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Un Real Madrid huérfano de recuerdos y los futbolistas pensantes que necesita
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Ángel del Riego

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Un Real Madrid huérfano de recuerdos y los futbolistas pensantes que necesita

El Real Madrid gana un cerebro en la salida de balón como Dean Huijsen y un lateral con pie de mediapunta como Alexander-Arnold. Sin embargo, todavía falta lo más importante

Foto: Huijsen intenta robarle la pelota a Cristiano Ronaldo. (EFE/Filip Singer)
Huijsen intenta robarle la pelota a Cristiano Ronaldo. (EFE/Filip Singer)

La temporada del Real Madrid no ha terminado y sin embargo parece algo muy lejano. Apenas nos ha dejado recuerdos que superen los meses de verano. Cada año es poseído por una imagen y ese dibujo es el que permanece en la cabeza del hincha. Hay temporadas en las que predomina un gesto o un ramillete de secuencias de jugadores-símbolo que galvanizan toda una época en una torsión de su cuerpo, en una carrera o en un gol por la escuadra. Recuerden el año del 2002.

Un año feliz para el mundo entero, que vio como un balón altísimo llovido de las nubes era golpeado por Zidane hasta entrar en la escuadra de la portería rival con esa limpieza que sólo parece tener la ficción. Esa secuencia fue el resumen de un tiempo: los Galácticos. Un palacio renacentista donde el dolor se convierte en arte y el arte se convierte en dinero. Lo sublime como rutina y por tanto, destinado a la catástrofe y luego a la corrupción. La catástrofe fue en el 2004 con el Centenariazo y la corrupción duró mil años y tuvo el nombre de raulismo.

Son épocas. Y cada época tiene una imagen y un nombre. O a veces una estadística como esa liga donde Hugo Sánchez fue capaz de meter 38 goles de un solo toque. Ese número hablaba de un equipo que elaboraba un fútbol libre y comunitario que sólo necesitaba de una última pincelada para meter la pelota en la red. La Champions de las remontadas. Año 2022. El nombre ya está y hay un surtido de imágenes para que el espectador escoja.

placeholder Karim Benzema yLuka Modric dejaron una foto icónica. (EFE/Juanjo Martín)
Karim Benzema yLuka Modric dejaron una foto icónica. (EFE/Juanjo Martín)

Una temporada sin imágenes

La enajenación de Benzema contra el PSG, Modric ganándole una carrera a Messi; Modric con el exterior abriendo el mundo para Rodrygo; las paradas de Courtois en la final. Una de las temporadas más ricas en imágenes, con más recuerdos que perduran. Un año después el Madrid a ratos hilvanó un fútbol superior pero el centro de todo fue la derrota contra el Manchester City. Karim al que ya no le salen las alas, siendo asaltado por los jugadores ingleses, incapaz de llevarse un solo balón.

Es algo cruel, pero el Madrid no admite recuerdos edulcorados. Al año siguiente la imagen que nos queda fue la de Kroos, más altivo que nunca, con los días contados, manejando los desmarques de Vinicius como los dioses antiguos manejaban a los hombres desde lo alto. Una mirada, un gesto, la multitud; una carrera y el gol. ¿Y este año? ¿Qué nos queda en la retina? ¿Cuál es la imagen que permanece, la metáfora, el resumen de la temporada? ¿Los muchos goles de Mbappé? No. Se agradecen sin más. Pero solo han servido para calmar nuestra ansiedad por el rendimiento de la nueva estrella.

placeholder Mbappé ganó la Bota de Oro. (EFE/Daniel González)
Mbappé ganó la Bota de Oro. (EFE/Daniel González)

Las carreras hechas de fuego y estupidez de Endrick son una edición para coleccionistas. Algo para hablar una tarde de esas que no van a ningún lado. Asencio y Güler, pequeñas cicatrices en una piel coriácea. En realidad la imagen de la temporada es una ausencia. La falta de inteligencia en todas las líneas. Si hacemos una foto aérea, vemos a un equipo donde los delanteros están muy arriba en sus casillas de salida, los centrales muy abajo y los medios en sitios pintorescos; nunca proponiendo, solo apagando las llamas que provocaba la desorganización general.

Pequeños destellos de lo necesario

El único momento de la temporada donde el norte y el sur del equipo se juntaron fue con Ceballos. Duró unos pocos partidos hasta la lesión del andaluz. Y a ratos con Modric en el mintuo 70 o dos espamos de Güler sin mucha continuidad. Estos jugadores, solo con mantener la posesión del balón, hacían que los contrarios se apelotonaran en torno a ellos. Entonces llegaba el pase filtrado, la carrera y la ocasión de gol. Fueron pequeña iluminaciones que nunca prendieron en los partidos importantes. Y ahí quedó muy claro lo que necesita el Madrid: futbolistas pensantes.

placeholder La sombra de Kroos, muy alargada. (AFP7)
La sombra de Kroos, muy alargada. (AFP7)

Futbolistas que entiendan el juego como un todo y no solo que sientan que son un pequeño tornillo en un gran mecanismo del que ignoran su funcionamiento. Incluso con Xabi Alonso y sus tendencias posicionales, el Madrid va a necesitar inteligencia sobre el campo. Ninguna táctica salva al jugador en el minuto 70 de unas semifinales de Champions o de un partido contra el Barça de Flick. El coraje y la personalidad, sí, por supuesto, pero esas palabras tan gastadas necesitan de algo más. Y este año no lo hubo.

