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La desastrosa Champions League del Real Madrid desvela todas las carencias de la plantilla
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Ángel del Riego

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La desastrosa Champions League del Real Madrid desvela todas las carencias de la plantilla

La dolorosa eliminación del Real Madrid a manos del Arsenal en la Champions revela los puntos débiles de un equipo que no ha sabido sustituir a Kroos y sufre para incluir a Mbappé

Foto: El ariete francés se duele tras caer lesionado contra el Arsenal en la Champions League. (AFP7)
El ariete francés se duele tras caer lesionado contra el Arsenal en la Champions League. (AFP7)

Parece una irresponsabilidad ser del Real Madrid. En los últimos días se ha levantado un viento muy fuerte alrededor del club. Como siempre que el Real cae con estrépito, la impresión es que una civilización está en trance de desaparecer. Y todos son culpables. Los jugadores, los directivos, el presidente y la afición. Todo está obsoleto, nada sirve, por fin la casa Real más antigua recibió el correctivo que merecía. Ahora el aire del fútbol es más puro. La niebla que emana del Bernabéu hecha de dinero, poder y ese mal que solo conocen los niños se ha disipado.

El estadio es un mamotreto. Los aficionados, de cartón-piedra; y el club mismo una equivocación. Es como la frase aquella de Ortega y Gasset: es español el que no puede ser otra cosa. Sustituya español por madridista, y ahí lo tiene. Como una hidalguía sobre un reino de opereta. Así es el Madrid. Ahora por fin lo sabemos. En realidad estas caídas operísticas son lo mejor del Florentinismo. Con Floren, el Madrid solo tiene dos posiciones: la gloria o el tormento. Nada entre medio, como el mismo juego del equipo.

Después del éxtasis de junio, llegó una caída en cámara lenta que ha durado medio año. El equipo ha sido un satélite que cae de las alturas girando sobre sí mismo hasta ser engullido por el mar. Esto es una ventaja enorme: quedan en evidencia los jugadores inservibles, los caminos errados y los falsos amigos convertidos de repente en inquisidores.

placeholder Carlo Ancelotti está muy señalado. (EFE/Chema Moya)
Carlo Ancelotti está muy señalado. (EFE/Chema Moya)

Un cambio radical en meses

Bajo la presidencia de Florentino no son posibles esos años teñidos de blanco en el que el equipo se viste sólo para España y el periodismo se muestra cariñoso con las pequeñas figuras de un Madrid de entreguerras. Nada más alejado que eso del verdadero Real Madrid, el que inventó Bernabéu apoyado en la dinamo infinita de Di Stéfano y cuyo único destino posible era la victoria. No hay hermosas derrotas en el Madrid y así debe ser. Como en los western, el club lleva al extremo los acontecimientos y ahí es donde se decantan las personalidades. Y en los partidos contra el Arsenal, todo ha estado muy claro. Demasiado claro, quizás.

Para entender lo que ha pasado este año, hay que analizar el año pasado. Este Madrid renqueante y contrahecho, ganó la Champions y ganó la Liga. Fue el mejor equipo de España y de Europa. No hubo duda en eso. Durante unos meses, el City pareció mejor, pero el Madrid, le venció. En juego, en determinación, en espíritu, en el dominio del guion del partido, en la belleza ocasional. El Madrid fue el mejor en todo. La final se ganó con un 2-0 a un equipo alemán, da igual su nombre. El 90% del equipo, es el mismo. Y ahora todos deben ser vendidos en alguna plataforma de ropa de segunda mano para ver cuanto nos dan por el lote completo.

placeholder ¿Qué ha cambiado en el Real Madrid? (Reuters/Susana Vera)
¿Qué ha cambiado en el Real Madrid? (Reuters/Susana Vera)

Por supuesto los analistas no dijeron eso. Ninguno se venció al año del Madrid más allá de los halagos institucionales. El lenguaje que se emplea con los blancos es diferente al que se emplea con el resto de los clubs. En una semana cualquiera de este año, el Barça (o el City el año pasado) ha recibido más piropos que los últimos cuatro años del Madrid. No solo son adjetivos calificativos propios de niños pequeños que se enfrentan a su primer viaje a Disneylandia. No. Muchas veces son sesudos análisis en los que el periodista entre en el laberinto del minotauro para iluminar al aficionado las maravillas del juego y de la organización de esos conjuntos superiores.

