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John Lauridsen: "El fútbol te deja muy solo cuando te retiras"
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ENTREVISTA AL DANÉS

John Lauridsen: "El fútbol te deja muy solo cuando te retiras"

Es uno de los ídolos de la afición del Espanyol y tótem del fútbol ochentero por su clase y ese inseparable bigote. Acabó cansado del balompié y se alejó de él tras su retirada

Foto: Lauridsen es recordado por su bigote. (EFE)
Lauridsen es recordado por su bigote. (EFE)

Hace tres décadas que John Lauridsen (Ribe, Dinamarca, 1959) abandonó España, pero mantiene un fluido castellano. Su última etapa fue en Málaga, donde concluyó su carrera antes de alejarse del fútbol y dejar en el olvido ese inseparable bigote que lo acompañó por los estadios españoles durante los 80.

Lauridsen estuvo cerca de fichar por el Sevilla, pero acabó en Barcelona. No conocía la ciudad, pero le fascinó. "Fue amor a primera vista", reconoce. Allí se convirtió en un ídolo perico, hasta el punto de que una de las puertas de Cornellá lleva su nombre. En la votación entre los socios, fue el tercero. "Habían pasado años, pero el cariño seguía presente", sostiene.

El danés, sin embargo, acabó cansado del fútbol. Tras retirarse, regresó a Dinamarca y fue entrenador de niños, pero no le convencía. Quería probar nuevos retos. Finalmente acabó en una empresa de transportes encargándose de gestionar viajes entre España y Dinamarca. Fue su manera de mantener el idioma y de seguir teniendo presente el país.

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PREGUNTA. Usted siempre fue reconocido por un bigote que ha perdido.

RESPUESTA. Como muchos jugadores de aquella época, de los 80 [risas]. Realmente no recuerdo por qué me lo dejé, porque no me quedaba muy bien. Pero creció y ahí se quedó.

Foto: Del Nido Benavente, en una Junta General de Accionistas. (EFE/Raúl Caro)

P. Hace 34 años que dejó el fútbol.

R. Sí, 34 años desde que dejé España y regresé a Dinamarca. Tras el retiro, trabajé como entrenador de niños durante mucho años, pero no quise seguir más en el mundo del fútbol porque estaba un poco harto. Decidí tomar una nueva ruta y me puse a trabajar en una agencia de transportes y hasta hoy.

P. ¿Qué tal llevó el cambio?

R. Necesitaba un nuevo reto. Me di cuenta de que mi etapa en el fútbol había terminado y no lo digo porque no me apetecería jugar más. Como entrenador, además, no tenía el título para dirigir equipos. Me hablaron de una empresa de transportes en la que tenía que hablar con España todos los días para gestionar viajes a Dinamarca y viceversa y ahí me quedé.

Foto: Las críticas de Mateu Lahoz no han gustado en el CTA. (EFE/Mohammed Badra)

P. Tiene un acento muy marcado.

R. Es fruto de los años que pasé en España. Afortunadamente, he seguido hablando este idioma fantástico y no lo he olvidado.

P. Su esposa conocía España antes de mudarse porque sus padres tenían un apartamento en Málaga.

R. Sí, sí, es cierto, todavía lo tienen. Mis suegros fallecieron, pero lo mantiene su hermana, en Nerja. Frecuentemente, vamos para la Costa del Sol, donde acabé mi carrera. Y también a Barcelona.

P. ¿Cada cuánto se escapa a Barcelona?

R. Depende un poco, pero al menos una vez al año, aunque a veces vamos dos o tres.

Foto: Moracho, junto a Juan Antonio Samaranch. (Cedida)

P. Me ha sorprendido cuando me ha dicho que se cansó del fútbol.

R. Vi que era un capítulo cerrado. No me apetecía seguir dentro de ese mundo en ningún puesto: ni como entrenador, ni como directivo, ni como intermediario. El fútbol te deja muy solo cuando te retiras. Las situaciones son distintas porque vas solo a todos sitios.

P. ¿Cuesta afrontar la soledad en el retiro?

R. Sí, sí, porque estuve casi diez años en España como profesional. Además, es algo que llega de un día para otro. Estás acostumbrado a una vida en la que disfrutas de los mejores años de tu vida. Estaba haciendo mi hobby, ganando dinero, viviendo cosas con el aficionado y los compañeros… Eché de menos todo lo relacionado con el fútbol y el retiro fue complicado. Pero lo superé y soy feliz.

