Alexander-Arnold: un 'scouser' para el Real Madrid, el ejemplo de su ídolo y la morriña
Gerrard, la leyenda que el niño Trent idolatraba, rechazó en dos ocasiones la llamada de Florentino Pérez. En Liverpool empiezan a hacerse a la idea de la marcha del lateral
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"Cuando perdía, subía las escaleras corriendo, me encerraba en mi cuarto y no comía. Nada me entraba". Mucho ha llovido en la ciudad de Liverpool desde que aquel niño que actuaba como mediocampista se convirtiera en una leyenda de Anfield. Pero a Trent Alexander-Arnold se le siguen atragantando las derrotas. Un espíritu ultracompetitivo, capaz de hastiar hasta a sus propios compañeros en los entrenamientos.
Sangre caliente que, después de pasar toda su carrera deportiva como red, está cerca de convertirse en futbolista del Real Madrid a partir del próximo verano. Un fichaje a coste cero (acaba contrato este junio) que tanto ansía el madridismo para ocupar el lateral derecho, ocupado por parches como Lucas Vázquez o Fede Valverde —y, en consecuencia, apartando al uruguayo del centro del campo— por la lesión de Dani Carvajal.
"¿Siempre ha sido un mal perdedor?", preguntó Jordan Herdenson a Ian Barrigan, descubridor de Alexander-Arnold, en un especial de BT Sports que ponía a ambos futbolistas frente a frente para compartir confidencias: "¡Terrible! De hecho, ahora trabajo en la Academia del Liverpool y siempre ando buscando a malos perdedores. Los chicos que se ponen nerviosos y pierden el control, y sinceramente [señalando a Trent] ¡nunca has visto a nadie como él!".
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Trent es un scouser (viene del scouse, el cerradísimo acento de Liverpool y el plato típico de la zona) "born and bred | nacido y criado". Un niño que creció en los suburbios de la ciudad del norte de Inglaterra, suburbios humildes donde odiar a Margaret Thatcher era una obligación por su actuación política en la tragedia de Hillsborough. Cada vez que pateaba una pelota y acababa en gol, el crío gritaba: "¡Gerrrrrrrraaaaard!". Como varias generaciones de niños reds —la afición de la ciudad se divide entre reds (Liverpool) y blues (Everton)—, Trent tenía en el histórico centrocampista Steven Gerrard a su ídolo, icono y ejemplo a seguir.
La casualidad coloca a mentor y aprendiz en el mismo lugar, ante el mismo cruce de caminos, ante la misma decisión: permanecer en el club de sus amores, de su infancia, o aceptar la llamada del Real Madrid. "Puede que algún día me arrepienta de no ir, pero me habría arrepentido más de dejar Liverpool", admitió entones Gerrard, que hasta en dos ocasiones dijo que no a Florentino Pérez. Algo para nada sencillo. Pesó más la morriña, palabra gallega que no tiene traducción al castellano, pero que se refiere a la nostalgia por la tierra que te vio crecer.
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El futbolista inglés, que acabaría su carrera en Los Ángeles, pero que solo jugó al fútbol de élite en el Liverpool, es uno de los what if más grandes del Santiago Bernabéu, quizás, junto a Francesco Totti, otro amor platónico. Pura intensidad, clase y talento que deslumbró al propio Zinedine Zidane, quien siempre le consideró el mejor centrocampista de su época. Ese traspaso estuvo muy cerca de suceder, incluso con el Liverpool dándose por vencido. Pero una negociación exprés acabó en renovación 'vitalicia'. Gerrard, ya fuera de la ciudad del Mersey, señaló a un joven lateral derecho como el próximo líder del equipo. ¿Seguirá sus pasos?
Ahora mismo, la radiografía del conjunto inglés es propicia para su salida. Alexander-Arnold no ha renovado y es libre para negociar con cualquier equipo. El Liverpool trabaja en desarrollar la plantilla para los próximos años, en un proceso de renovación tras la pasada marcha de Jurgen Klopp y con Arne Slot al frente del proyecto. El entrenador neerlandés va camino de ganar la Premier League con un equipo heredado, lejos del proyecto de autor al que aspira, y con una dolorosísima eliminación en octavos de final de la Champions League frente al Paris Saint-Germain de Luis Enrique. Fichas importantes como Mohamed Salah y Virgil Van Dijk están en la misma situación que Alexander-Arnold, pero este tiene 26 años y está en plenitud.
El scouser es un lateral de carácter ofensivo, un futbolista con un guante en la bota derecha y capacidad de pegada con las dos piernas. Su posición en el carril es, por momentos, circunstancial, su alma ansía el centro del campo. Esa necesidad de protagonismo ofensivo le suele jugar malas pasadas, con lagunas defensivas serias e importantes que se han acentuado en los últimos tiempos. A nadie se le escapa el, por decirlo suavemente, coqueteo con el Real Madrid. El foco más luminoso que puede tener un futbolista, para bien y para mal.
Las críticas han sido voraces. "Ha jugado más de 300 partidos con Inglaterra, pero sigue defendiendo como si nunca hubiera jugado de lateral derecho", llegó a espetar Roy Keane, excapitán del Manchester United, y actual analista: "Si Trent Alexander-Arnold se va al Real Madrid, buena suerte para él. Como si el Madrid no supiera defender". Tan cierto es que el británico mejoraría notablemente el rendimiento ofensivo del carril derecho madridista, como que Dani Carvajal, si las lesiones le respetan, es un valor mucho más seguro en los aspectos defensivos.
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En Liverpool empiezan a dar por perdido a Trent. Para la afición será una salida dolorosa. No es solo el segundo futbolista con más partidos de la plantilla (le supera Salah, y está en el top 50 histórico con 26 años), es un símbolo de su cantera y del espíritu de la unión entre club y ciudad. En el 2019, momentos después de ganar la Champions League, el canterano veinteañero acertó a definirse como "a normal lad from Liverpool whose dreams came true / un chaval de Liverpool que ha cumplido sus sueños". Y nadie sueña mejor con Europa que el Santiago Bernabéu.
"Cuando perdía, subía las escaleras corriendo, me encerraba en mi cuarto y no comía. Nada me entraba". Mucho ha llovido en la ciudad de Liverpool desde que aquel niño que actuaba como mediocampista se convirtiera en una leyenda de Anfield. Pero a Trent Alexander-Arnold se le siguen atragantando las derrotas. Un espíritu ultracompetitivo, capaz de hastiar hasta a sus propios compañeros en los entrenamientos.