Las críticas contra el Real Madrid

El aficionado blanco ha interiorizado esa forma de explicarse donde el Madrid está fuera de la modernidad y solo gana por facultades extracorpóreas. O quizás esa forma de explicarse viene de la propia displicencia con su equipo del aficionado blanco. No se sabe quién empezó. Una vez que llega la derrota en Europa del Madrid, una derrota mil veces anunciada, mínimo desde el 2014 (no exagero, lean ustedes las previas a las eliminatorias del Madrid); los periodistas -y el mismo aficionado- se comportan como críticos morales de la deriva de la institución.

El Bernabéu "ha señalado" al palco. O "ha señalado" a ciertos jugadores. El entrenador ha perdido el vestuario y el dinero no oculta la cacofonía y el desvarío en el que se ha convertido el club. Ellos ya lo habían dicho. Llevan desde la caída de Roma teniendo razón. Recuerden que en los tiempos de José Mourinho, que es cuando se fraguó toda esa rabia, esa voluntad poder, la capacidad de sufrimiento, la crudeza de la lucha, las condiciones que hicieron posible luego la gran dinastía de títulos europeos; ya se decían estas cosas. Y se decían en cada columna, en cada editorial, 20 veces al día y con el mismo tono en el que Torquemada hablaba desde su púlpito.

Foto: Mourinho y Guardiola se saludan en un partido disputado en el Camp Nou. (EFE/Alberto Estévez)

De hecho el gran problema de esta temporada es que el Madrid, por primera vez desde el 2010, se ha apartado de esos ideales. La plantilla se ha comportado demasiadas veces como una colección de dioses menores con problemas intestinales. Y el entrenador ha sido cobarde cuando tenía que ser valiente. En esos momentos donde se abren y cierran las temporadas. Entre febrero y abril.

El Madrid crea sus propios universos con reglas férreas completamente ajenas a la ortodoxia bienpensante. El año pasado fue estrictamente así. A principios de la temporada 2023/2024, se dijeron las mismas cosas que en este último verano. El equipo se echaba a la mar sin un timonel porque Kroos estaba en las últimas, algo que se vio en su escaso rendimiento con Alemania. Se fue Karim y se fichó a Joselu. La comparación era ridícula. El Madrid apenas tenía gol y las temporadas son muy largas.

Mbappé llegaba para ser un depredador

En el primer mes se lesionan Courtois, Militao y Alaba y el club no compra a nadie. Muestra de arrogancia y de desprecio por la realidad. Pues bien, desde enero hasta junio, el equipo fue superior a todos sus contrincantes con la excepción de la vuelta contra el City. Y allí tampoco hubo apelación al milagro, a los espíritus que danzan entre los vivos. Hubo un tenaz ejercicio de resistencia y una victoria sufrida en los penaltis.

El Real no era un equipo perfecto ni infinito. Era un grupo con gran talento y muy consciente de sus limitaciones. Y ese talento se desplegaba como un accidente geológico a partir del minuto 65. Uno de los problemas del año fue la ausencia de un depredador. Ese tipo de animal salvaje necesita matar el partido para equilibrarse con la vida. Es una violencia contenida la que lleva dentro y la libera crucificando la pelota en la portería contraria. Ni Vinícius -un artista elíptico rebelde por naturaleza- ni Rodrgyo eran eso. Por eso se ficha a Mbappé. No es un capricho. Es una necesidad. Por lo menos en principio, porque los destellos que ha ido dejando Endrick demuestran que el máximo depredador en el vestuario del Madrid era él. Pero eso no se sabía hace 6 meses.

placeholder Mbappé, desaparecido contra el Arsenal. (Reuters/Susana Vera)
Mbappé, desaparecido contra el Arsenal. (Reuters/Susana Vera)

Ganar el año pasado fue problemático porque rompió dos grandes ritos del Madrid: se ganó sin una gran pareja de centrales y se ganó sin un delantero centro. Aunque lo segundo hay que matizarlo, ya que Joselu fue fundamental y es delantero centro como forma de vida. Mbappé es un depredador, pero no un delantero centro. Ni siquiera un Raúl, alguien al que el 9 le sienta como un guante. Es un extremo con menos arte que Vinícius, pero con una pegada que el brasileño no tiene. En esa contraindicación entre la historia del Madrid, las necesidades reales del equipo y lo que Ancelotti tenía a su disposición, empezaron los males de la temporada.