P. ¿Se ganaba dinero en ese fútbol?

R. No se ganaba dinero comparado con lo que ganan ahora. Pero eran unas grandes ganancias si lo comparábamos con un trabajo normal. Para mí, sin embargo, el dinero no era ni mucho menos lo más importante, sino la forma de vivir. Teníamos mucha libertad en los mejores años de nuestras vidas. Gracias al fútbol, descubrí Barcelona y Málaga.

P. ¿Conocía Barcelona antes de llegar?

R. Sabía qué ciudad era, pero no la conocía. Al final fueron ocho años allí.

P. ¿Se puede decir que fue amor a primera vista?

R. Sin duda. Además, el Espanyol era un club cuya afición estaba muy unida. Logramos resultados buenos para un equipo tan pequeño. Aún tengo contacto con la gente que está por ahí.

Foto: Giuliano marcó el cuarto gol ante Brasil. (Reuters/Rodrigo Valle)

P. Usted se perdía al principio por Barcelona.

R. Realmente era así [risas]. Fue pasar de un pueblo de 1.500 habitantes a una ciudad de cerca de cinco millones. Fue un poco complicado el aterrizaje, pero lo solventamos. Luego fueron los mejores años de mi vida.

P. ¿Es cierto que le costó adaptarse a los horarios de las comidas?

R. Sí, sí. Las costumbres eran muy diferentes, pero mi esposa y yo estábamos abiertos a cualquier cambio. Hasta hoy en día mantenemos muchas de las costumbres españolas, entre ellas los horarios de las comidas. Quizá porque todavía somos medio españoles [risas].

P. ¿Qué recuerda de su infancia? Usted vivió en la frontera entre Alemania y Dinamarca.

R. Fue una infancia realmente feliz. Como no había teléfonos, ni tablets, ni tantos programas televisivos, pues estábamos todo el día en la calle jugando con los amigos.

Foto: El Gobierno ha salvado de nuevo al Barça. (EFE/Enric Fontcuberta)

P. Su padre era electricista y su madre, propietaria de una tienda. ¿Le tocó echar una mano en el trabajo?

R. A veces ayudé a mi padre, pero me di cuenta pronto de que lo mío no era aquello. Me gustaba mucho más el fútbol.

P. He leído que usted era buen estudiante.

R. No se me dieron mal los estudios y siempre los tuve al día porque era importante tener una alternativa al fútbol. Ahora se marchan los jugadores del país a los 12 o 13 años, pero antes no sabías hasta los 16 o 17 si realmente ibas a dedicarte al fútbol de manera profesional. Yo fui despuntando hasta que jugué un par de partidos con la selección danesa previo a mi fichaje por el Espanyol. Eso me dio fuerzas para perseguir mi sueño.

P. En sus inicios como profesional, usted compaginó el fútbol con un trabajo como vendedor de material deportivo.

R. Sí, era un club de Primera División, pero yo trabajaba en una tienda de deportes. El equipo era semiprofesional y, aun así, teníamos tiempo para entrenar, descansar e incluso tener un trabajo.

P. ¿Era usted un buen relaciones públicas?

R. Intenté vender porque estaba educado en ello por el trabajo de mi madre, cuya tienda era de alimentación. En la de deportes, venían la gente del pueblo para hablar de fútbol porque sabían que los jugadores trabajábamos ahí.

P. Antes de llegar al Espanyol estuvo cerca de jugar en el Sevilla. ¿Cómo fue aquello?

R. Sí, estuve en la ciudad y visité las instalaciones del club. Hablamos con los directivos y fuimos a negociar el contrato, pero no nos pusimos de acuerdo. Dos meses más tarde, se interesó el Espanyol y acabé en Barcelona.

Foto: Fran González apunta a titular ante el Valencia. (Reuters/Violeta Santos Moura)

P. ¿Qué Barcelona se encontró?

R. La ciudad se estaba preparando para el Mundial del 82, ten en cuenta que llegué en septiembre de 1981. Vivir allí fue fantástico porque había de todo: playa, ciudad, campo… Tuvimos la suerte de hacer muchos amigos a los que todavía visitamos.

