El héroe inesperado en Lisboa o cómo todos los culés ya escriben Szczesny del tirón
El portero polaco completó una actuación sensacional para marcharse del Da Luz con ventaja. Hizo numerosas paradas de mérito y reivindicó la titularidad otorgada por Flick
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Incluso si usted sabe inglés o alemán, el nombre es impronunciable. No se esfuercen, de veras, es imposible. Son ocho letras: Wojciech. Hay posibilidades, además, de que el nombre ni les suene. Aunque sean pocas letras, conviene ser empáticos con los narradores. Tocaba irse al apellido: Szczesny. Se desconoce cuál es la traducción del polaco al castellano, pero es posible que signifique superhéroe. La actuación del portero del Barcelona fue tan inmaculada para el triunfo ante el Benfica (0-1) que los culés ya lo escriben del tirón.
Ya no queda rastro de humo en su fichaje, por más que estuviera con un cigarrillo electrónico en el vestuario del Bernabéu. Su titularidad, discutida por el buen nivel de Iñaki Peña, quedó justificada en una noche para el recuerdo. Por desconcertante a la vez que épica. Porque este Barça se maneja en Europa como los funambulistas: a la misma distancia del bien que del mal.
Sorprendió su actuación por el regreso a un lugar donde podían aflorar los fantasmas, por volver a un estadio con capacidad para generarle pesadillas recurrentes. En la fase de grupos, su partido fue paupérrimo, con dos errores groseros, que lo normal era que el Barça se hubiera vuelto de vacío. Pero aquel día emergió Raphinha para redimirlo de sus pecados.
El papel desempeñado por el brasileño fue replicado por Szczesny en el regreso a Lisboa. Las paradas del polaco resultaron claves para el triunfo. Y sirvieron para que Cubarsí, expulsado en el 20', no regresara con la cruz a cuestas hasta Barcelona. No hay nada como salvar a un compañero de un castigo divino un Miércoles de Ceniza.
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La ilusión de Szczesny
Es tan cierto afirmar que el polaco había acumulado partidos serios en las últimas jornadas como sostener que todavía existía cierto runrún en torno a su llegada. Y no era para menos, porque su fichaje fue una apuesta de Flick a sabiendas de que disfrutaba de su retiro dorado en la Costa del Sol, un lugar en el que los balones que se ven tienen forma de cristal. Un sitio desde el que algunos ni hubieran atendido el teléfono.
Los futbolistas, sin embargo, mantienen una ilusión infantil por este juego hasta el día que lo dejan. La retirada no cuesta los primeros meses hasta que se percatan de la extensión de los días con el paso del tiempo. Quitarle a un jugador el fútbol es como arrebatarles el corazón, por eso no dudó en regresar cuando Flick solicitó su presencia. Ya habría tiempo de organizar la mudanza.
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Van a por la Champions
El Barça fue salvado en Lisboa por un portero que hace meses estaba tomando el sol en Marbella y quizá no haya mejor metáfora de la gestión de Joan Laporta. El club se maneja con seriedad en el banquillo, por la disciplina teutona implantada por Hansi Flick, y con los trampantojos propios de un presidente cuyo liderazgo se basa en el histrionismo.
El equipo de este año es tan transversal que un polaco y un brasileño pueden ser las referencias de los chavales criados en La Masía. Y liderados por un alemán. Suena a chiste, pero este Barça no lo es. Y volvió a presentar su candidatura a la Champions.
Incluso si usted sabe inglés o alemán, el nombre es impronunciable. No se esfuercen, de veras, es imposible. Son ocho letras: Wojciech. Hay posibilidades, además, de que el nombre ni les suene. Aunque sean pocas letras, conviene ser empáticos con los narradores. Tocaba irse al apellido: Szczesny. Se desconoce cuál es la traducción del polaco al castellano, pero es posible que signifique superhéroe. La actuación del portero del Barcelona fue tan inmaculada para el triunfo ante el Benfica (0-1) que los culés ya lo escriben del tirón.