"Un fútbol de otra galaxia". El injusto eclipse de Cruyff al gigantesco sol de Leo Beenhakker
El paso del tiempo dejó al entrenador madridista, recientemente fallecido, a la sombra de su compatriota. Una injusticia futbolística. Johan y Leo también protagonizaron piques deportivos, como la histórica frase: "Butragueño y diez más"
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Leo Beenhakker fue el entrenador que permitió el más alto fútbol del Madrid de la Quinta. Se trata "del primer equipo que rompió con el juego de raza, esa estupidez franquista que se decía entonces", en palabras de Cappa a este medio. En su primera etapa, el técnico neerlandés se mantuvo tres temporadas y ganó cada Liga, además de una Copa del Rey. La última de ellas sufrió solo una derrota y coincidió con la dirección de su compatriota Cruyff en el Barça.
"Hicimos un fútbol de otra galaxia", aseguró, en 1988, Beenhakker, sin que le faltase razón. La gente, los aficionados como Cappa y también los rivales, lo sentía así. Sin embargo, en un club que coleccionaba Ligas, cada derrota europea cuestionó la sensación futbolística.
Mientras, en la otra gran entidad del país, Johan Cruyff sucedió a Beenhakker como multicampeón doméstico, a medida que borraba todo rastro de fútbol-fuerza en sus equipos. Lo hizo hasta cambiar definitivamente la historia de un Barça desacostumbrado a ganar, gracias a la Copa de Europa conseguida en 1992. Donde hubo complejo de inferioridad, Cruyff impuso reputación y grandeza.
Desde tal impacto, el correr del tiempo hizo que el pensamiento expresado por Cappa se oscureciera. La memoria general quiso que Beenhakker pasara pronto al olvido y, en su lugar, Cruyff sea visto como el revolucionario que cambió el sentir del fútbol español desde una idea de juego ofensivo. No hay más que teclear en el buscador para comprobarlo.
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Pero ¿eran sus ideas tan distintas, en realidad, para tan dispar gloria? ¿Fueron, de lo contrario, esos y otros golpes circunstanciales los que hicieron que Cruyff subyugase el recuerdo? ¿Fue Beenhakker tan buen entrenador como Cruyff y su Madrid tan brillante como el Dream Team?
La filosofía de Beenhakker y Cruyff
"La exquisitez por el buen fútbol, por el trato de balón, se le da a los dos, pero la idea de Cruyff y Beenhakker fue diferente", expone para El Confidencial Maqueda, futbolista de aquel Madrid. A continuación, explica: "Leo lo que hizo fue aprovechar una serie de jugadores muy talentosos dándole todo el margen necesario para que pudieran desarrollarlo en su máxima expresión, empleando un sistema mucho más móvil y flexible. Mientras, en el Barça, Cruyff lo hacía con tres fijos atrás y mayor rigidez posicional".
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El resumen de Maqueda recoge bien los principios futbolísticos manejados por ambos técnicos. De un lado: modelo, esquema y sistema de juego. De otro lado, los dilemas conectados entre flexibilidad o rigidez, movilidad o posicionalidad. Y, en el centro de todo, los jugadores.
Para reflejar la rigidez posicional que los distinguió, el historiador Sergio Vilariño, autor del libro sobre México 70, da la siguiente metáfora: "Cruyff tenía un juego infantil de bloques de encaje y buscaba las piezas de cada forma, mientras Beenhakker construía sus equipos usando plastilina". El Madrid de Beenhakker tuvo mil maneras de ser ofensivo y el Barça de Cruyff a menudo se ciñó a una concreta. Sin embargo, la realidad es que esto se debió más a las cualidades de los futbolistas de cada equipo que a un concepto definitivo que alejara el pensamiento de ambos técnicos. Ese "bloque de encaje" que se le destaca a Cruyff, de hecho, no estuvo siempre. El de Ámsterdam había usado en su Ajax campeón de Recopa una concepción más móvil, cercana a la que Beenhakker empleó en su primera Quinta. Allí dirigió elementos creativos como Rijkaard, Winter, Mühren, Bosman, Bergkamp o Van Basten.
A su llegada al Barça, Cruyff tuvo como armazón un núcleo de futbolistas vascos, de notable nivel y sentido de la disciplina pero limitados en técnica e inventiva. Así como varios pasadores de carácter estático. Entonces, su proverbial instinto consideró que lo mejor sería "estrecharles las vías", en expresión de Valdano, un declarado cruyffista. Exigió a sus jugadores mayor ajuste posicional y trató de reducirles ciertos impulsos ofensivos: se decidiría libremente desde la posición asignada y la prioridad sería el pase.