P. Usted fue actor por un día en Barcelona.

R. Sí, representamos una obra de teatro a unos niños de un hospital. Fue La venganza de don Mendo y ensayamos varias veces antes de la representación. Fue un acto muy bonito en el que también estuvo Maradona como parte del elenco.

P. Pacheta me dijo que todavía recuerda el ruido de Sarriá. ¿Qué recuerda usted?

R. Tengo muchísimos recuerdos de Sarriá. Era un estadio antiguo, pero fantástico porque el público estaba muy cerca del jugador. Me acuerdo de los partidos de la UEFA cuando estaba el campo lleno, especialmente en la temporada en la que nos clasificamos para la final. Fue la hostia.

Foto: Alonso no llegó a la Q3. (Reuters/Issei Kato)

P. En esa UEFA dejaron por el camino al Inter y al Milan.

R. Sí, y al Brujas y a otros equipos, pero la pena fue que no pudimos rematar la faena.

P. ¿Qué pasó para perder esa final con el Leverkusen?

R. Tengo malos recuerdos porque mis compañeros estaban destrozados en el suelo. Quizá pagamos los platos de no haber tenido mucha experiencia en competiciones internacionales. Habíamos hecho lo más difícil, pero nos metieron un gol los alemanes… Todavía me duele mucho hablar de esto. Me sabe mal por mis compañeros, que lucharon todo lo que pudieron, y por la afición, a la que no pudimos llevarle el trofeo.

P. Usted estuvo en la grada en el partido de vuelta. ¿Le sorprendió la decisión de Clemente?

R. No, no, porque teníamos 25 jugadores y todos eran válidos. No estar convocado para un final duele un montón, pero les deseé lo mejor a los compañeros a los que les tocó jugar.

placeholder Clemente fue entrenador de Lauridsen. (EFE/Juanjo Martín)
Clemente fue entrenador de Lauridsen. (EFE/Juanjo Martín)

P. ¿Qué tal fue su relación con Clemente?

R. Normal, ningún problema. Es evidente que no estás contento cuando no juegas, pero de ahí que haya problemas… Siempre me han dicho que tuve problemas con Clemente y mi respuesta fue la misma: primera noticia. No pasó nada con él.

P. ¿Es difícil ser perico en Barcelona?

R. Qué va, qué va, es más difícil ser merengue en Barcelona [risas]. Nosotros estamos ahí con orgullo y la gente nos aprecia. No hay ningún problema.

P. Ernesto Valverde fue su compañero y le gustaba mucho la fotografía.

R. Había veces que no lo reconocías si no llevaba la cámara encima. Tenía mucho interés en esto y era un jugador un poco atípico, pero era un profesional intachable. Era excepcional y me alegro de que haya tenido éxito en su carrera como entrenador. Ha demostrado que puede llevar a jugadores de gran calidad como cuando estuvo en el Barcelona.

Foto: Vinícius falló un penalti. (Europa Press)

P. N'Kono y usted eran los extranjeros de ese equipo.

R. Nosotros fuimos muy aceptados por la gente y muy respetados en el vestuario. La prueba está en el momento en el que hicieron las puertas del estadio y fuimos elegidos para que hubiera algunas que llevaran nuestros nombres. Aunque llevaba mucho tiempo en el exterior, no nos habían olvidado. Eso significa que nos han querido mucho, tanto como nosotros los hemos querido a ellos.

P. ¿Cómo se produjo su salida a Málaga?

R. Solo se podía tener dos extranjeros y quisieron fichar a otros, así que no pude hacer nada. En el Málaga nos fue bien el primer año, pero en el segundo descendimos. Todavía me duele, porque estábamos convencidos de que la experiencia del equipo nos serviría para salvar la categoría.

P. Muchos se quedan en la Costa del Sol, pero usted regresó a Dinamarca.

R. Sí, teníamos bastante claro que queríamos volver a casa tras tantos años en España. Estuvimos encantados allí, pero después de dejar el fútbol quería hacer otras cosas.

P. ¿Volverá algún día el bigote?

R. Mi mujer me ha pedido algunas veces que me lo vuelva a dejar, pero no lo creo [risas].

Hace tres décadas que John Lauridsen (Ribe, Dinamarca, 1959) abandonó España, pero mantiene un fluido castellano. Su última etapa fue en Málaga, donde concluyó su carrera antes de alejarse del fútbol y dejar en el olvido ese inseparable bigote que lo acompañó por los estadios españoles durante los 80.

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