Los futbolistas que piensan

¿Y qué es un futbolista pensante? Dean Huijsen. El nuevo fichaje del Madrid. Ese es un ejemplar de esa raza tan extraña fuera de la península ibérica y tan normal dentro de ella. El jugador que sabe qué hacer sobre el terreno de juego y tiene la técnica precisa para ejecutarlo. Lo hemos visto meridiano en estos partidos de la selección. No es un jugador rápido y por eso, debe pensar mucho sus movimientos. Cuando salir al cruce, cuando adelantarse a la jugada o cuando fijar al delantero. En el área a ratos da muestras de bisoñez, pero cuando sale con el balón controlado, parece un coronel de un ejército adentrándose en las líneas enemigas.

placeholder Huijsen, listo para el desafío blanco. (EFE/Anna Szilagyi)
Huijsen, listo para el desafío blanco. (EFE/Anna Szilagyi)

No sólo es su gesto altivo. Cabeza levantada, rictus serio, pelota con la tensión justa. Es la forma en que el equipo se organiza entorno a sus tres primeras zancadas, la perfección de su pase interior y su trabajo de pivote en el medio campo, sosteniendo todo el entramado que hay por delante como si tirara siempre de unos hilos invisibles: los del juego.

El jugador andaluz está claro que ha nacido con ese don, pero eso no siempre tiene por qué ser así. El ejemplo máximo es Sergio Ramos. El sevillano pasó de ser un caballo loco que podía ganar o perder un partido en una carrera tragicómica, a ser un central que marcaba los tiempos del partido en un equipo con Kroos y Modric en el centro del campo. Desde que lo tranquilizó Ancelotti, la fiereza y lo pensante convivieron sin problemas dentro de él durante cuatro años donde dominó el fútbol como ningún central desde Beckenbauer.

Los ejemplos del Real Madrid

A la izquierda de Ramos estaba Marcelo. Un brasileño que era Garrincha de lateral. Dueño de una técnica imposible de entender y por tanto, mágica, Marcelo nunca fue uno de esos futbolistas pensantes. Siempre se movió sólo por instinto y su juego era más una frecuencia musical que una carretera bien asfaltada. Daba igual porque el resto del equipo sostenía su arte póvera que encontraba rendijas donde otros solo veían una pared de ladrillos.

Por el otro lado andaba Carvajal, átomo loco en sus comienzos y un verdadero manantial de fútbol y sabiduría en sus últimos años. Como Ramos cuando matizó su físico, su juego mejoró y se hizo más esencial hasta llegar a ser en el 2024 a ser uno de los tres mejores futbolistas del mundo. Alguien que sabía siempre donde estaba el partido en lo emocional y en lo táctico y qué hacer al respecto.

placeholder Marcelo, en un partido de Leyendas del Real Madrid. (EFE/Juanjo Martín)
Marcelo, en un partido de Leyendas del Real Madrid. (EFE/Juanjo Martín)

De Modric, de Kroos y de Casemiro no hay nada que decir. Son futbolistas pensantes que atraviesan una época en el Madrid donde se jugó a lo que ellos quisieron. Camavinga sería el otro extremo. Jugador con condiciones extraordinarias que metidas en un mismo cuerpo de mármol, resultan confusas. La final de Champions del 2024 fue una metáfora de su carrera. En la primera parte llevó caos al caos y estuvo a punto de acabar con la final él solo al perder dos balones en el medio del campo que no acabaron en gol del Borussia de milagro. Para Camavinga el pensamiento es una lata.

Le da igual en qué parte del campo se encuentra. Él actúa siempre de la misma manera. Arriesga en las inmediaciones del área propia como si estuviera en la rival y no sabe mantener la posesión en el medio campo, ni dar un pase de seguridad, ni madurar la jugada, ni ese tipo de cosas que se van aprendiendo con el tiempo y van alejando a los hombres de los niños. Camavinga sigue siendo un niño. En la segunda parte de esa final, Ancelotti subió 10 metros su posición y a partir de ahí, todos sus errores se convirtieron en virtudes. No dejó a los alemanes salir de su área y con su primer pase excepcional, al Madrid le fue sencillo dominar la función. Lo demás lo pintaron Kroos y Vinicius, pero en el latido profundo estaba Camavinga. Lo que hará Xabi con él.... desvelará una parte del éxito de su Madrid.

Camavinga y el recuerdo de Guti

Lejano a Camavinga pero parecido en espíritu era Guti. El madrileño de la mechas era de los no pensantes aunque su técnica monumental confundiera a algún despistado. Había una contradicción entre sus condiciones y su talento. Entre su corpachón de mediocentro y su espíritu libre de media punta. No es que no supiera pensar un partido, es que le aburría. Y como Camavinga, ni sabía madurar la jugada ni dar el pase de seguridad.

