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Unai Simón despedaza el sueño de los Países Bajos y lleva a España a las semis de la Nations League (3-3)
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EN CUARTOS DE FINAL

Unai Simón despedaza el sueño de los Países Bajos y lleva a España a las semis de la Nations League (3-3)

El portero se vistió de héroe en unos penaltis cargados de suspense. Pedri marcó el lanzamiento decisivo. Los neerlandeses empataron el partido en tres ocasiones

Foto: Unai Simón fue el héroe. (Reuters/Pablo Morano)
Unai Simón fue el héroe. (Reuters/Pablo Morano)

El trauma persiste por mucho que algunos se empeñen en negarlo. En los Países Bajos hay una especie de temor perpetuo cada vez que España se cruza en su camino en el fútbol. La nueva generación de la Selección creció con aquel triunfo en Johannesburgo y qué mejor homenaje para sus predecesores que eliminar a los neerlandeses en este cruce. Los dos goles de Oyarzabal y el de Lamine Yamal fueron insuficientes. Para dejarlos fuera de la Nations League hubo que llegar hasta los penaltis, donde Unai Simón emergió como héroe.

El recibimiento fue extraordinario, de los que perviven en el recuerdo. Hacía tiempo que Valencia no celebraba algo y la Selección le había dado motivos para ello. Para estar alegres a pesar de las vicisitudes afrontadas. Y por afrontar. En ocasiones, el fútbol se convierte en el psicólogo más económico para cualquier problema.

El escarmiento de Róterdam surtió efecto. El barco estuvo cercano a la deriva, pero se mantuvo flote. La vida extra lograda por España sirvió para recoger la energía de Mestalla. El público se mostró como el combustible imprescindible en un día que comenzó como suelen hacerlo las noches grandes.

Las variantes de Luis de la Fuente sorprendieron en la previa, pero resultaron fundamentales para salir con una marcha más. Nico Williams, eléctrico y tenaz por la izquierda, logró un penalti en el que los focos apuntaron de nuevo a Oyarzabal. El vasco, con sensaciones ambivalentes desde la pena máxima, adelantó a España.

placeholder Oyarzabal marcó los dos primeros goles españoles. (Europa Press)
Oyarzabal marcó los dos primeros goles españoles. (Europa Press)

Un equipo imprevisible

Si todavía quedaban dudas, la fiesta habían aterrizado definitivamente en Valencia.

España era una apología a la audacia y al buen juego. Los recortes de Nico Williams eran iguales de imprevisibles que esta Selección alejada de un plan estrictamente definido; siempre hay resquicio para las dosis de improvisación, cualidad extinguida en este fútbol contemporáneo. Pero recuperada por los campeones de Europa.

Oyarzabal consiguió el segundo gol, anulado por un ligero fuera de juego. De haber valido, lo hubiera elevado (aún más) en la historia de la Selección. Los neerlandeses estaban a merced de la Selección, incapaces de arrebatarles el balón, como si se tratara de un rondo infinito. Su ilusión era tener la pelota; llegar a la portería era una utopía.

placeholder Depay marcó el 1-1 de penalti. (Reuters/Albert Gea)
Depay marcó el 1-1 de penalti. (Reuters/Albert Gea)

El penalti a Memphis

Afortunadamente para España, el guion de Róterdam no se había replicado. El descanso llegó con la sensación de que el triunfo estaría próximo si la coyuntura se mantenía invariable. Pero el paso por los vestuarios mostró a una Holanda igual de atrevida que en la ida. Con ganas de cobrarse revancha tras ese empate cosechado al límite.

El penalti pitado a Holanda es punto y aparte. El contacto entre Le Normand y Memphis existió, pero no dejó de ser una simple caricia. La caída del neerlandés tuvo poco de auténtica y mucho de impostura, en este continuo intento de los futbolistas por mostrar su faceta más histriónica. Depay empató y despertó a España.

El segundo gol español lo logró de nuevo Oyarzabal en una noche reivindicativa que justificó la decisión de De la Fuente. El tanto no estuvo exento de suspense con un remate neutralizado y un cabezazo posterior que llegó a la red con lloros, con un camino de lágrimas que llevó a Mestalla a su estado más efervescente.

placeholder Maatsen puso las tablas en la segunda parte. (Reuters/Albert Gea)
Maatsen puso las tablas en la segunda parte. (Reuters/Albert Gea)

La noche, sin embargo, le tenía reservado un destino gris a España. El duelo estaba en una igualdad tan real como aventurada que acercó a Holanda al empate. El zurdazo de Maatsen se fue a la escuadra con la misma precisión con la que evaporó la esperanza española de que el partido no llegara a la prórroga. Y estuvo cerca con esas ocasiones en los instantes finales, pero emergió Unai Simón para evitar la debacle.

España encontró en Lamine Yamal a su mesías. Su zurdazo, control de videojuego mediante, le dio una ventaja efímera a la Selección. Seis minutos más tarde, Simons la replicó en otro penalti que definió el duelo: se decidiría desde la pena máxima.

La Selección, a pesar de los continuos reveses, estaba empeñada en alterar su propio destino. Unai Simón, como hizo ante Croacia, se encargó de despedazar los anhelos neerlandeses con una parada para el recuerdo. Y de extender la ilusión de un equipo tan inconsciente como insultantemente joven.

El trauma persiste por mucho que algunos se empeñen en negarlo. En los Países Bajos hay una especie de temor perpetuo cada vez que España se cruza en su camino en el fútbol. La nueva generación de la Selección creció con aquel triunfo en Johannesburgo y qué mejor homenaje para sus predecesores que eliminar a los neerlandeses en este cruce. Los dos goles de Oyarzabal y el de Lamine Yamal fueron insuficientes. Para dejarlos fuera de la Nations League hubo que llegar hasta los penaltis, donde Unai Simón emergió como héroe.

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