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Cruyff potenció el circuito de pases a fin de activar las posiciones adelantadas. Estos serían "de cara, al pie y al primer toque", según detalló su entonces ayudante Seirul.lo, en la revista Jotdown. El Guardiola futbolista representa la idea hacia delante y Bakero, con sus toques frontales, hace lo propio con la mecánica. Rexach definió aquello como "El Madrid toca y se va, nosotros tocamos y nos quedamos". No obstante, tras un primer curso salvado con la Recopa, en el fichaje del genial Laudrup vio Cruyff reflejada su etapa como jugador, por ello le hizo socio de todos desde el falso 9. El fútbol del danés es una muestra de las verdaderas emociones del técnico. Finalmente, una vez desintegrado el Dream Team, los refuerzos fueron futbolistas de imaginación, atacantes que fluían desde el movimiento, como Hagi, De la Peña, Cuéllar, Prosinecki o Figo. Entonces el técnico optó por recuperar la movilidad ofensiva que, en un Madrid basado en los futbolistas de la Quinta, Beenhakker nunca necesitó cuestionar.
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Así las cosas, cabe preguntarse qué no hubiera dado Cruyff por disponer, a su llegada, de los futbolistas del Madrid de la Quinta. Butragueño, luego Martín Vázquez y más tarde Hugo Sánchez: a todos quiso firmar. Es difícil imaginar que un gran técnico dijera a todocampistas del manejo, la calidad y la autonomía de Gordillo o Míchel que tocasen y se quedaran. Qué hubiera sido el Barça de Cruyff teniéndolos para poder jugar a la manera de Beenhakker, que hasta entonces también, y en el fondo siempre, fue la suya.
Cruyff pasa a la historia desde el 3-4-3
Sin embargo, la moda posicional saltaría décadas después, acaso tras los éxitos narrados del Barça de Guardiola, no siendo decisiva en la elevación de Cruyff al grado de leyenda desde los noventa.
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De cualquier modo, el asunto está más ligado a su contemporáneo Van Gaal que al propio Cruyff. Aunque, como expuso Cappa: "Todo lo que ellos hicieron no fue en absoluto novedoso. O, sobre el fútbol posicional que hacen Guardiola y los demás, yo vi una entrevista a Rinus Michels en los setenta y es exactamente lo mismo que explicaba. El propio Cruyff me dijo a mí que el iniciador de verdad fue Michels, no él". Todos tienen un origen común que los iguala y trasciende: el Fútbol Total de los setenta. Cruyff, Van Gaal, incluido Beenhakker, quien dirigió al Ajax antes de aterrizar en la Liga para 1980. "El espacio es fundamental en el fútbol. Quien domine el espacio, dominará el juego", es una sentencia del referente Michels, técnico de la Naranja Mecánica.
No obstante, como se ha dicho, puesto que los temas adquieren popularidad desde sus aspectos llamativos -por accesorios que estos sean-, no fue la ontología posicional del fútbol neerlandés lo que en aquel entonces resultó rompedor en el Barça, sino el sistema de juego que indica Maqueda, esa apuesta por el 3-4-3 decididamente combinativo. En concreto, causó sensación el uso de una zaga tan escasa, aspecto que lo diferenciaba del sistema de cuatro en el fondo que Beenhakker y tantos otros usaron en los ochenta. Lo cierto es que Cruyff no llevaba el dibujo de base, sino que le sobrevino tras conocer a Milla. Durante la pretemporada, en el volante identificó un gran gestor de pases y un joven maestro táctico. Comoquiera que también reconoció en el canterano dificultades para abarcar campo o defender el área, a fin de aprovecharlo ideó la figura del 4. De tal modo surgió, desde los futbolistas y no desde un concepto primo, el afamado 3-4-3.
¿Defender solo con tres? En un fútbol español que ya se adhería a la zaga de cinco, aquello pasaba por ser una locura o, de lo contrario, una genialidad asociada a la valentía del técnico. Como el Barça acabó por ganar, se consideró lo segundo. Y así fue que, a través de algo que no consideraba esencial, Cruyff pasó a la historia como técnico.
La engañosa zaga de cuatro de Beenhakker
Resultados al margen, la realidad es que la comparativa entre ambos sistemas de juego se antoja engañosa. Interpretarla de manera literal, como sucedió, es un error que hace parecer a Beenhakker mucho más defensivo que Cruyff.
