolo embajador del mal en cualquiera de sus expresiones, era ya una figura nefasta para el Atlético de Madrid cuando el Atlético de Madrid ganaba ligas, imagínense lo que es ahora, que es incapaz de ganar en su casa a un recién ascendido. Sé que estoy en minoría, pero nada de lo que venga desde ese lado de la vida me interesa lo más mínimo. Es más, ni siquiera lo considero lícito. Son como esas octavillas que se lanzaban en la Segunda Guerra Mundial para desmoralizar al enemigo, pero con menos educación y más odio. Por mucho que el mantra haya terminado calando en una parte significativa de la afición colchonera, hasta el punto de haber convertido las redes sociales rojiblancas en una especie de tiroteo en el OK Corral.

¿Quiere decir esto que Simeone es inocente de toda culpa o que deberíamos verlo como esa especie de figura intocable que defienden los que entienden el Atleti como una organización de tintes sectarios y pensamiento único? En absoluto. Simeone tiene mucho que ver en lo que está pasando, no tengan duda, pero me parece mucho más sano llegar a esa conclusión por un camino diferente, desde el respeto y con otros compañeros de cama.

Si me preguntan a mí, creo que la situación actual del Atleti está basada en tres pilares resquebrajados: devaluación sistemática de la sección deportiva, renovación incompleta de una plantilla gastada y sí, dificultades de Simeone para adaptarse al fútbol actual. Me explico. El verano siguiente a que el Atleti ganara la liga de 2014, acuérdense, media Europa se peleaba por los jugadores rojiblancos. Courtois volvió a Inglaterra tras la cesión y acabaría en el Real Madrid. Filipe Luis y Diego Costa se fueron al Chelsea, en su mejor momento y por una millonada. Miranda acabaría en el Inter. Turan en el Barça. El resto tenía múltiples ofertas y los veranos eran siempre un infierno plagado de rumores que anunciaban su marcha. Eso hace tiempo que se terminó.

Foto: atletico-madrid-elche-simeone-pitos-grada-proyecto-millonario

En la plantilla de las dos últimas temporadas, salvo Julián Álvarez y puede que Oblak, ningún jugador tendría sitio en cualquiera de los equipos de las principales ligas europeas. No digo ya en los que ganan esas ligas. No digo ya en el Real Madrid o el Barcelona. Vean el listado de los equipos en los que han acabado los jugadores que el año pasado, o el anterior, “peleaban por todo” en el Atleti: Al Shabab, Fenerbahçe, Trabzonspor, Girona, Sunderland, Tigres, Flamengo, Inter de Miami… “La mejor plantilla de la historia”, decían. Ya. El deterioro es tan obvio, que no merece la pena dedicarle más tiempo. El desprecio del Club por la parte deportiva ha sido inversamente proporcional al interés por cuadrar las cifras y desarrollar ese mastodóntico complejo de ocio que disfrutará el cliente VIP y que aumentará el valor de una posible venta.

Pero las cosas parecían haber cambiado al principio del verano. Obviando el inefable paso por el Mundial de Clubes, los primeros movimientos invitaban a creer: salida de multitud de futbolistas amortizados, de edad avanzada, junto a la llegada de jóvenes con potencial. Sonaba bien. ¿Cuál ha sido el problema? Pues que se han quedado a mitad de camino. Por falta de efectivo, seguramente. Es imposible renovar una plantilla a base de talonario, salvo que seas un equipo Estado. La estructura deportiva que maneja el Club es además tan precaria, tan amateur, que lo que debería haberse cubierto con trabajo de ojeadores, cantera o una buena gestión, ha tenido que hacerse improvisando, tirando de amigos argentinos y con representantes de “confianza”. Y claro, así se acaba rápido el dinero.

placeholder Simeone, ante el Elche. (EFE/Mariscal)
Simeone, ante el Elche. (EFE/Mariscal)

La plantilla no sólo es escasa para jugar tres competiciones, sino que tiene muchas de las carencias que ya tenía antes. Y tampoco ha venido nadie mejor que Correa. Ni ha venido nadie que haga lo que hacía De Paul. Ni ha venido nadie que haga lo que hacía Griezmann. Hay tres laterales derechos y faltan delanteros. El once titular suena bien, pero miras al banquillo…

Sí, Simeone tiene responsabilidad

Pero todo esto no justifica perder contra equipos de menor presupuesto y es ahí donde entra Simeone. El mago que siempre ha solucionado los descosidos, parece haber perdido la magia. Podríamos decir en su defensa que lleva poco tiempo de entrenamiento o que acoplar a tanto futbolista nuevo es difícil, porque es verdad, pero llueve sobre mojado. El juego del equipo en los dos últimos años es muy difícil de defender, hasta para los más forofos. Más allá de la estética, o de que sea soporífero, es que no funciona. Y no parece tampoco que sea una cuestión de tiempo. La sensación es que, más allá de los jugadores, la idea que sirvió en el pasado ya no resulta en el fútbol actual. Ya no vale esperar y marcar la que tienes. Sobre todo, cuando ahora no marcas la que tienes (porque eso es algo que se compra, no se entrena).

Ya no vale apelar a la intensidad cuando todos los equipos son más intensos que tú. No vale encomendarse al sacrificio y a jugar como si fueses el equipo inferior cuando tienes mayor potencial económico que la mayoría de tus rivales. No puedes ser bueno defensivamente solamente cuando renuncias a atacar. No puedes dar lástima cada vez que juegas lejos del Metropolitano. No puedes quedarte sin ideas frente a cualquier equipo bien entrenado que presione tu salida de balón. No puedes sacar doce córners de la misma forma y no ser capaz de rematar uno solo.

placeholder Almada, uno de los fichajes. (Europa Press)
Almada, uno de los fichajes. (Europa Press)

Dejando al margen las reiteradas faltas de respeto, que son intolerables, creo que la crítica es sana. Lo que no vale es tratar a Simeone como si fuese un tuercebotas que acabara de llegar y tuviese que demostrar su valía. Simeone ha sobrevivido a muchas crisis y no veo por qué no va a superar también esta. Llevamos dos partidos disputados y no hemos salido todavía de agosto, así que lo lógico es esperar. Puede que simplemente esté costando coger el nuevo rumbo. O puedo que no, ya lo veremos. Me preocupa bastante más escuchar el discurso que se está transmitiendo. Plano. Vacío. Aséptico. Poco empático con ese aficionado que tiene poco a lo que agarrarse y que sigue aguantando a base de una fe inquebrantable. No pasa nada, parecen insinuar mientras fardan de récord de patrocinadores y filtran que la plantilla está cerrada. Sí, sí que pasa. Y eso sí que me inquieta, porque reconocerlo es el primer paso para poder cambiarlo.

Las aguas en el entorno del Atlético de Madrid bajan revueltas estos días. Y puede que tenga sentido. Lo que se suponía que iba a ser un inicio de liga tranquilo, Espanyol y Elche, se ha transformado en una inmensa montaña de dudas. Un punto de seis en juego y lo que es peor, la sensación de que el equipo, por lo que sea, no funciona.

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