Mikel Merino, un nueve inventado por Arteta para salvar (otra vez) los muebles de España
La Selección estaba próxima a la derrota, pero un gol del navarro, como ocurrió en los cuartos de final ante Alemania, sirvió para conseguir un empate valioso en la Nations League
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Ocurrió una vez más, como si fuera uno de esos recuerdos encaminados a la repetición. Pasó en otra ocasión porque España hizo méritos en el tramo final, en un paralelismo evidente con aquel duelo contra Alemania en los cuartos de final de la Eurocopa (2-1). El gol de Mikel Merino frente a los Países Bajos en el descuento no sirvió para ganar, pero le dio a España un empate que es gasolina para afrontar el duelo en Mestalla.
Las similitudes son manifiestas, por más que sean torneos distintos. Ver a Merino dentro del área en cualquier estadio es una manera de infundir el miedo al adversario. Una forma elegante de advertir que algo perjudicial está por pasar. En Róterdam, era inevitable recordar a aquellos finales de infarto de esta Selección durante la Eurocopa.
España presenció de nuevo una versión goleadora de Merino. Un jugador que ha demostrado sobradamente su valía en el centro de campo. Pero que ha extendido su área de movimientos hasta una zona desconocida. El nueve inventado por Mikel Arteta por las numerosas bajas se ha convertido en el mesías de la Selección en los momentos de dificultad. Y de su equipo, con cuatro goles en los últimos siete partidos.
El empate deja un sabor dulce para afrontar la vuelta, pero no fue un buen partido de España. El gol desvirtuó al equipo como solo pueden hacerlo aquellos síntomas que relajan y confunden. Aunque la situación era propicia y beneficiosa, el duelo no había concluido. Perder el norte suele traer consecuencias infaustas a pesar de que el desenlace no tuviera estas características en esta ocasión.
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La fortuna de España
El gol de las tablas fue un alegato a la fortuna, aliada de ardua definición, porque existen dificultades para determinar cuándo empieza y cuándo te la arrebatan. España cuenta con el azar a su favor como solo lo hacen los grandes equipos, a los que la suerte los acompaña como fiel compañera en su camino.
La advertencia ha sido clara, porque no hay títulos anteriores con los que se ganen los partidos. España es campeona de Europa por méritos propios, de acuerdo. Pero no es suficiente para vencer en noches desapacibles como las de invierno en el norte de Europa. La audacia que ha caracterizado a este equipo estuvo ausente en Róterdam.
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La inconsciencia de Nico Williams
El juego fue gris, sin esa velocidad en la circulación que permite cambiar el sádico destino al que uno se aproxima. El balón se movía a ritmo de bicicleta con Ferraris en el césped. El centro del campo estuvo por momentos sobrepasado, como bien le ocurre al Manchester City. Eso solo es justificable por la ausencia de un nombre propio: Rodrigo Hernández.
El fútbol, sin embargo, es tan imprevisible que deja resquicio para ilusión cuando hay numerosos motivos para mantenerse incrédulo. España lo siguió intentando cuando la trinchera neerlandesa parecía impenetrable. Pero la inconsciencia de Nico Williams fue la llave que abrió ese malecón. La Selección recordó aquella tarde y aquel gol de Merino en Stuttgart. Y tiene una vida extra contra Holanda.
Ocurrió una vez más, como si fuera uno de esos recuerdos encaminados a la repetición. Pasó en otra ocasión porque España hizo méritos en el tramo final, en un paralelismo evidente con aquel duelo contra Alemania en los cuartos de final de la Eurocopa (2-1). El gol de Mikel Merino frente a los Países Bajos en el descuento no sirvió para ganar, pero le dio a España un empate que es gasolina para afrontar el duelo en Mestalla.