En aquel Madrid, la zaga sólo era nutrida en fase defensiva. A la hora de atacar, una vez el balón había salido a ras de hierba, líberos y centrales ejercían de goznes para el centro del campo. Es parte de esa flexibilidad que Maqueda destaca en su explicación. Además del habilidoso Sanchís como central, Míchel en varios Clásicos o Gallego en muchas otras ocasiones fueron finos líberos iniciadores de juego en largo y corto, respectivamente, a través de los que Beenhakker manifestó la idea que el Barça iniciaría con Aloisio y exaltaría con Koeman. Luego abandonaban la zaga y subían, entonces en la zona ancha se daba esa superioridad numérica que obsesionaba a Cruyff como fundamento.
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En páginas de ABC, Buyo dibujó un Madrid en 4-3-3 (con la salida de Valdano pasó al 4-4-2) donde Gallego aparece en la justa ubicación del 4 azulgrana, artículo titulado 'La red de rombos de Leo Beenhakker'. Estos son los famosos triángulos de relación avalados por Cruyff y difundidos luego por Rexach en el canal del Barça. Más tarde, el propio Buyo, portero madridista que Cruyff quiso fichar debido a su rapidez para salir del área, aseguró en Don Balón que "el sistema de Cruyff no sería nuevo para mí, como no lo es para el fútbol español, ya que se trata del mismo que utilizó Beenhakker en su primera etapa en el Real Madrid. Leo nos hacía jugar con dos defensas y yo de líbero, y de esto hace ya siete temporadas, por lo que pienso que Cruyff no ha inventado nada".
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Tanto es así que, en su Ajax, Rijkaard había sido el líbero —a lo Gallego— que, en fase de posesión, rebasaba a los centrales adelantados Spelbos o Blind —a lo Sanchis—. Y si al aterrizar en Barcelona probó a los centrales Salva y Aloisio antes de matizar con Milla, para su última temporada firmaría a Popescu como relevo de Koeman y recuperó la figura. El sistema pasó a tener cuatro zagueros flexibles y, según las acciones del partido, el pivote arquetípico, Guardiola, era desplazado a una zona interior derecha.
El carisma de Cruyff fue inigualable
Y dentro de ese no inventar nada que apuntó Buyo, también se incluye la metodología de entrenamientos que se convirtió en patrimonio culé desde Cruyff, representada en el rondo. Esta ya estuvo en el Madrid con Beenhakker, según evoca Maqueda: "En pretemporada íbamos a Holanda. Había una pequeña parte física, pero rápidamente empezábamos a jugar partidos amistosos, como ocho o diez, ya competitivos. La gran diferencia de Leo es que trabajaba todo con balón: posesiones, partidos cortos, torneos por equipos que teníamos ya establecidos... En eso fue un adelantado a su tiempo, ya que este fue el tipo de trabajo que, después de aquello, se estiló en general".
Por todo ello, al inicio del artículo se ha presumido la posibilidad de que, más que la propia filosofía de juego, las circunstancias pesasen sobremanera en la desigual memoria de ambos técnicos. En lo suscrito a este ámbito, sucede que la figura de Beenhakker no vendía, a diferencia de la de Cruyff. Al respecto, cuenta Maqueda que "Leo era un hombre con aura, muy cercano con el jugador. Él convencía, y siempre se preocupaba por el futbolista, tanto a nivel profesional como personal. Controlaba todos los aspectos, es la gran diferencia como otros grandes entrenadores que he tenido, como Antic, Parreira o Floro".
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El carisma de Beenhakker era hacia dentro, centrado en el futbolista. Valdano, quien recomendase a Mendoza su fichaje en 1986, lo destaca en El País como "hombre amable, entrenador valiente". Este perfil bajo suele pasar desapercibido, da menos titulares, por ello no tuvo el impacto que probablemente mereció. Mientras que la personalidad de Cruyff se expandía. El Flaco encarnaba el liderazgo carismático que conceptuó Weber, una capacidad de atracción innata con la que no se puede competir. Desde su condición de mejor futbolista europeo de la historia, pidió y le fue concedido. Consiguió controlar desde los futbolistas hasta los despachos, midiéndose al statu quo. Rebelde y desafiante, hacía de todo un conmigo o contra mí. "Sal ahí y mata al presidente", contó el propio Valdano que le recomendó Cruyff tras perder un Clásico que olía a despido. Aunque lo cierto es que tampoco Beenhakker quiso venderse.