Y como Camavinga perdía balones justo en el peor momento y en la peor posición posible. El equipo de Pellegrini en 2010 fue eliminado contra el Lyon por una pérdida de Guti en el centro del campo. Así era el genio. Daba el mejor muletazo fuera del tiempo y el espacio, y se giraba para ofrecérselo al respetable mientras el miura le embestía por detrás. Fue Del Bosque quien lo condujo como a un niño y lo ató a la posición de segunda punta, el que le sacó mejor rendimiento.

Vieja lucidez castellana. A veces es necesaria. Aquel Ozil que patinaba por nuestra memoria vivía en una apoteosis continua. Ningún gesto mundano le era permitido. Pero no pensaba, sentía. Quien pensaba era Cristiano. El portugués le ofrecía el desmarque al turco y por ese reguero, Ozil metía ese pase salido de un ensueño. Güler sin embargo, sí parece un futbolista de los pensantes. Todavía no lo hemos percibido del todo, no hemos visto cómo se construye contra los acontecimientos, cuando el mundo se desploma, donde no hay esperanza. Pero se ha movido con inteligencia en una parte de la temporada donde todo era estupidez. Actuaba con sencillez y surgía un pequeño claro en esa maleza densa y espesa que era el juego del Madrid.

Foto: El futbolista alemán, en uno de sus últimos partidos con el Real Madrid. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Vamos contando y ya salen dos: Dean y Güler, 19 años cada uno. Dos inteligentes contra la montaña de eneryia. Pero se necesitan muchos más. Estadísticamente, el Madrid necesita al menos dos futbolistas pensantes por línea para que nada se desplome. Y por ahora, no los hay. Zubimendi debería ser uno de ellos. Quizás el más necesario de todos. Base de la jugada, donde nadie quiere estar porque en los tik-toks, los chavales aprenden los trucos de Ronaldinho, no los de Casemiro. Por la derecha correrá Alexander-Arnold. Dicen que es un sistema en sí mismo, pero no es verdad. Su pierna derecha es legendaria y podrá activar a los delanteros desde cualquier distancia, pero no es alguien que matice o piense o espere medio segundo a que se abra la rendija.

La esperanza de Xabi Alonso

Es un futbolista inglés y el aprendizaje en las islas, sigue siendo el ida y vuelta de la infancia. Por eso sus estrellas no suelen evolucionar. Ni Sterling, ni Foden, ni Beckham, ni Bale lo hicieron. Son lo que eran a los 21 años, en el caso de Gareth, lo que era a los 23, cuando pasó del lateral al extremo. No más. Descienden por el juego como por una pendiente perpétua, tienen coraje y energía, pueden ascender por la otra cara y ser felices en el sufrimiento pero necesitan de alguien que piense por ellos. Sea el entrenador o sean sus compañeros. Porque el fútbol continental es una selva de símbolos indescifrables para los británicos.

Y también para Bellingham. Que tenga último pase no significa que piense sobre el campo. No lo hace. Es, espiritualmente, un llegador. Xabi quiere convertirlo en un centrocampista, pero ahora mismo no lo es. Esta temporada fue incapaz de hilvanar el juego entre los delanteros y los defensa. No dio nunca con el tempo del encuentro ni movió la partida hacia un sitio donde Vinicius y Mbappé se sintieran cómodos. Hizo jugadas pero no hizo jugar.

placeholder Xabi confía en que Bellingham evolucione. (AFP7)
Xabi confía en que Bellingham evolucione. (AFP7)

Tampoco Valverde es de esos aunque a ratos lo pareciera. Con Kroos al lado, con Modric por detrás y Carvajal a su derecha, Valverde iba y venía atareado y hermoso construyendo miles de caminos para él y los demás. Cuando a su alrededor no ha habido inteligencia, solo montañas de carne y huesos, el fútbol de Valverde ha sido estéril. Emocionante por su entrega, pero insustancial en el rendimiento final.

Y -descartado Vinicius- queda Mbappé. ¿Es un Cristiano o un Ronaldo Nazario? ¿Un delantero desvinculado del juego, alguien egoísta que solo salta, dispara y alza los brazos, o un verdadero creador, alguien que deja una estela de la que abreva todo el equipo? Esa incógnita la tendrá que desvelar Xabi. Y será una de las muchas de una temporada que empezará con el mundialito, con el final de la anterior. Y que de momento es un sobre lacrado. Un misterio.

La temporada del Real Madrid no ha terminado y sin embargo parece algo muy lejano. Apenas nos ha dejado recuerdos que superen los meses de verano. Cada año es poseído por una imagen y ese dibujo es el que permanece en la cabeza del hincha. Hay temporadas en las que predomina un gesto o un ramillete de secuencias de jugadores-símbolo que galvanizan toda una época en una torsión de su cuerpo, en una carrera o en un gol por la escuadra. Recuerden el año del 2002.

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