Sin sintonía entre Vinícius y Mbappé

Carlo no quiso apearse de su forma de ser y quiso enmendar la ausencia de un mediocampista que fuera un pintor de batallas con un tercer delantero (Rodrygo) que hilvanase todo el frente de ataque. Solo contra el City, el más desordenado de los equipos europeos, funcionó la idea. El resto del tiempo, ni Vinícius ni Mbappé tenían sitio ni tiempo para realizar su juego, para componer un paisaje en movimiento. Los dos son personajes de John Ford que necesitan amplios espacios y travellings continuos.

placeholder Vinícius lo intentó contra el Arsenal. (AFP7)
Vinícius lo intentó contra el Arsenal. (AFP7)

Y fueron encerrados en un ascensor. Contra el Arsenal, Ancelotti simplificó la idea. Vinicius se volcó a la izquierda, Mbappé anduvo en tierras de delantero centro y Rodrygo se hizo con la derecha y lo que surja. Bellingham subía y bajaba por una escalera tropezándose de forma lastimosa con sus compañeros de equipo. Era absurdo. Siempre sobraba uno. Nadie sabía donde estaban los demás. Los movimientos eran parecidos a los de un núcleo atómico caótico a la espera de ser bombardeado desde fuera.

El desequilibrio de la plantilla del Madrid no está en la falta de un lateral o de un central. Ni siquiera en la ausencia de un genio renacentista en el medio que sepa darle sentido al cuadro completo con su geometría. El problema es que no hay ni un solo jugador del que emane un orden natural. Un jerarquía intrínseca. El tipo de inteligencia que hace a los jugadores comportarse como una manada de lobos: cada uno ocupando un espacio de forma natural, sin estorbarse, sabiendo donde están los otros e intuyendo el momento justo para cazar la presa. Orden, jerarquía, inteligencia, dominio del momento y del espacio. Modric era el último y ya sólo queda su sombra. Camavinga o Vinicius son lo contrario a eso. Grandes talentos que necesitan ser manejados por hilos invisibles.

Al equipo le falta magia

Valverde, Vinicius, Bellingham o Asencio son jugadores con mucha personalidad. Eso es una buena piedra para labrar el futuro, pero la inteligencia descrita en el párrafo anterior, no se les adivina. Y ninguno tiene esa imaginación que convertía un trozo vulgar del universo en una singularidad que en un instante adquiría proporciones celestiales. Principio y fin del partido. Esas jugadas que comenzaban Modric o Karim como si fueran un corrimiento de tierras en medio del Pacífico y que segundos después acababan en gol de Cristiano, Bale, Vinicius o el primero que pasara por ahí.

Sin eso, el Madrid no gana Copas de Europa. Quizás Rodrygo sea el único que intuya esa magia y quizás por eso Ancelotti se ha obcecado en ponerlo contra toda lógica aunque le cerrara el espacio a los otros dos. Vinicius, por ejemplo, ve el regate y a veces el gol; nunca el cuadro completo. Y volvemos al principio. La temporada pasada el Madrid lo gana todo. Y lo más profundo es la victoria.

placeholder Bellingham se lamenta durante un partido. (Reuters/Juan Medina)
Bellingham se lamenta durante un partido. (Reuters/Juan Medina)

En la línea recta entre Kroos y Vinicius y en el cante jondo de Carvajal, estuvo lo inexpresable que tiene cualquier triunfo. Uno ya no está, otro se lesionó y el tercero es un sonámbulo de lo que fue. El club dejó a Carletto para hacer los remiendos correspondientes pero Carletto necesita de un héroe trágico en cada línea del campo y este año no tuvo nada de eso.

Visto desde la derrota en Champions, todo es muy simple. Sabemos ahora exactamente los límites de este equipo, sus carencias y sus necesidades futuras. Es necesario dejar que el barco se estrelle para poder salvar a los supervivientes. Es necesario que el barco naufrague para no volver a coger un rumbo tras el que solo hay acantilados. Y para otro día, hablamos de Mbappé.

Parece una irresponsabilidad ser del Real Madrid. En los últimos días se ha levantado un viento muy fuerte alrededor del club. Como siempre que el Real cae con estrépito, la impresión es que una civilización está en trance de desaparecer. Y todos son culpables. Los jugadores, los directivos, el presidente y la afición. Todo está obsoleto, nada sirve, por fin la casa Real más antigua recibió el correctivo que merecía. Ahora el aire del fútbol es más puro. La niebla que emana del Bernabéu hecha de dinero, poder y ese mal que solo conocen los niños se ha disipado.

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