Ya desde su llegada al Madrid, tras las primeras victorias de prestigio en torneos veraniegos, el técnico pudo dárselas pero decidió emitir una sentencia resultadista, algo que siempre tuvo mala prensa. Dijo: "Me gusta el juego ofensivo y el Madrid está obligado a dar espectáculo, pero no siempre podremos jugar así. Hemos jugado al ataque porque las características del rival lo permitían, pero tampoco hay que olvidar que nuestro compromiso está en el ganar". Por su parte, cara al exterior, Cruyff se la pasó criticando públicamente los sistemas de cinco defensas y posicionándose por el fútbol-espectáculo. Articuló un discurso donde él era la referencia y todo ese juego ofensivo formaba parte de un plan superior, de un modelo. Se puso cartesiano y, a medida que el Barça ganaba, convenció a la crítica de que "había un método para jugar, para atacar, y que era Cruyff quien lo conocía", tal como apunta el documentalista David Mata. El propio presidente Núñez no tuvo nada que hacer ante su poder de persuasión.
Luego Cruyff se retiró a tiempo, habiendo perdido poco, y la historia le destacó asuntos tan melodiosos como el Salid y disfrutad o el acuerdo para respetar el buen juego que estableció con Santana en la Copa Intercontinental de 1992. Y así consiguió, apoyado en el fútbol y en el éxito de su Barça, ser visto finalmente como un visionario.
Todo gran ataque necesita una gran defensa
No obstante, aunque alrededor de Cruyff todo fuese alegría en ataque, a la hora de la verdad, él pensaba en defender y contragolpear tanto como Beenhakker.
En 1990, Clemente acusó al del Barça de retórico después de que prescindiera de un delantero para marcar individualmente a los referentes atléticos Futre y Baltasar. Dijo que eso era, en Cruyff, un procedimiento habitual. Aunque eso de preferir una victoria 5-4 a otra por 1-0 suene, sin duda, maravilloso.
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En lo defensivo, tanto Beenhakker como Cruyff eran partidarios del pressing football, nada nuevo, otro concepto destacado en los orígenes de su escuela. Se trataba de presionar al poseedor del balón por varios frentes, al tiempo que se estrechaba el campo hacia el balón. Cruyff lo resumió en la frase "todo el mundo sabe jugar a fútbol si le dejas cinco metros de espacio". Sin ir más lejos, la posicionalidad era, de hecho, un elemento defensivo para presionar mejor. Mientras Beenhakker ejemplificó precisamente con aquel Barça su mirada sobre el asunto: "En el fútbol de hoy, tenemos que dejar de pensar que la defensa es la línea de atrás. En el Barcelona el juego defensivo empieza en Beguiristain, Lineker y Salinas; una segunda línea en Roberto, Bakero, Eusebio y Milla: detrás una tercera línea (…)".
Una presión que no se veía demasiado por entonces, al ser difícil de ejecutar en las circunstancias de Madrid y Barça. Indica Maqueda que "los equipos eran más largos que ahora y, aunque se presionara adelantado, la prioridad era hacer una transición defensiva ordenada". Por ello, en esas últimas líneas del sistema de marcación combinada que compartían, Beenhakker y Cruyff no dudaban en acudir a especialistas defensivos para el hombre a hombre. Al respecto, Maqueda rememora que "el día que debuté, en un Madrid-Barcelona, jugamos con Míchel de libre, que se incorporaba al centro del campo, Chendo, Camacho y yo como marcadores. Yo marqué a Lineker, pero estábamos uno por cada delantero del 3-4-3 del Barça". Notorios fueron los marcajes blancos de Camacho sobre Platini, en los octavos de la Copa de Europa 86/87, o el de Chendo sobre Maradona, de la temporada siguiente. Nadie olvida, tampoco, por parte del Barça, la profusión de marcajes que Cruyff estableció en la final de Wembley, donde usó zaga de cuatro y Ferrer no se separó de Mancini, o los dictados sobre Butragueño cada vez que ambos conjuntos se vieron las caras. Se trataba, finalmente, de anular a la estrella rival y plantear partidos diez contra diez, como dijeron textualmente, en sendas ocasiones, Míchel y el propio Cruyff.
La disputa entre Beenhakker y Cruyff y los canteranos
Y precisamente el temido Butragueño fue un punto de discordia pública entre Cruyff y Beenhakker, quienes no se llevaban bien desde que coincidieran en un partido del Ajax y aquel abandonase su lugar en tribuna para bajar a corregir decisiones de Beenhakker, entonces técnico ajacied.
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Ya en España, para la vuelta de cuartos ante el PSV, jugada en 1989, Beenhakker apostó por Llorente en lugar de Butragueño, a fin de evitar las potentes subidas de Gerets, según explicó el propio técnico. Cruyff no tardó en aparecer públicamente para defender al delantero, diciendo que con él jugaría seguro, siendo el Madrid "Butragueño y diez más". Otra gran frase. Beenhakker contragolpeó diciendo que, si él fuese el entrenador del Barça, sin duda aprovecharía a Lineker. Por su parte, Mendoza advirtió a Beenhakker que el Buitre era patrimonio del club y que procurase ponerlo lo más posible. Ese patrimonio se refería a los canteranos, otro asunto que Cruyff supo explotar en el Barça.
La Masía se inauguró en 1979, a la llegada de Núñez, pero su reputación se inició con Cruyff, después de que promocionara a futbolistas del filial durante toda su estancia. Mientras Cruyff es tótem de ello, a Beenhakker se le niega toda relevancia con la cantera, aunque para el Madrid recuperó a Pardeza y Losada y contó con los jóvenes Solana, Julio Llorente o Aldana. También con el propio Maqueda, quien asegura que "si alguien puede hablar de apostar por la cantera, ese fue Leo. A mí me hizo debutar con 18 años, cuando no era algo tan habitual como en la actualidad, mientras que toda la Quinta del Buitre también era joven y canterana. Él apostaba por la gente joven, sobre todo si tenía talento".
El Milan de Sacchi también iguala a Beenhakker y Cruyff
Aquella noche ante el PSV, el Madrid consiguió su revancha. Pero la situación apuntaba a que Beenhakker no continuaría en el banquillo, de no ganar la ansiada Copa de Europa. Entonces, en su tercera semifinal consecutiva, se enfrentó al mejor equipo de Europa y todo acabó.
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El Milan lo dirigía Sacchi, encarnación del tacticismo. Su zona presionante alcanzó, en aquel bicampeón de Europa, categoría suficiente como para llegar hasta la actualidad monopolizando la concepción defensiva usada en el mundo. Maqueda señala al entrenador italiano como "el que rompe con lo de los equipos tan largos. Hace la defensa adelantada, junta al equipo y domina la línea del fuera de juego. Nosotros jugábamos con marcas individuales, igual que el Barça de Cruyff, y es Sacchi quien lleva la zona y el orden". El sucesor de Beenhakker en su segunda experiencia como técnico del Madrid fue Floro, considerado en aquel momento el Sacchi español. Al respecto, explicó para este diario que, antes de llegar equipos como el suyo, en España no se jugaba al verdadero ataque. El Milan defendía atacando en bloque, no había distinción clara de fases, como sí se daba en aquellos Madrid y Barça.
En resumen: referente a fútbol, Sacchi sí puede considerarse un verdadero revolucionario. Aquella eliminatoria de 1989 acabó con un 5-0 contra el Madrid que se leyó desde lo táctico y como un cambio de paradigma: el fútbol moderno acaba con el antiguo. Sobre esto, Maqueda opina con acierto que "a nivel táctico el Milan era novedoso, en cuanto al empaque de los equipos, pero no es cierto que supusiera tal cambio. Aquel Milan hubiera vapuleado a cualquiera no por eso, no por la táctica, sino porque era un equipo pleno de futbolistas excepcionales: Baresi, Maldini, Ancelotti, Rijkaard, Donadoni, Gullit, Van Basten... Era un equipo fantástico y por eso nos goleó, aunque en la ida sacamos un empate y de manera injusta, ya que merecimos mucho más".
Aquel Milan también derrotaría al Barça. Lo haría en dos citas oficiales: la Supercopa de 1989, aún con Sacchi, y la final de Champions en 1994, ya con su heredero Capello en la dirección. Esta derrota por 4-0 supuso el final del glorioso Dream Team. Como se aprecia, hasta en su caída se parecen ambos técnicos. Pero ningún Romario dijo nunca que el fútbol se ve con los ojos de Beenhakker, así que el recuerdo del mundillo es injusto en su comparación con Cruyff. No obstante, Maqueda lo tiene claro: "Si el Real Madrid tiene que poner dos o tres entrenadores importantes en su historia, Leo Beenhakker es sin duda uno de ellos". Y cabe recordar que el Madrid es el club más laureado de todos los tiempos.
Leo Beenhakker fue el entrenador que permitió el más alto fútbol del Madrid de la Quinta. Se trata "del primer equipo que rompió con el juego de raza, esa estupidez franquista que se decía entonces", en palabras de Cappa a este medio. En su primera etapa, el técnico neerlandés se mantuvo tres temporadas y ganó cada Liga, además de una Copa del Rey. La última de ellas sufrió solo una derrota y coincidió con la dirección de su compatriota Cruyff en el Barça.